Kalinka
Patricio Escobar
-Mira, un nuevo restaurant. ¡Y dice que es de comida rusa!
-Que entrete. ¿Vamos a conocerlo?
-Ya poh. Aprovechemos que es casi la hora de almorzar. Ojalá
no haya mucha gente.
Ambos pololos,
profesionales jóvenes y curiosos caminando de la mano por el centro de la
capital, deciden entrar en el local de comida rusa que estaba a un par de
cuadras del edificio donde ella estaba arrendando. Al empujar la mampara, el
joven nota que un hombre detrás del mostrador se saca rápidamente unos guantes,
se coloca un delantal blanco y comienza a caminar hacia ellos. No habían más
comensales, así la pareja tuvo la libertad de escoger la mesa que más les
agradaba respecto a luz y distancia con los ventiladores: a ella siempre le
había gustado sentarse más cerca de la salida para obtener la luz y calor del
sol y a él siempre le había gustado sentarse lejos de los ventiladores de techo
pues se imaginaba que podrían caer sobre él.
-Buenas tardes. ¿Qué se quieren servir? -pregunta el mozo,
un hombre que no luce ruso en absoluto. Es de unos cuarenta años de edad, alto,
pelo oscuro y un rostro cuya piel se ve gruesa y curtida por el sol.
-Qué raro él... y qué forzada su sonrisa -piensa la
muchacha.
-Veamos -dice el joven, mientras ambos toman las cartas que
estaban paradas en medio de la mesa y comienzan a revisar los platos. Al notar
que todo estaba en ruso, el muchacho agrega:
-Chuta, no entiendo nada. ¿Qué es Troikalomanova?
El mozo sube
su rostro y mira unos Shapkas que estaban colgando en lo alto de la
muralla hacia su derecha.
-Eso es... carne, papas fritas y huevo.
-Entonces ¿es como un bistec a lo pobre, pero sin cebolla?
-Eh... claro.
-Mira tu -dice el joven a su polola, quien estaba sentada al
frente suyo, también estaba mirando una carta. -¿Y qué es Karasputnik?
-Eso es... un sándwich de jamón, lechuga y... tomate
-respondió el mozo después de realizar la misma maniobra.
-Mmm... no es muy novedoso -dice la muchacha -¿Y qué es este
Romanikoff?
-Eso es... como un puré con carne al... carne frita.
El mesero mira
en dirección al mostrador, la joven ve que alguien desde dentro de la cocina
hace unos gestos con las manos y entonces el mesero agrega:
-Pero en este momento no nos queda.
-Ah OK... ¿Y entonces Unespetzinov? -pregunta el
joven.
-Eso es... arroz con huevo y.... pollo.
-¡Pero que platos más simples! Yo pensé que la comida rusa
iba a ser algo más exótico -dice el muchacho, cerrando la carta y dejándola
sobre la mesa. Mira al mozo como esperando una reacción y éste solo sonríe y se
encoge de hombros como queriendo decir es lo que hay.
-¿Vamos a comer algo a la casa mejor? -pregunta la
chiquilla.
-Si, vamos. Muchas gracias de todos modos.
-No hay problema -responde el mozo, ahora si con una sonrisa
que a la muchacha le pareció verdadera.
Ambos jóvenes
se ponen de pie, corren las sillas hacia debajo de la mesa y caminan en
dirección a la salida del local. Una vez en la vereda, ven que el mozo cierra
la mampara con seguro y gira el cartel de Abierto a Cerrado.
-Uff.... casi nos pillan.
-¡Uta, Julio, ¿No cerraste la puerta?! -grita el hombre
desde la cocina.
-¡Se me había olvidado! Pero ahora la cerré.
-Ya, filo. Terminemos y vámonos al toque.
El dueño y la
mesera del restaurant están en ese momento en el suelo detrás del mesón, boca
abajo, amordazados y atados de pies y manos.
-Que’ate cuidándolos, saca la plata de la caja y yo voy a
revisar si es que tienen más atrás.
-Dale. Rápido si po’ -dice Julio a la vez que se saca el
delantal blanco y lo deja sobre el mesón y se vuelve a colocar los guantes.
Camina hacia
la caja, abre la registradora y comienza a contar los billetes.
-Mario, aquí hay como veinte no más. ¡El resto son puras
mone’as!
-Piola. Acá encontré calugas grandes. Pásame la mochila.
-Hola, buenas. Quisiera dar aviso de un delito que está
pasando en este mismo momento -dice el muchacho.
-¿Y qué delito sería? -pregunta el oficial a la entrada de
la estación de policías.
-Un asalto a un restaurant de comida rusa que está a dos
cuadras de aquí -responde la joven.
-¿Y me dice que lo están asaltando ahora?
-Así es. Con mi polola acabamos de entrar al local y uno de
los ladrones quiso hacerse pasar por mesero. Al menos son dos los asaltantes.
-¿Y los dependientes del local?
-No los vimos. Tampoco sabemos si los delincuentes están
armados o no, aunque es muy probable.
-Ya, tamo’ listo’. ¿Revisaste bien si no habían cámaras?
-Si, no hay na’. Vamo’ no ma’.
-Yo llevo la mochila. Viremo’
Julio mira
hacia la calle a través de la mampara, abre el seguro y ambos salen caminando
normalmente hacia la derecha.
-¡Alto ahí! ¡Las manos arriba!
Cuatro
oficiales de policía los apuntaban desde la izquierda. Mario y Julio levantan
los brazos y dos de los oficiales se acercan hasta quitarles las pistolas que
cada uno lleva en sus diestras.
-Sip, son ellos -dice el joven.
-El alto es el que hizo de mozo. El otro estaba en la
cocina.
Los oficiales
esposan a los ladrones y los otros dos entran al restaurant, en donde
encuentran al dueño y la mesera detrás del mesón.
-¿Cómo supieron que eran ladrones? -pregunta uno de los policías
a los jóvenes.
-Fueron varios factores -dijo el joven. -Primero, el mesero
no tenía cara de ruso.
-Cuando entramos, el tipo se sacó unos guantes de cuero, se
puso el delantal y no tenía taco ni lápiz para anotar el pedido. Un mesero no
usa esos guantes y siempre anda con delantal y taco.
-Cuando le preguntamos por los platos, el miraba hacia
arriba y a la derecha, gesto que se hace cuando se miente y no cuando se
recuerda.
-El menú estaba en ruso por delante y en español por detrás,
cosa que noté cuando miré la carta que tenía mi polola que estaba sentada
frente a mi. Entonces, me di cuenta que la descripción del primer plato que me
dio el mozo no era lo que decía en la carta, así que pregunté por un segundo
plato, el que tampoco coincidió.
-Cuando pregunté por el tercer plato, cuya descripción
tampoco resultó ser lo que decía en la carta, vi que el supuesto mesero miró
hacia la cocina y el supuesto cocinero (que tampoco lucía como ruso) hizo el
gesto de tijera con la mano que significa “cortar” y después ondeó ambas manos
como diciendo “que se vayan”.
-Cuando pregunté por un cuarto plato, Unespetzinov, que no estaba en la
carta y que de hecho ni siquiera es el nombre de un plato sino que es un tipo
de tumor que leímos en un libro hace algún tiempo, ya comprobamos que ellos no
eran realmente dependientes del restaurant.
-Cuando
nos retiramos del local, el mesero mostró una sonrisa verdadera, diferente a la
que nos dio al principio, como si estuviese feliz de que nos fuéramos aún
cuando no habíamos consumido nada.
-Y
finalmente, cuando salimos del local, el mesero cerró la puerta con seguro y
puso el cartel de Cerrado aún cuando comenzaba a ser la hora de almuerzo
y los clientes deberían haber empezado a llegar en masa.
-Yu
pípol -dijo el policía después de una pausa, -yu pípol rul.
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