lunes, 15 de abril de 2013

Carta de M… (cuento)


Carta de M… a las personas del mundo desde la prisión de Cebongan, Indonesia, Junio de 2053 (traducción al español)


Estimados amigos,
Recientemente he sido informado acerca de la noticia de que todos ustedes me han otorgado el título honorífico de Ciudadano Ilustre de la Humanidad. Sinceramente, no creo que exista manera satisfactoria de expresar mediante palabras el placer que siento en estos momentos. Dadas las circunstancias actuales, sólo se me permite comunicarles mediante éstas breves líneas mi gratitud pero créanme, amigos míos, que mi felicidad va mucho más allá de lo que ustedes puedan imaginar de éstas palabras.
Sin embargo, tengo la necesidad de aclarar que las cosas que les he revelado y que han causado tanto mi actual situación judicial como el galardón que ustedes me han concedido, no ha surgido de mi propio conocimiento, sino que más bien se me fue revelado hace unos años atrás. Me gustaría, por lo tanto, relatarles los acontecimientos durante los cuales yo recibí el conocimiento que, espero, signifique que la humanidad finalmente llegue a conocer el bienestar universal.
Corrían los primeros años del siglo XXI cuando, con la compañía de tres de mis mejores amigos, me dirigía a un festival al aire libre a las afueras de mi ciudad natal. Tanto yo como mis compañeros recientemente habíamos cumplido la mayoría de edad, por lo que nos sentíamos con la energía característica de la juventud más la independencia propia de la adultez. Para llegar al lugar en donde se llevaba a cabo el festival, debíamos manejar a través de la carretera que se sitúa junto al aeropuerto de la ciudad. Sin embargo, y a pesar de la tecnología que existía a nuestra disposición en ese tiempo, equivocamos la ruta y terminamos en un camino que nos llevó al viejo internado religioso abandonado que en sus últimos años había funcionado como museo de objetos e imágenes eclesiásticas.
Como aún teníamos tiempo de llegar al festival, mediante común acuerdo nos dimos la libertad de entrar al terreno al que habíamos llegado a pesar de que estaba claramente señalizado como “recinto privado” y “peligro de derrumbe” y así poder curiosear. Entramos por una abertura en la alambrada principal y, luego, por una ventana rota al edificio mayor de lo que fue el internado. Todo estaba oscuro. El aire estaba denso por el polvo de los años y olía a encierro y madera vieja. El silencio casi total era solo interrumpido por nuestros pasos y por el viento que se colaba por las tablas rotas de las ventanas. 
Nos encontrábamos recorriendo el lugar cuando uno de mis amigos sintió la necesidad de romper un vidrio oscurecido por el tiempo que no permitía mirar con claridad el contenido de una especie de vitrina. El sonido del cristal roto cayendo al piso de madera retumbó por todos los pasillos de la casona haciendo parecer que otros cien cristales se rompían a lo ancho y largo de la casona. Cuando el ruido se detuvo, nuestros ojos quedaron fijos en lo que había al interior de la vitrina: estatuas religiosas que representaban personas con laceraciones en pies y manos sufriendo condenas mortales, ángeles guerreros atravesando demonios bajo sus pies con lanzas, mujeres con cara de sufrimiento, llorando, dirigiendo sus ojos hacia arriba y muchas otras figuras que nos hicieron sentir un profundo terror. Mis tres amigos tuvieron la instintiva reacción de salir corriendo del lugar, pero yo no me sentí con la fuerza para hacerlo. En cambio, una extraña sensación me hizo caminar de manera casi involuntaria hacia otra habitación. 
Llegué a una amplia sala y me detuve en el centro de ésta. Aunque en mi interior yo estaba muerto de miedo y solo quería arrancar, mi cuerpo no lograba moverse a la par de mis pensamientos. Entonces, apareció frente a mi la figura de una joven, de aproximadamente mi misma edad, vestida con una túnica blanca. Su rostro me pareció extrañamente conocido. Con una suave voz, casi infantil, me dijo que era mi hermana gemela quien había muerto pocas horas después de nacer y cuya existencia mis padres nunca me habían revelado. Me explicó que, por haber irrumpido en este lugar, a continuación sería enjuiciado. 
Apareció frente a mí en ese instante una especie de estrado con figuras que no logré distinguir, pero sus voces eran gruesas y fuertes y repercutían en el gran salón. Una voz dijo “¿será tu castigo algo simple y pueril como ser comido por un tiburón?”. Una segunda voz dijo “¿O quizás dedicar por completo tu vida a las creencias religiosas, abandonando todos los placeres terrenales existentes?”. La suave voz de quien se había identificado como mi hermana gemela susurró a mi oído diciendo “Sea cual sea la decisión, acéptala y rinde tu alma. En realidad no es un castigo lo que te darán, sino un beneficio”. Entonces, haciendo caso del consejo de esa dócil voz, en mi interior acepté cualquier determinación que se tomara. Sentí, entonces, que mi cuerpo comenzaba a flotar en el aire boca arriba. Cerré mis ojos, abrí mis brazos y junté mis piernas. La tercera voz dijo “Entonces, se te dará a conocer y deberás cargar de ahora en adelante con la verdad última de la vida. Solo podrás revelarla a la humanidad dentro de diez años. Por darla a conocer públicamente, serás agradecido por muchos, pero también odiado por otros”. A los pocos segundos, sentí el frío suelo de madera tocando mi espalda. Abrí los ojos, me senté y miré alrededor; no había nada, excepto mis tres amigos, atónitos, mirándome desde la entrada del salón. Me dijeron que me habían visto levitar completamente solo, iluminado solamente por un haz de luz que se colaba desde el exterior por una abertura en el techo. Después de eso, simplemente salimos del lugar y les pedí que no mencionaran a nadie lo sucedido por algún tiempo, hasta que yo les indicara.
Fue de esa manera, entonces, cómo obtuve el conocimiento que hace cuarenta años les revelé. Hoy que celebro setenta años de edad, puedo confirmar que se ha cumplido todo lo prometido: muchas personas han aceptado mis palabras, mientras que muchas otras las han renegado. He vivido más de treinta y siete años tras las rejas por mis dichos y, aun cuando he sido solo un conducto de ese saber, estoy muy agradecido de vuestro reconocimiento hacia mi persona pues tengo la más plena certeza de que la verdad saldrá triunfante y mi revelación logrará el cometido original de conseguir la felicidad en todo el mundo.

Que la paz esté con todos ustedes.

M…



Cronología de los hechos.
1984 – Nacimiento de M…
2003 – M… (19 años) recibe conocimiento en antiguo internado.
2013 – M… (29 años) revela públicamente el conocimiento creando gran conmoción en el mundo entero.
2017 – M… (33 años) es enjuiciado y enviado a prisión por sus opositores.
2053 – M… (70 años) recibe el título honorífico de Ciudadano Ilustre de la Humanidad y escribe carta la de agradecimiento.

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