lunes, 8 de abril de 2013

Cuando los animales se creen Sherlock Holmes (cuento)


Cuando los animales se creen Sherlock Holmes
Patricio Escobar

–¡Ya poh albatros! ¿Hasta qué hora te esperamos? –exclamó la cordero.
–Ay, perdón, es que, pucha, espérenme un poquito, voy al baño rápido –respondió el albatros.
    La fiesta en la jaula del guepardo del zoológico metropolitano había terminado. Por todo el lugar solo quedaban restos de comida y botellas vacías de la noche anterior. Los invitados ya se habían marchado y solo quedaban unos cuantos rezagados que se disponían a irse a sus jaulas.
–Pucha el albatros. Si vas a hacer algo, hazlo ya. Mientras miraba al pato recoger sus cosas, te vi dar vueltas sin sentido –dijo la cordero.
–Yo ya estoy listo. Muero de hambre. Creo que vi un trozo de pescado por aquí… –dijo el pato.
       Mientras comía el pescado, el pato se puso a bailar al ritmo de una música imaginaria. Aleteaba alegremente y levantaba sus patas planas de manera alternada.
–Que bonitas estas figuras de mazapán, ¿quién las hizo? –preguntó la venado.
–La camello en un día en que el zoológico estuvo cerrado. Como no tenía nada que hacer, las hizo y quedaron de adorno –respondió la cordero.
–Pero hay que tener habilidad para ello. Quedaron bonitas. Los visitantes podrían llevarse una al finalizar su recorrido.
–Ya, volví, ahora podemos irnos –dijo el albatros.
–Menos mal. El pato ya estaba bailando, síntoma de locura –dijo la cordero.
      En ese momento, el albatros, la cordero, la venado y el pato toman sus pertenencias y caminan hacia la salida de la jaula del guepardo para irse a sus jaulas individuales. Pero la cordero, que era la última de la hilera, miró hacia atrás y vio un iphone sobre una silla.
–Wait! ¿A quién se le queda el celular?
–A mí no –responden los tres animales.
–Chuta, ¿y éste de quién será? –dijo la cordero tomando el celular en su pata izquierda.
–Yo lo vi desde hace rato acá. Estaba junto a una chaqueta negra –dijo una ardilla que apareció entre los escombros.
–No, pero la chaqueta era mía –dijo el albatros.
–Dejémoslo aquí en la jaula del guepardo. Estará seguro –dijo el pato.
–Pero si lo dejamos, el dueño o dueña va a tener que esperar hasta el próximo lunes para recuperarlo –dijo la cordero.
–¿Será de la golondrina? Ella vino anoche –dijo la venado.
–Pero también puede ser de la koala –replicó el albatros.
–Pucha, y tiene bloqueo con patrón, así que no puedo meterme a revisar los mensajes –dijo la cordero.
–Pero tiene la opción de llamada de emergencia –dijo el pato. –Llámame, el número va a quedar registrado en mi cel. Si es contacto mío, sabremos al tiro. Si no lo tengo agregado, buscamos ese número en la lista de números de los invitados que tiene el guepardo aquí en su jaula.
–¡Bakan! –dijo la cordero. –Dame tu número.
–Nueve, cuacktro, tres, cuacktro, cuacktro, seis, cuacktro, ocho.
–Nop. Me sale una grabación que dice “Este no es un número de emergencia”.
–¡Pucha! –dijeron los otros animales.
–Pero pensemos quién vino a la fiesta y descartemos quienes se fueron primero. Si hubiesen sido ellos, ya hubiesen regresado a buscarlo o hubiesen intentado contactarnos para pedirnos que lo guardáramos –dijo el pato.
–Veamos la lista de los números del guepardo, llamemos a quienes creamos que sea el dueño o dueña de éste celular y veamos con cual comienza a sonar –dijo el albatros.
–Yo creo que es de la golondrina –repitió la venado.
–¡Buena idea! –dijo la cordero. –¿Quién tiene plata para llamar?
–Yo la llamo –dijo el pato y comenzó a marcar el número de la golondrina viendo la lista.
–Porque ya la última opción sería llamar uno por uno los números de la lista de invitados –dijo la venado.
–Está marcando en este momento, pero el celular no está vibrando. No es de la golondrina –dijo el pato.
–¡Momento! –exclamó la cordero. –Miren, tiene la alarma activada a las 5am.
–¿A las 5 de la mañana? ¿Quién puede levantarse tan temprano? –preguntó el albatros.
–¡La caballo! –gritaron todos al unísono.
–Es la única energética que se levantaría a esa hora a, no sé, salir a correr o algo sano –dijo el albatros.
–Yo la llamo. Tengo el número de contacto –dijo el pato y, efectivamente, el iphone comenzó a vibrar con el mensaje “pato llamando”.
–Jajajaj, pero ¡qué detectivescos que somos! –dijo la cordero.
–Todos unos Sherlock Holmes –dijo el albatros.

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