Tarjeta adicional ofrecida por el banco y que le
otorgaría el doble de puntos al titular siempre que éste y el destinatario de
ella tuviesen una buena relación.
Patricio Escobar
-Muy buenas tardes, soy
Marcela, ejecutiva del Banco Horizonte. ¿Tengo el gusto de hablar con el señor
Gustavo Salvatierra?
-Sip, con él.
-Muy buenas tardes, don
Gustavo. ¿Como se encuentra hoy?
-En perfectas
condiciones, señorita Marcela, y espero que usted se encuentre igual.
-Muchas gracias, don
Gustavo. Efectivamente me encuentro muy bien.
-Me alegra saberlo.
-Don Gustavo. Lo llamo
para informarle que el Banco Horizonte le hará entrega de una tarjeta de
crédito adicional a la que posee y que podrá dar a quien usted quiera de su
familia o conocidos. Con ella podrá acumular el doble de puntos en supermercados,
grandes tiendas y kilómetros aéreos. Le cuento además, don Gustavo, que esta
tarjeta viene con la última tecnología en seguridad al poseer un chip integrado
que almacenará toda la información de las compras que se realicen con ella. Don
Gustavo, solo necesito entonces que a continuación me dé la dirección de dónde
le gustaría que le vayamos a dejar la tarjeta, puede ser en una dirección
particular como también una comercial.
-Eh... De verdad está
muy atractiva la oferta, señorita Marcela, pero lamentablemente no tengo a
nadie a quien entregarle esa tarjeta, por lo que no estoy interesado por ahora.
-Pero don Gustavo, ¿de
verdad no tiene a un amigo o hermano a quien entregarle la tarjeta? ¿Una
polola... o pololo?
-Nopes. Muchas gracias
por considerar que puedo ser homosexual, pero no lo soy. Y no, no tengo polola.
-¿...y su papá o su
mamá?
-Muchas gracias por
recordarlos, pero mi padre falleció hace tres años y mi mamá hace dos semanas.
-Oh.
-Sip. Como verá, estoy
solo contra el mundo. Y, ahora que lo pienso, igual no soy tan mal partido.
Soltero, sin hijos, profesional, con casa y auto, sin padres (por lo tanto, sin
suegros para una posible novia), no tengo amigotes con los que salir a
carretear y curarme... y feo no soy. Creo.
-Y joven, según lo que
veo en sus datos.
-¿Más que usted?
-No. Usted es un poco
mayor que yo, don Gustavo.
-Mhm.
-...
-¿Tiene pololo, señorita
Marcela?
-Eh... no. Estoy
soltera.
-¿Hijos?
-Quiero, en algún futuro
no muy lejano.
-¿A que hora termina su
turno, señorita Marcela?
-Hoy, a las ocho de la
noche.
-Si la paso a buscar,
¿le gustaría ir a tomar algo?
-Je. Bueno.
-Muy bien. ¿Donde está
su call center?
-598 de la calle
Torrealba, en el sector oriente de la capital.
-Perfecto. La llamaré
cuando esté afuera del edificio. Iré en mi auto, que es un station
negro.
-Ok.
-Entonces, nos vemos en
unas horas más, señorita Marcela.
-Nos vemos, don Gustavo.
Gustavo y Marcela se juntaron esa noche a la salida del call
center y se fueron a tomar unos tragos a un pub cercano. Conversaron
hasta altas horas de la madrugada. Hablaron de sus gustos, hobbies,
libros preferidos y bandas favoritas. Cuando el reloj marcó las tres de la
mañana, Gustavo fue a dejar a Marcela a su casa en auto. Fue una muy buena
primera cita. Al mes siguiente, Gustavo llamó a Marcela por teléfono y le
ofreció la tarjeta de crédito adicional que el banco le había entregado. Dos
meses después, Marcela llamaba a sus amigas y se refería a Gustavo como
“pololo”. Al sexto mes, Gustavo pidió por teléfono a Marcela que se fuera a
vivir con él en su departamento. Al octavo mes, llamaron a una persona que
había publicado un aviso en Internet y adoptaron un pastor alemán al que
bautizaron como Bruno. Al décimo mes, Gustavo habló con su ejecutiva, pidió un
crédito, y compró un auto nuevo a nombre de Marcela. Al año siguiente, Gustavo
le pidió matrimonio a Marcela por teléfono. Dos años más tarde, Marcela leyó un
mensaje de texto en el celular de Gustavo mientras él se estaba duchando y supo
que él tenía una amante. Tres años más tarde, Marcela llamó a Gustavo:
-¿Gustavo?
-Marcela.
-Te llamaba para
coordinar la firma de los papeles de divorcio.
-Bien. Estaba esperando
tu llamada. Yo puedo cualquier día y mi abogado también.
-Perfecto. Dejémoslo
para el próximo miércoles a las 11 am en la oficina de mi abogada de avenida
Constitución, ¿te parece?
-Sip. Ningún problema.
-Bien. Ah, a todo esto,
Gustavo...
-Dime, Marcela.
-Por correo te mandé tu
tarjeta de crédito adicional. No pienso seguir acumulándote puntos en tu club.
-Gracias.
-Que estés bien,
Gustavo.
-Tu igual, Marcela.
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