lunes, 7 de octubre de 2013

La caída (cuento)

La caída
Patricio Escobar

- Yo estuve ahí.
- ¿En serio, tatita?
- Si, mijita. Estaba sentado aquí mismo cuando el pantalón cayó desde esa cuerda de allí arriba.
- ¿Y no vio quién lo botó?
- No, mi niño. No lo botó nadie. Se cayó solito.
- Pero tata. ¿cómo se va a caer solo?
    Los tres hermanos miraban asombrados a su abuelo, quien inesperadamente revelaba este gran secreto. El anciano, de casi ochenta años de edad, había llegado al país cuando aun era adolescente directo desde el otro lado del mundo. Su cara, llena de surcos pero siempre sonriente, demostraba que estaba feliz con lo logrado en su vida. Sus ojos de color celeste brillaban cada vez que compartía un momento con sus tres nietos. Llevaba una camisa celeste a cuadros y mangas cortas, un pantalón de tela color claro y su característico jockey beige. Estaba sentado a la sombra en su banquito de madera sobre el que colocaba un par de diarios doblados y un delgado cojincito de esponja para hacerlo un poco más blando. Frente a sus cortas y arqueadas piernas, en el suelo, el regordete nieto con corte de pelela y uniforme escolar lo miraba con los puños en el mentón. De pie, apoyada en uno de los pilares de metal negro que afirmaba pequeño techo de plástico amarillo semi-transparente, la quinceañera y vanidosa nieta mayor de pelo muy crespo y ojos gruesamente delineados. Sentado en su rodilla izquierda y abrazado a su cuello, el pequeño y delgadísimo nieto menor, cuya frente mostraba un gran chichón que su madre había cubierto horas antes con pasta de dientes para que se sintiese más fresco.
- Se cayó solito, Pipe. Me acuerdo clarito que su tía lo había colgado junto con unas camisas afirmado con unos perros de madera -dijo apuntando con su mano derecha al cordel que iba de un extremo a otro del jardín, bajo el parrón del frente de la casa.
- Yo estaba aquí leyendo el diario y aplastando una que otra mosca con un matamoscas de plástico. De pronto sentí un pequeño ruido y vi así como en cámara lenta que el pantalón se arrugaba al chocar contra el suelo.
         Al decir esto, con su mano abierta hizo el gesto del pantalón cayendo al suelo. El movimiento hizo que unos pocos pelos cortitos de su barba rozaran la mejilla del nieto que tenía en su rodilla y éste se rascó.
- Pero tatita, si usted era de esa época y otra gente también ¿por qué nadie hizo nada para evitarlo?
- La verdad, Carlita, no había manera de saber que algo así iba a pasar. Yo siempre leía los diarios y tu tía veía las noticias en la tele a la hora de almuerzo, pero decían que todo estaba bien.
- La caída del pantalón es algo de lo que todavía se habla en el colegio. Si hasta parece que el próximo semestre vamos a verlo.
- Si poh, si yo me acuerdo que lo vi en mi curso con el profe Luciano.
- Jejeje. ¿Y se imaginaron que su tata estuvo justo en ese momento?
- Para nada.
- ¿Y qué pasó después, tatita?
- Bueno, como yo era el único que había notado la caída en el instante, me puse de pie, dejé el matamoscas en el banquito, me acerqué al pantalón y lo vi. Ahí estaba, arrugado en el suelo. Oscuro por la humedad en la parte de arriba, pero por las orillas ya se dejaba ver que por abajo estaba empolvado. Incluso noté que aún estaban puesto los perros de madera a la altura de las caderas.
- ¿Los perros quedaron puestos en el pantalón?
- Sip. Los dos, cerraditos, en el lugar original. -Los tres chiquillos seguían con la vista los movimientos de las añosas manos del anciano. -Miré alrededor y, como seguía siendo el único, me agaché y tomé el pantalón con mis propias manos.
- ¿Y como estaba? -preguntó Pipe, intrigadísimo.
- Mojado. Y embarrado por abajo.
     Hubo, entonces, una pequeña pausa silenciosa por la emoción y el asombro. Luego, el abuelo continuó:
- Fue entonces cuando apareció su tía, su mamá y unas vecinas y se llevaron el pantalón para adentro.
- Tatita... ¡y más encima usted fue el primero en tomar el pantalón después de caído!
- Sip. Pero es mejor así, que no se supiera. No me hubiesen dejado estar tranquilo en todo este tiempo.
- Oiga tata. Y ahora que nos contó, ¿puedo decirlo en el colegio cuando nos toque pasar la caída del pantalón?
- Jejeje. Pero claro, mijito. Aunque de todas maneras no le van a creer.

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