sábado, 9 de noviembre de 2013

Oda a la inexperiencia (cuento)

Oda a la inexperiencia
Patricio Escobar


         Creo que nunca me lo había preguntado, pero me parece que la amaba porque se lavaba los dientes en las mañanas y después de comer. También porque colocaba un cara de gusto cuando comía sus platos favoritos. Al peinarse, lo hacía de manera que su peineta recorría el largo de su cabello, desde su cabeza hasta la punta de sus mechones. Me gustaba mirar su pelo de cerca. Cada uno de ellos era tan similar a una hebra de hilo de coser. Y su caminar... era tan único, colocando un pie primero y luego el otro, antes de volver a repetir el ciclo. Y siempre lo hacíamos por veredas, parques y escaleras de la ciudad. Cuando me tomaba la mano derecha, lo hacía con su mano izquierda y sus dedos ocupaban exactamente los espacios entre los míos; éramos tan complementarios. Tenía las manos frías, y a veces cálidas, dependiendo de qué tan cerca las tenía de una estufa o del agua caliente. Su piel era tan especial pues olía a jabón después de bañarse o a crema después de echarse. Sus ojos me miraban paralelos cuando estábamos de frente, y solo dejaban de mirar cuando pestañeaba o dormía. Cuando dormía, yo lograba escuchar su respiración... y todo su cuerpo se relajaba de manera horizontal, aunque a veces también sentada cuando se dormía en el sillón. Sus hombros eran únicos. Partían desde su cuello y caían como una delicada ladera hasta que comenzaban sus brazos. Ambos. Su sonrisa... casi siempre dejaba ver sus dientes al interior de su boca cuando sonreía, aunque otras veces sus labios solo hacían una curva hacia arriba en dirección a sus mejillas. Y cuando estaba triste, se le notaba en los ojos: usualmente miraba hacia abajo, o caían gotas que emanaban de sus lagrimales si la tristeza era mucha. También era misteriosa, porque lágrimas parecidas caían también cuando estaba muy alegre. Era tan especial. Hasta que me dí cuenta que todas las mujeres hacían exactamente lo mismo... y así sin más, la dejé de amar. O quizá nunca la amé. Ahora vivo con temor de no saber si lo que pueda sentir es amor, o simple inexperiencia. 


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