domingo, 9 de marzo de 2014

La fonda humilde de Cachilupi (cuento)

La fonda humilde de Cachilupi
Patricio Escobar


         Cachilupi era una banda nacional. ¿Su estilo? Una mezcla de música pachanguera, cumbiona, ska lleno de bronces y ritmos ágiles. Tenían unos pocos años sobre los escenarios, los suficientes como para haberse formado un grupo de fanáticos que los seguían a sus conciertos cual barra de fútbol, con banderas, camisetas, papeles picados y globos. Johanna era una de ellas. Había conocido sus canciones hace un par de años cuando una amiga se las hizo escuchar en su celular, y le gustaron.
         Ése año, Cachilupi hizo una serie de eventos junto a otras bandas locales en un conocido antro de la capital, pachanguero como ellos, denominado La Fonda Humilde de Cachilupi, y en ésta ocasión Johanna fue acompañada de su nuevo pololo, Gustavo. Una de esas otras bandas era Barrio Amor, otra banda favorita de ella. Gustavo no conocía las canciones de esos grupos pero, como sabía un poco de música, igual le gustaba conocer otros sonidos, y además le fascinaba que Johanna le enseñara cosas nuevas. Las entradas las había comprado ella por internet unos días antes, por lo que ése día llegaron relajados pasado las nueve de la noche. El lugar estaba con mucho público por entre el cual lograron caminar juntos hasta llegar a la caja y comprarse un par de cervezas. Luego de pagar, pasaron a la barra en donde les acercaron las latas y unos vasos plásticos.
-Que inútil esos vasos -pensó Johanna. -¿Quién podría ser tan delicado de servirse la chela en el vaso? Voy a meter la lata en el vaso para que no moleste.
-Pásame el vaso -dijo su pololo, quien los aplastó y se los guardó en el bolsillo de sus jeans.
Siguieron avanzando y se ubicaron en el centro de la pista. Hacia el lado derecho, otra pareja miraba al escenario disfrutando de la música en vivo. El muchacho tendía a moverse más que ella. Hacia la izquierda, mucha gente sin mucha distinción se movía emitiendo calor corporal. Hacia atrás, cuatro mujeres jóvenes de ropa muy ajustada bailaban en circulo como sin preocuparse del resto. Un poco más adelante, un cabro muy ebrio comenzó a mirar con ojos entrecerrados hacia atrás.
-Si se pone a mirar a la Johanna, le meto pelea -pensó Gustavo. Pero a los pocos segundos dicho cabro caminó en dirección a los baños.
Sobre el escenario, una banda desconocida para ambos lucía sus camisas amarillas uniformes y lograba convencer con sus canciones a los asistentes más prendidos.
-¡Ahora entiendo lo que me decías de la definición de los instrumentos -le gritó Johanna a Gustavo, ambos ubicados en medio de la pista (gritarse era la única manera de comunicarse cuando casi todos los parlantes estaban dirigidos a ellos). -¡Sus canciones suenan todas achoclonadas y no logro identificar, por ejemplo, la guitarra o el bajo!
-¡Exacto. Igual tienen buen ritmo, pero se nota que les falta cancha!
-¡Cachilupi es mejor según mi opinión porque ya tienen sus años de experiencia! ¡Mira como se mueve el del teclado, pareciera que estuviese en trance! Jajajaj.
-¡O con ganas de hacer pichí!
Una banda y dos cervezas más tarde, la chiquilla tuvo ganas de ir al baño y Gustavo la acompañó entre la multitud. A mitad de camino, un tipo le regaló algo a Johanna (quien de inmediato lo reconoció como el bajista de Cachilupi) y siguió caminando hacia la pista. Parecían dos cajetillas de cigarrillos, solo que más delgados y pesados.
-Mira. ¿Son cigarros? -dijo ella y se los pasó a Gustavo.
-No creo. Parecen mazos de cartas.
-Revísalos mientras. Vuelvo en... unos minutos.
         La fila del baño de mujeres era larguísima, en cambio la de hombres literalmente no existía.
-¡Qué ventaja ser hombre! -pensaba siempre él en momentos como éste.
         Los minutos pasaban y Gustavo se entretenía mirando las personas que no paraban de entrar al local: cabros tambaleantes y con la vista algo perdida, grupos de chiquillas arriba de la pelota, parejas tomadas de la mano, una mina de pelo rojo sangre.
-Ya, vamos -dijo Johanna cuando regresó del baño. -Escuché algo que dio mucha risa.
-¿En el baño?
-Si. Una cabra que salió un poco antes que yo le dijo a otra que estaba en la fila “No había papel. Tuve que hacer un Shakira” jajajaj.
         Gustavo se quedó un par de segundos con la mirada perdida en el fondo del local intentando imaginarse qué podría significar “hacer un Shakira”, hasta que el famosísimo movimiento de caderas de la cantante relampagueó en su mente.
-¡Un Shakira! Jajajajaj. Qué ingenioso.
-Estaba la pura embarrá en el baño. Algunas locas se metieron caradura al de hombres. Deben haber estado desesperadas. Al principio los guardias les permitieron, pero después las echaron.
         Mientras caminaban se dieron cuenta que su sitio anterior estaba completamente repleto, así que tuvieron que ubicarse en otro lugar, hacia la izquierda del escenario. Se ubicaron cerca de la muralla, sin darse cuenta que estaban en medio del recorrido que hacían los tramoyas y sonidistas hacia el escenario. Lo notaron después, al ser constantemente interrumpidos en sus bailes.
-¿Al final eran cartas las cajas? -preguntó Johanna.
-Si, eran cartas, como lo había pensado.
-El que me las dio era el bajista de Cachilupi.
-Ah, ¿si? Mira tu. ¿Y por qué te las dio? ¿Te conoce? Cuidado, que vienen unos tipos con trombones.
-Jajajja, nah. Le iba entregando a varios mientras avanzaba.
-Ah. Demás.
         Se pusieron a bailar y ella notó que el piso estaba lleno de vasos plásticos aplastados.
-Ahí están los vasos inútiles... y latas -pensó, y mirando a Gustavo le dijo -Los vasos, ¿todavía los tienes en el bolsillo?
-Nah. Los boté cuando íbamos camino al baño.
-¿En el suelo?
-Pero si está lleno... y me pinchaban el culo. Además bien poco inteligentes los organizadores con entregar vasos plásticos habiendo tan poco espacio.
Un par de canciones más tarde, un grupo de cabros a su derecha se pusieron a saltar. Gustavo rodeó a su polola con su brazo derecho, tratando de protegerla de los empujones, mientras pensaba -si llegan a pegarle un manotazo, les saco la cresta a los cuatro. Johanna, por su lado, pensaba -por favor, ¡que no se ponga a pelear! -pero segundos más tarde los desordenados se calmaron y se fueron en dirección a la barra.
-Gustavo, me dio sed.
-Pucha, vamos a perder el puesto si vamos a juntos a comprar.
-Pero anda tu. Yo guardo el lugar.
-Mmm... ya, bueno.
         Gustavo miró a la muralla para buscar algún punto de referencia y notó que estaban exactamente debajo del menú que el local utiliza cuando de día funciona como restaurante. Camino a la barra, se colocó detrás de un tipo gordo que iba en la misma dirección y que funcionó como proa de un barco rompehielos, abriendo los témpanos despejando el camino a medida que avanzaba.
-Es como manejar detrás de una ambulancia -pensó.
         Llegó a su destino, pagó dos cervezas en la caja y la bar tender le pasó las latas junto con los vasos plásticos.
-No, sin los vasos.
-¡Nadie quiere los vasos! -dijo la chiquilla.
Johanna, por su lado, veía a una banda con ropas negras que mezclaban de manera curiosa la cumbia y el rock. Le pareció nunca haber escuchado una combinación de esa manera. Le gustó el estilo, pero Cachilupi seguía siendo su banda favorita. Hacia su derecha, una pareja se puso a besar apasionadamente. La niña tenía el pelo teñido muy rojo y el cabro era extremadamente flaco y con cara de niño chico.
-¡Tengo que quererte mucho! -dijo Gustavo al regresar. -Es horrible caminar entre tanta gente y con dos chelas.
-Gracias chochito -dijo Johanna y abrió su lata.
-Oye, esta buena esta banda. Tienen todo el estilo. El guitarra es como Slash así con la cara oculta.
-Si, está buena.
-Y Cachilupi ¿cuándo?
-Ahora debería salir.
-Oye, que rojo el pelo de ella.
         Johanna pensó que Gustavo siempre comentaba lo rojo del pelo de alguna chiquilla cuando las veía. Era como un imán de su vista. Se notaba que le llamaba la atención el pelo colorín, pero ella de ninguna manera se lo teñiría así. Era demasiado rebelde para su gusto.
-Yaaa, get a room. -dijo Gustavo.
-¿Qué?
-Es como Váyanse a una pieza. Se dice en inglés cuando hay una pareja demasiado ardiente, como esa colorina con el flaco que están tan cachondos que llegan a incomodar.
         Una canción más tarde, la banda cumbiera-rock cantó su última canción y dejó el escenario a los técnicos que instalarían los instrumentos de Cachilupi. Mientras, el DJ animó el ambiente con clásicos pachangueros, así que Johanna y Gustavo se pusieron a bailar, siempre moviéndose hacia un lado cuando pasaban técnicos y tramoyas con instrumentos en dirección al escenario. Minutos más tarde, los integrantes de la banda tomaban sus posiciones en el escenario. El grupo de fanáticos comenzó a gritar y agitar sus banderas como si estuviesen en el estadio y, en cosa de segundos, una docena de globos con los colores de la banda aparecieron inflados por el público. Tan pronto como Cachilupi comenzó a tocar la primera canción, todo el público comenzó a saltar y bailar de forma caótica, demasiado para el gusto de Gustavo, según lo normal para Johanna, quien coreaba vivazmente todos los temas. Incluso ella se molestó un poco cuando notó que el vocalista equivocó la letra de una de sus canciones.
-Bueno, igual deben estar cansados de cantar cuatro días seguidos -pensó. -Y a parte deben haberse tomado sus copetes igual.
-Ésta es la canción que me hiciste escuchar una vez, ¿cierto?
-Siii, te acordaste.
         Cada ciertos minutos, Johanna giraba su cara y notaba que se había alejado unos pasos de Gustavo al saltar y bailar, entonces regresaba a su posición original. Gustavo en un principio intentó bailar siguiendo el ritmo de las canciones de Cachilupi, pero a la cuarta canción se dio por vencido. Simplemente no eran de su gusto musical.
-Igual me gusta que Johanna tenga su grupo favorito y que no sea el mismo mío. Eso demuestra que cada uno conserva su individualidad y no nos estamos volviendo esas molestosas parejas simbióticas que terminan pareciendo hermanos gemelos más que pololos.
         Quince canciones después, Johanna regresó los últimos tres pasos que se había distanciado de Gustavo, el que estaba apoyado contra la muralla bajo la pizarra de precios y lo abrazó.
-Pobrecito, que me acompaña a algo que no le gusta.
-Nah. Si lo pasaste bien, entonces no hay problema. Además, prefiero ver yo mismo que estás bien.
-Ya estoy lista para acompañarte al recital de Hell Dragon -la banda de Rock Industrial favorita de Gustavo.
-No, ¿como se te ocurre? No saldrías viva de algo así. Lo que sí vamos a tener que sobrevivir a Fuzzy -banda brit pop a la que ya habían comprado entradas -en diciembre, mira que vamos a cancha.
-Oh, verdad. Ahí si que va a ser complicado. Oye, tengo que ir al baño otra vez -dijo Johanna.
-Pucha, ¿muy urgente?
-No. Puedo esperar.
         Gustavo vio que unos tramoyas pasaron desde el escenario hacia la salida llevando algunos instrumentos.
-Hace mal aguantarse. Mira, anda detrás de ellos. Te van a ir abriendo el paso entre la gente. Yo te espero aquí para no perder el puesto.
-Ya, bueno. Oye, si la próxima banda no es Barrio Amor, nos vamos no más -dijo Johanna y se fue siguiendo a los tramoyas.
         Al llegar a los baños, la fila estaba tres veces más larga, por lo que el tiempo de espera fue mucho más que la vez anterior. Para aprovechar el tiempo comenzó a leer las pizarras con los precios del local y a recordar las canciones de Cachilupi. Los minutos pasaban y la fila avanzaba poco.
-¿Y si cuando vuelva no encuentro a Gustavo? -pensó. -Puede que se estuviese comprando una cerveza. ¿Y si se pone a pinchar con la que atiende en la barra?
-¿Por qué se demorará tanto la Johanna? -pensó Gustavo por su lado apoyado en la muralla. -¿Y si se encontró con una amiga y se pusieron a conversar? ¿Y si le metió conversa algún loco curao?
-¿Y si le mete conversa alguna mina y se ponen a pinchar? ¿Y si esa mina sea pelirroja, la pelirroja que estaba al lado y que el pololo haya ido al baño y quedó sola igual que él? (Johanna llega al principio de la fila)
-¿Y si en el camino al baño se encontró con el baterista de Cachilupi? ¿Y si en realidad la conoce porque... porque... antes había salido con él y ésa es la historia de porqué conoce la banda y no me lo había contado? (Gustavo sigue esperando)
-¿Y si cuando vuelva lo encuentro tirando con la pelirroja? O peor... ¿si lo encuentro tirando con un loco? (Johanna entra a un baño)
-¿Y si en realidad se encontró con una mina en el baño, y le metió conversa, y se dio cuenta que le gustó y que es lesbiana y terminan tirando? (Sonora Placeres sube al escenario. Gustavo se come las uñas)
-¿Y si algún loco se pone a saltar y lo pasa a llevar y se ponen a pelear y cuando vuelva encuentro a los guardias sacándolo del local todo machucado? (Shakira Shakira)
-¿Y si no me escuchó bien y pensó que la iba a seguir hasta el baño y esperar afuera a que saliera, y como no me vio y se acordó que me había dicho que si seguía otra banda que no fuera Barrio Amor nos íbamos y entonces pensó que yo había salido y salió del local y ahora no la dejan entrar y no tiene como llamarme porque yo tengo los dos celulares? (le pica la cabeza)
-¿Y si vuelvo y no lo encuentro y voy a la barra y tampoco está ahí, y lo voy a esperar afuera del baño y no sale y pienso que salió del local porque se acordó que le había dicho que si la siguiente banda no era Barrio Amor nos íbamos así que salgo del local y me doy cuenta que tampoco está afuera entonces pienso que nunca salió del local y estaba entre toda la gente y no lo vi y ahora está esperándome afuera del baño pensando que aun no salgo? -Johanna camina entre la gente en dirección a donde estaba Gustavo y éste efectivamente está allí; respiro profundo.
-Ya. -dice Johanna; respiro profundo de Gustavo.
-¿Todo bien?
-Si. ¿Vámonos?
-¿Pero y Barrio Amor?
-No, vamos no más. Me duelen las piernas. Y además en vivo parece que no son muy buenos.
-Bueno, vamos. Igual estaba buena la música de Sonora Placeres.
-Pucha, entonces quedémonos.

-Jajaja. No, si estoy cansado también. Vámonos o más.