Cuando los animales se creen Sherlock Holmes
Patricio Escobar
–¡Ya poh albatros! ¿Hasta qué hora te
esperamos? –exclamó la cordero.
–Ay, perdón, es que, pucha, espérenme un
poquito, voy al baño rápido –respondió el albatros.
La
fiesta en la jaula del guepardo del zoológico metropolitano había terminado.
Por todo el lugar solo quedaban restos de comida y botellas vacías de la noche
anterior. Los invitados ya se habían marchado y solo quedaban unos cuantos
rezagados que se disponían a irse a sus jaulas.
–Pucha el albatros. Si vas a hacer algo, hazlo
ya. Mientras miraba al pato recoger sus cosas, te vi dar vueltas sin sentido
–dijo la cordero.
–Yo ya estoy listo. Muero de hambre. Creo que
vi un trozo de pescado por aquí… –dijo el pato.
Mientras
comía el pescado, el pato se puso a bailar al ritmo de una música imaginaria.
Aleteaba alegremente y levantaba sus patas planas de manera alternada.
–Que bonitas estas figuras de mazapán, ¿quién
las hizo? –preguntó la venado.
–La camello en un día en que el zoológico
estuvo cerrado. Como no tenía nada que hacer, las hizo y quedaron de adorno
–respondió la cordero.
–Pero hay que tener habilidad para ello.
Quedaron bonitas. Los visitantes podrían llevarse una al finalizar su
recorrido.
–Ya, volví, ahora podemos irnos –dijo el
albatros.
–Menos mal. El pato ya estaba bailando, síntoma
de locura –dijo la cordero.
En
ese momento, el albatros, la cordero, la venado y el pato toman sus
pertenencias y caminan hacia la salida de la jaula del guepardo para irse a sus
jaulas individuales. Pero la cordero, que era la última de la hilera, miró
hacia atrás y vio un iphone sobre una silla.
–Wait! ¿A quién se le queda el celular?
–A mí no –responden los tres animales.
–Chuta, ¿y éste de quién será? –dijo la cordero
tomando el celular en su pata izquierda.
–Yo lo vi desde hace rato acá. Estaba junto a
una chaqueta negra –dijo una ardilla que apareció entre los escombros.
–No, pero la chaqueta era mía –dijo el
albatros.
–Dejémoslo aquí en la jaula del guepardo. Estará
seguro –dijo el pato.
–Pero si lo dejamos, el dueño o dueña va a
tener que esperar hasta el próximo lunes para recuperarlo –dijo la cordero.
–¿Será de la golondrina? Ella vino anoche –dijo
la venado.
–Pero también puede ser de la koala –replicó el
albatros.
–Pucha, y tiene bloqueo con patrón, así que no
puedo meterme a revisar los mensajes –dijo la cordero.
–Pero tiene la opción de llamada de emergencia
–dijo el pato. –Llámame, el número va a quedar registrado en mi cel. Si es
contacto mío, sabremos al tiro. Si no lo tengo agregado, buscamos ese número en
la lista de números de los invitados que tiene el guepardo aquí en su jaula.
–¡Bakan! –dijo la cordero. –Dame tu número.
–Nueve, cuacktro, tres, cuacktro, cuacktro,
seis, cuacktro, ocho.
–Nop. Me sale una grabación que dice “Este no
es un número de emergencia”.
–¡Pucha! –dijeron los otros animales.
–Pero pensemos quién vino a la fiesta y descartemos
quienes se fueron primero. Si hubiesen sido ellos, ya hubiesen regresado a
buscarlo o hubiesen intentado contactarnos para pedirnos que lo guardáramos
–dijo el pato.
–Veamos la lista de los números del guepardo,
llamemos a quienes creamos que sea el dueño o dueña de éste celular y veamos
con cual comienza a sonar –dijo el albatros.
–Yo creo que es de la golondrina –repitió la
venado.
–¡Buena idea! –dijo la cordero. –¿Quién tiene
plata para llamar?
–Yo la llamo –dijo el pato y comenzó a marcar
el número de la golondrina viendo la lista.
–Porque ya la última opción sería llamar uno
por uno los números de la lista de invitados –dijo la venado.
–Está marcando en este momento, pero el celular
no está vibrando. No es de la golondrina –dijo el pato.
–¡Momento! –exclamó la cordero. –Miren, tiene
la alarma activada a las 5am.
–¿A las 5 de la mañana? ¿Quién puede levantarse
tan temprano? –preguntó el albatros.
–¡La caballo! –gritaron todos al unísono.
–Es la única energética que se levantaría a esa
hora a, no sé, salir a correr o algo sano –dijo el albatros.
–Yo la llamo. Tengo el número de contacto –dijo
el pato y, efectivamente, el iphone comenzó a vibrar con el mensaje “pato
llamando”.
–Jajajaj, pero ¡qué detectivescos que somos!
–dijo la cordero.
–Todos unos Sherlock Holmes –dijo el albatros.
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