miércoles, 25 de septiembre de 2013

Mascota medicinal (cuento)


Mascota Medicinal
Patricio Escobar
A Natalia Tranchino, amiga y autora contemporánea.

          Hoy, una muy buena amiga esta de cumpleaños. Facebook me lo había recordado (siempre he sido malo para las fechas) así que me propuse buscarle algún regalo que le gustara (siempre he sido malo para escoger regalos). Como primera opción pensé en ir al mall. Recorrí muchas tiendas, pero no pude encontrar nada que mi mente conectara de manera automática a la imagen de mi colega. Los supermercados también son buena opción, así que fui al que tiene nombre de santa para ver si encontraba algún disco de Los Huasos Pepepatos, pero nada. Como mi polola también se llama Natalia, se me ocurrió pedirle un consejo en caso que sus nombres iguales no hayan sido una simple coincidencia y se haya producido por un alineamiento interestelar de manera que sus gustos y pensamientos tuviesen una conección mística, pero no se le ocurrió nada. Pensé en algo italiano por su apellido o algo de ropa que no sea producido en masa, pero no pude. Un libro, si, era buena idea, pero no conocía su colección para ver qué es lo que le hacía falta. La fecha ya estaba cerca y yo entraba lentamente en desgracia cuando por chances de la vida pasé en micro frente a la veterinaria Medical Pet en avenida Atenas, camino a la universidad en donde habíamos estudiado. Medical Pet. “Linda la cuestión” pensé. “Siempre me he imaginado algún tipo de animal que cura enfermedades y malestares cuando, no sé, te lo frotas por la zona afectada de tu cuerpo o, peor, le sacas un poco de su pelaje y te haces un mate con él. Ni hablar de la crema que te podrías hacer con sus secreciones”. Entonces se me ocurrió: me bajé en el paradero siguiente, caminé de regreso hacia la veterinaria y le tomé una foto al cartel con el nombre agramatical con intenciones de hacerlo póster, completamente seguro que mi ex-compañera de estudios gozaría de la “absurdidez” del nombre tanto como yo. Pero nunca sospeché que lo verdaderamente absurdo me esperaba a continuación. Desde el exterior de la veterinaria divisé, hacia su interior, una serie de personas vestidas con ropas púrpura y que movían sus brazos en el aire de manera alocada. Pensé que alguien podría estar en problemas y, como la curiosidad siempre me ha caracterizado, entré por la puerta y dije “¿que sucede?”. El grupo de personas con túnicas moradas se giró hacia mí y me dijeron a coro “It's the final countdown!”. Quise rascarme la cabeza para demostrar físicamente mi incomprensión de la situación, pero en vez de cabeza encontré mi rodilla. De todas maneras me rasqué pues sentía picazón en la pierna completa y, mientras lo hacía, desde el centro del grupo apareció una pequeña ardilla que caminó hacia mí y me dijo “Abachooo”. Tan pronto abracé a la mascota, la picazón de mi pierna desapareció, la uña encarnada de mi pie derecho hizo retiro del espacio de carne que ocupaba y el cáncer que me produjo Gary Medel con su video de reggetón fue milagrosamente erradicado de mi cuerpo. Luego del shock que me produjo la sanación instantánea, miré la etiqueta que se arrastraba desde la pata izquierda de la ardilla y noté su precio. Antes de cruzar la mampara de vidrio para salir a la calle, las personas con túnicas me dijeron “arrivederci signore Peppino!” hasta que senti la luz del sol en mi cara.
        Si, un pequeño cuento que mezcle lugarescomunes y elementos absurdos será buen saludo en su cumpleaños.


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