Mascota Medicinal
Patricio Escobar
A Natalia Tranchino, amiga y
autora contemporánea.
Hoy, una muy buena amiga esta de
cumpleaños. Facebook me lo había recordado (siempre he sido malo
para las fechas) así que me propuse buscarle algún regalo que le
gustara (siempre he sido malo para escoger regalos). Como primera
opción pensé en ir al mall. Recorrí muchas tiendas, pero no pude
encontrar nada que mi mente conectara de manera automática a la
imagen de mi colega. Los supermercados también son buena opción,
así que fui al que tiene nombre de santa para ver si encontraba
algún disco de Los Huasos Pepepatos, pero nada. Como mi polola
también se llama Natalia, se me ocurrió pedirle un consejo en caso
que sus nombres iguales no hayan sido una simple coincidencia y se
haya producido por un alineamiento interestelar de manera que sus
gustos y pensamientos tuviesen una conección mística, pero no se le
ocurrió nada. Pensé en algo italiano por su apellido o algo de ropa
que no sea producido en masa, pero no pude. Un libro, si, era buena
idea, pero no conocía su colección para ver qué es lo que le hacía
falta. La fecha ya estaba cerca y yo entraba lentamente en desgracia
cuando por chances de la vida pasé en micro frente a la veterinaria
Medical Pet en avenida Atenas, camino a la universidad en donde
habíamos estudiado. Medical Pet. “Linda la cuestión” pensé.
“Siempre me he imaginado algún tipo de animal que cura
enfermedades y malestares cuando, no sé, te lo frotas por la zona
afectada de tu cuerpo o, peor, le sacas un poco de su pelaje y te
haces un mate con él. Ni hablar de la crema que te podrías hacer
con sus secreciones”. Entonces se me ocurrió: me bajé en el
paradero siguiente, caminé de regreso hacia la veterinaria y le tomé
una foto al cartel con el nombre agramatical con intenciones de
hacerlo póster, completamente seguro que mi ex-compañera de estudios
gozaría de la “absurdidez” del nombre tanto como yo. Pero nunca
sospeché que lo verdaderamente absurdo me esperaba a continuación.
Desde el exterior de la veterinaria divisé, hacia su interior, una
serie de personas vestidas con ropas púrpura y que movían sus
brazos en el aire de manera alocada. Pensé que alguien podría estar
en problemas y, como la curiosidad siempre me ha caracterizado, entré
por la puerta y dije “¿que sucede?”. El grupo de personas con
túnicas moradas se giró hacia mí y me dijeron a coro “It's the
final countdown!”. Quise rascarme la cabeza para demostrar
físicamente mi incomprensión de la situación, pero en vez de cabeza
encontré mi rodilla. De todas maneras me rasqué pues sentía
picazón en la pierna completa y, mientras lo hacía, desde el centro
del grupo apareció una pequeña ardilla que caminó hacia mí y me
dijo “Abachooo”. Tan pronto abracé a la mascota, la picazón de
mi pierna desapareció, la uña encarnada de mi pie derecho hizo
retiro del espacio de carne que ocupaba y el cáncer que me produjo
Gary Medel con su video de reggetón fue milagrosamente erradicado de
mi cuerpo. Luego del shock que me produjo la sanación instantánea,
miré la etiqueta que se arrastraba desde la pata izquierda de la
ardilla y noté su precio. Antes de cruzar la mampara de vidrio para
salir a la calle, las personas con túnicas me dijeron “arrivederci
signore Peppino!” hasta que senti la luz del sol en mi cara.
Si, un pequeño cuento que mezcle
lugarescomunes y elementos absurdos será buen saludo en su
cumpleaños.