sábado, 26 de octubre de 2019

La revolución de los 30 pesos

La revolución de los 30 pesos
(Con melodía de El Derecho de Vivir en Paz de Victor Jara)

Juntos vamos a exigir derechos para vivir:
Igualdad, educación, salud y jubilación.
Ningún cañon callará nuestras ganar de gritar
El derecho de vivir en paz.

Porque Chile despertó, escucha corrupto opresor,
Como revienta la voz de una multitud sin final
Es el canto universal que nadie nos podrá robar
El derecho de vivir en paz.

Alamedas se abren ya y libres podemos andar
Obrero y profesional, un nuevo Chile a crear
La guerra fue solo un rumor, ya no sentimos temor.
El derecho de vivir en paz.

miércoles, 20 de abril de 2016

Los vecinos de Benedetti

Los vecinos de Benedetti
Patricio Escobar


¿Cuál va a ser tu legado a la humanidad?
¿Cuál va a ser el mío?
Si en el futuro encuentran nuestros nombres en un trozo de papel quemado y los buscan en la enciclopedia virtual del año 3506, ¿habrá algún resultado?
¿Serás la escritora de un libro de lectura obligatoria de colegio? ¿Seré el compositor de una canción famosa y pegajosa? ¿Seremos los inventores de una teoría o ley física? ¿Seré acaso el autor de un poema que los futuros niños repetirán de memoria desde su educación pre-escolar? ¿Serás la mujer de letras que murió defendiendo la mayor biblioteca que la humanidad haya conocido? ¿Seré el líder de una nueva religión que ordenó atacar a la biblioteca y quemar todo su contenido por hereje? ¿Seremos líderes de la paz o del medio ambiente? ¿Seremos villanos, tiranos, genocidas? ¿Seré uno de los alumnos que compilaron y publicaron póstumamente las enseñanzas de un profesor? ¿Seré el profesor que murió sin saber que mis alumnos publicaron mi teoría compilada? ¿Serás una pintora que murió en la inopia sin saber que los cuadros que nunca vendiste por “feos” y “raros” ahora son expuestos en el mayor museo de arte de la humanidad? ¿Seré el nombre de un capítulo completo de los libros de historia? ¿Habrá una estatua mía? ¿Habrá muchas? ¿Habrá un parque con tu nombre? ¿Una comuna, una calle, un pasaje? ¿Moriré sin saber que viajé y descubrí un nuevo continente? ¿Seremos los primeros humanos que volaron sin máquinas? ¿Estará tu perfil en una moneda? ¿Seré el cura rebelde que luego la iglesia canonizó? ¿Serás una famosa actriz? ¿No tan conocida? ¿Seré el director de una película de culto? ¿Serás la guionista de una teleserie? ¿Seré quien plantó el último árbol que queda en la ciudad? ¿Tu nombre será conjugable en pretérito? ¿Mi apellido se pluralizará? ¿Serás parte del equipo que viajó a otro planeta a colonizar?

¿O simplemente no habrá resultados y seremos tan desconocidos como los vecinos de Benedetti?

martes, 4 de noviembre de 2014

El primer crononauta (cuento)

El primer crononauta
Patricio Escobar


- Lo primero que me hizo pensar en lo malo que iba la humanidad, fue cuando me abrieron el vehículo y me robaron lo que había en el interior. Eso fue en el verano del 2031. Había salido a comer con mi pareja y, mientras estábamos en el restaurant, alguien desactivó la alarma, voló la chapa de la puerta trasera, la abrió y se llevó lo que ahí estaba. Claro, habían cosas materiales que eran fáciles de recuperar, pero también habían pertenencias y recuerdos cuyo valor comercial no era tanto, pero su simbolismo familiar las hacía imposibles de restablecer.
- ¿Y dónde habías dejado estacionado el vehículo?
- En la calle, a pocos metros del restaurant. Pero ese es justamente el punto. En ese momento pensé que no debería haber existido diferencia entre estacionar en la calle o en un lugar cerrado, simplemente no deberían haber existido personas que intentaran abrir los vehículos ajenos para robar. Eso es algo que la sociedad no estaba considerando y, muy por el contrario, estaba ya tomando por defecto. Mis padres, por ejemplo, no tendrían que haber colocado rejas y vidrios blindados en su negocio para defenderse de los delincuentes, porque simplemente ¡no deberían haber existido delincuentes!
- Cierto. Por favor, continúa.
- Fue en esa época, más o menos, cuando supe de la Organización por la Paz Mundial, la semilla de lo que actualmente es nuestra Sociedad Pacifista Universal, y me uní junto a mi pareja como voluntarios para sus investigaciones en sicología y expansión del mensaje de paz global. Sin embargo, y a pesar de todos nuestros esfuerzos, la humanidad avanzaba a pasos gigantescos a la perdición. Era cosa de ver diariamente los reportes noticiosos sobre los hechos de violencia ocurridos para darse cuenta que nuestros esfuerzos estaban siendo insuficientes. Entonces, con mi novia, tomamos una decisión que si bien nos causó mucho dolor, fue algo que nos hizo tranquilizar y enfocarnos ciento por ciento a la causa de la OPM: decidimos que sería muy cruel de nuestra parte traer al mundo una nueva vida, hacer que una nueva criatura en su estado más puro se enfrentara a esta desastrosa realidad, así que no tendríamos hijos.
- Conociendo a ustedes dos, debió ser una decisión difícil.
- Muy, muy difícil. Ustedes, que nos conocen desde que nos unimos a la OPM, recordarán cuando ansiábamos tener un niño o niña. Fue un acuerdo al que nos tomó meses en llegar, pero concluimos que era lo más sano. Esta “humanidad” estaba siendo cada vez más “deshumana”.
- ¿Qué pasó después?
- Dedicados por completo al programa pacifista, intentamos mejorar la situación mundial, pero al parecer las cosas estaban destinadas a continuar empeorando. Fue en abril del 2036 cuando estalló una nueva guerra en el oriente medio. Pero esta guerra, como ustedes saben, sería algo diferente a las anteriores. Los hechos de violencia se expandieron desde esa región y los países orientales y occidentales comenzaron a tener participación directa. En julio de ese mismo año, ya no cabía duda que nos enfrentábamos a una nueva guerra mundial. La cantidad de destrucción de los meses siguientes fue horrible. El número de muertos y heridos producidos por las nuevas armas de destrucción masiva de las potencias mundiales resultó ser abominable. Nuestro programa pacifista nunca se vio más aminorado ante esas dantescas cifras. Y lo peor vino a ser la reacción de las personas en nuestras ciudades: los enfrentamientos bélicos se concentraban en Europa y el medio oriente, pero acá la anarquía comenzó a tomarse nuestras calles. Muertes y saqueos totalmente innecesarios dejaron a la luz el lado más oscuro del corazón humano. Ese rincón de miedo y maldad que habita en lo más profundo del ser salió a apoderarse de nuestra sociedad. 
- Todos en este consejo hemos sufrido esa violencia. A unos nos han asesinado parientes, a otros nos han atacado al punto de casi darnos muerte. Ustedes mismos fueron víctimas de esa violencia.
- Así es. Una tarde de enero del año siguiente, el 2037, llegando a casa desde el instituto central de la OPM, un grupo de anarquistas me tomó por sorpresa al intentar entrar mi vehículo al garage. Me lanzaron una molotov, la que entró por la ventana del copiloto, y explotó a mi lado. De inmediato me vi envuelto en llamas. Abrí como pude mi puerta y me arrojé al suelo para rodar y tratar de apagar el fuego. Sentí como mi cara y manos ardían, y mi ropa cada vez más se deshacía en cenizas. Segundos después, el grupo de delincuentes apagó con arena el fuego que me envolvía, me levantó de los brazos y me introdujo a la casa. La piel se salía de mi cuerpo acompañada de un dolor intenso. A pesar de que mi rostro estaba monstruosamente quemado, al igual que toda la piel de mi cuerpo, pude ver desde el piso, con dificultad y con espanto, lo que estos individuos hicieron dentro de mi hogar. Destruyeron todo lo material, orinaron y defecaron en el sector del living y pintaron consignas en las murallas. Pero lo peor vino al final: un par de ellos subió al segundo piso, encontraron a mi novia que se encontraba en la habitación, la bajaron al living, le rompieron su ropa, frente a mis ojos la violaron y la golpearon una gran cantidad de veces, con un cuchillo le sacaron todo el cuero cabelludo de su cabeza dejando al descubierto un ensangrentado cráneo, la patearon en el suelo, y finalmente le abrieron el abdomen con una navaja y la dejaron desangrarse sobre la alfombra. Después de eso, uno de los individuos se me acercó mientras yo sollozaba del dolor y la angustia y con un trozo de madera me golpeó fuertemente en brazos y piernas hasta quebrármelas y finalmente me dio un duro golpe en la cabeza con lo que perdí el conocimiento. Solo tiempo después de mi recuperación vine a saber lo que la autopsia reveló: mi mujer tenía 2 meses de embarazo cuando la asesinaron. Sobreviví gracias al avance médico y al personal del hospital que puso todo su esfuerzo en salvarme. En esos largos meses de recuperación, recordando el infame suceso que había vivido y viendo las espantosas imágenes de la guerra y la violencia desatada alrededor del mundo transmitidas por los noticieros, no dejé de pensar cómo la humanidad había llegado a tal punto de maldad. Violencia, saqueos, golpizas, asesinatos, violaciones, actos sin motivo aparente. ¿Es que absolutamente nadie en toda la historia había dado a los hombres un mensaje de paz al ver el mal camino que estaba tomando la sociedad?
- Entonces tuviste la idea.
- Exacto. No teníamos la tecnología en ese entonces, pero ésta se fue desarrollando con los años a la par con mi recuperación física. La medicina me salvó, recuperé mi piel y mis extremidades volvieron a funcionar sin problemas. Incluso se desarrollaron medicamentos para mejorar enfermedades que hasta ese entonces no tenían cura. Por otra parte, la ciencia logró fabricar objetos y máquinas que en generaciones pasadas sólo hubiesen sido parte de textos de ciencia ficción. Desde ese entonces hasta ahora, desarrollé el proyecto que ustedes, el consejo de representantes de la Sociedad Pacifista Universal, tienen en sus manos.
- Para que quede en los registros, explícanos brevemente en qué consiste este proyecto, por favor.
- Considerando que la sociedad ha llegado a lo que se cree un “punto de no retorno” respecto a su violencia y deshumanización (los expertos de nuestra organización aseguran que nos encontramos a un paso del auto-exterminio), y que además los avances científicos y tecnológicos han logrado desarrollar una máquina que logra desplazarse a través del espacio temporal, he concluido que la única manera de salvar a la humanidad es enviar a alguien al pasado que lleve un mensaje de paz y que logre dirigir a los hombres por un buen camino, diferente al de la violencia y destrucción actual.
- Supongo que entiendes que el hecho de influir en una realidad pasada podría afectar a la realidad actual, incluso modificarla a extremos tales que, literalmente todo lo que tu vez ahora, no exista.
- Es una de las posibilidades, y es por eso que lo mejor es que la decisión final de este proyecto sea tomada por ustedes, el consejo en pleno de representantes de la SPU.
- Y es por lo mismo que nosotros hemos deliberado cerca de dos años esa decisión. La conclusión es que, si la humanidad ya se encuentra en el peor punto al que podría llegar, cercana a la aniquilación, tu propuesta significa una nueva esperanza para ella con implicancias que podrían mejorar la realidad humana actual, por lo que fue aceptada y nosotros, el consejo de representantes de la SPU, tomaremos cualquier responsabilidad que este proyecto signifique a la historia del hombre.
- Muchas gracias.
- Hemos decidido, además, que tu mismo seas quien tenga la obligación de llevar al pasado el mensaje de paz que signifique este gran quiebre en la historia.
- Recibo y acepto esa tarea con gusto y mucha seriedad. He estudiado a fondo las circunstancias de este viaje al punto de concluir tiempo y lugar ideal al cual viajar. Todo lo que se refiere a idiomas, costumbres y vestimentas de la época ya está preparado, así como también el mensaje a entregar, los discursos y otros factores para tal propósito.
- ¿Cuál será, entonces, el destino de este viaje?
- Lo ideal es un país del oriente medio, muy cercano al origen mismo de la última guerra mundial. De esa manera en el pasado lograríamos expandir al mundo el mensaje de paz desde el mismo punto en que en nuestra realidad se expandió la violencia que llevó a su destrucción.
- ¿Y cuál será la época?
- En una primera instancia pensé en unos pocos años antes del estallido de la guerra pero, considerando que la violencia en ese tiempo ya estaba arraigada en la sociedad y que la cercanía tecnológica de ésa época podría producir recelo y dudas ante la tecnología que yo desplegaría, dicha época fue descartada. Consideré también que un tiempo muy antiguo sería demasiado arriesgado para viajar; la falta de conocimiento actual que tenemos de esas épocas podría ponerme en dificultades. Concluí entonces que la mejor época es una lo suficientemente antigua como para no encontrar tanta violencia en la sociedad, de la que efectivamente tengamos conocimiento y registros históricos como para saber de su cultura, y cuyo desarrollo tecnológico no sea avanzado como para llegar a conocer la ciencia que yo transportaría.
- ¿Cómo darás a conocer el mensaje de paz?
- De la manera tradicional. Hablando públicamente. Me haré pasar por un individuo de la época, de edad adulta y apariencia regular, y comenzaré a explicar el mensaje a la gente que desee escuchar en las calles.
- Las personas de esa era quizá no comprendan el lenguaje avanzado que llevarás.
- Hablaré con palabras simples y daré a entender el mensaje de paz con ejemplos cotidianos de su época y cultura.
- ¿Y el resto del mundo?
- Seleccionaré y me rodearé un grupo de personas que aprendan el mensaje y lo expandan a otras regiones del globo después de mi.
- ¿Cómo llamarás la atención de la gente para que te escuche?
- Con nuestra ciencia. La tecnología y la medicina me han dado herramientas suficientes para provocar efectos desconocidos en ésa época. Podré sanar enfermedades consideradas mortales en esos años, curar enfermedades a la piel, huesos y órganos internos, problemas visuales y auditivos, epilepsias y hasta incluso catalepsias. Al ver esos resultados, escucharán y creerán en el mensaje de paz. Sanación y paz van de la mano. Después de todo, quienes han desarrollado esa ciencia son principalmente personas pacíficas de nuestra época. Los convenceré que la salvación de la humanidad depende de seguir el camino de la paz.
- Creerán que eres una deidad.
- Me preocuparé de dejar en claro que soy un hijo de la vida, tal y como todos los demás, solo que tendré conocimientos y habilidades más avanzadas, pero que a fin de cuentas la humanidad logrará alcanzar si llegan a tomar el camino de la paz.
- De todas maneras habrá violencia en esa época. Puede que algunos estén en contra de tu mensaje y te persigan, o que algunas autoridades consideren como amenaza tus habilidades y conocimiento. ¿Cómo los enfrentarás?
- Si llego a ser perseguido y atacado, me sacrificaré. Situación que incluso resultaría muy a nuestro favor. Utilizando la ciencia les haré creer que me han matado con su fuerza, pero al “revivir” les demostraré que su violencia es estéril ante el poder de la paz que habré promulgado. Mientras más violencia ocupen contra mí, más inútil quedará demostrada que es. Luego, volveré a nuestro tiempo.
- Te recuerdo que, al volver, puede que no encuentres nada de lo que ahora ves. Que todo lo que hagas en el pasado repercuta modificando nuestro presente.
- Lo tengo claro. Pero es un precio que tanto yo, y al parecer todos ustedes, estamos dispuestos a pagar. De verdad, os digo, existiendo la más mínima posibilidad que la humanidad resultante sea mucho más pacífica y bondadosa que la que tenemos ahora, nuestro sacrificio será retribuido.
- Muy bien. Nos parece que ya está todo dicho.
- Me despido entonces de ustedes. Me demuestro además muy agradecido por la confianza que han depositado en mi.

- Te agradecemos también por todo el trabajo realizado. Los registros escritos y de audio ya han sido archivados. Tienes el permiso definitivo de poner en marcha el proyecto antes explicado. Esta asamblea pública del consejo pleno de representantes de la SPU con fecha 04 de noviembre de 2041 se da por finalizada. Mucha suerte en tu viaje, Jesús.


miércoles, 7 de mayo de 2014

Y una manzanilla brotó en la vereda (microcuento)

Y una manzanilla brotó en la vereda.
Patricio Escobar


En medio de las obras de restauración del casco antiguo de la capital, un añoso edificio colapsó y se desplomó. Lo poco estético del muro que separaba al edificio caído con el colindante hizo que tanto la opinión pública como las autoridades municipales decidieran demoler este segundo y luego, por el mismo motivo, un tercero, un cuarto, un quinto, y así sucesivamente. Fue así como un día, finalmente, los capitalinos volvieron a ver la luz del sol.


miércoles, 30 de abril de 2014

Kalinka (cuento)

Kalinka
Patricio Escobar

-Mira, un nuevo restaurant. ¡Y dice que es de comida rusa!
-Que entrete. ¿Vamos a conocerlo?
-Ya poh. Aprovechemos que es casi la hora de almorzar. Ojalá no haya mucha gente.
         Ambos pololos, profesionales jóvenes y curiosos caminando de la mano por el centro de la capital, deciden entrar en el local de comida rusa que estaba a un par de cuadras del edificio donde ella estaba arrendando. Al empujar la mampara, el joven nota que un hombre detrás del mostrador se saca rápidamente unos guantes, se coloca un delantal blanco y comienza a caminar hacia ellos. No habían más comensales, así la pareja tuvo la libertad de escoger la mesa que más les agradaba respecto a luz y distancia con los ventiladores: a ella siempre le había gustado sentarse más cerca de la salida para obtener la luz y calor del sol y a él siempre le había gustado sentarse lejos de los ventiladores de techo pues se imaginaba que podrían caer sobre él.
-Buenas tardes. ¿Qué se quieren servir? -pregunta el mozo, un hombre que no luce ruso en absoluto. Es de unos cuarenta años de edad, alto, pelo oscuro y un rostro cuya piel se ve gruesa y curtida por el sol.
-Qué raro él... y qué forzada su sonrisa -piensa la muchacha.
-Veamos -dice el joven, mientras ambos toman las cartas que estaban paradas en medio de la mesa y comienzan a revisar los platos. Al notar que todo estaba en ruso, el muchacho agrega:
-Chuta, no entiendo nada. ¿Qué es Troikalomanova?
         El mozo sube su rostro y mira unos Shapkas que estaban colgando en lo alto de la muralla hacia su derecha.
-Eso es... carne, papas fritas y huevo.
-Entonces ¿es como un bistec a lo pobre, pero sin cebolla?
-Eh... claro.
-Mira tu -dice el joven a su polola, quien estaba sentada al frente suyo, también estaba mirando una carta. -¿Y qué es Karasputnik?
-Eso es... un sándwich de jamón, lechuga y... tomate -respondió el mozo después de realizar la misma maniobra.
-Mmm... no es muy novedoso -dice la muchacha -¿Y qué es este Romanikoff?
-Eso es... como un puré con carne al... carne frita.
         El mesero mira en dirección al mostrador, la joven ve que alguien desde dentro de la cocina hace unos gestos con las manos y entonces el mesero agrega:
-Pero en este momento no nos queda.
-Ah OK... ¿Y entonces Unespetzinov? -pregunta el joven.
-Eso es... arroz con huevo y.... pollo.
-¡Pero que platos más simples! Yo pensé que la comida rusa iba a ser algo más exótico -dice el muchacho, cerrando la carta y dejándola sobre la mesa. Mira al mozo como esperando una reacción y éste solo sonríe y se encoge de hombros como queriendo decir es lo que hay.
-¿Vamos a comer algo a la casa mejor? -pregunta la chiquilla.
-Si, vamos. Muchas gracias de todos modos.
-No hay problema -responde el mozo, ahora si con una sonrisa que a la muchacha le pareció verdadera.
         Ambos jóvenes se ponen de pie, corren las sillas hacia debajo de la mesa y caminan en dirección a la salida del local. Una vez en la vereda, ven que el mozo cierra la mampara con seguro y gira el cartel de Abierto a Cerrado.


-Uff.... casi nos pillan.
-¡Uta, Julio, ¿No cerraste la puerta?! -grita el hombre desde la cocina.
-¡Se me había olvidado! Pero ahora la cerré.
-Ya, filo. Terminemos y vámonos al toque.
         El dueño y la mesera del restaurant están en ese momento en el suelo detrás del mesón, boca abajo, amordazados y atados de pies y manos.
-Que’ate cuidándolos, saca la plata de la caja y yo voy a revisar si es que tienen más atrás.
-Dale. Rápido si po’ -dice Julio a la vez que se saca el delantal blanco y lo deja sobre el mesón y se vuelve a colocar los guantes.
         Camina hacia la caja, abre la registradora y comienza a contar los billetes.
-Mario, aquí hay como veinte no más. ¡El resto son puras mone’as!
-Piola. Acá encontré calugas grandes. Pásame la mochila.


-Hola, buenas. Quisiera dar aviso de un delito que está pasando en este mismo momento -dice el muchacho.
-¿Y qué delito sería? -pregunta el oficial a la entrada de la estación de policías.
-Un asalto a un restaurant de comida rusa que está a dos cuadras de aquí -responde la joven.
-¿Y me dice que lo están asaltando ahora?
-Así es. Con mi polola acabamos de entrar al local y uno de los ladrones quiso hacerse pasar por mesero. Al menos son dos los asaltantes.
-¿Y los dependientes del local?
-No los vimos. Tampoco sabemos si los delincuentes están armados o no, aunque es muy probable.


-Ya, tamo’ listo’. ¿Revisaste bien si no habían cámaras?
-Si, no hay na’. Vamo’ no ma’.
-Yo llevo la mochila. Viremo’
         Julio mira hacia la calle a través de la mampara, abre el seguro y ambos salen caminando normalmente hacia la derecha.
-¡Alto ahí! ¡Las manos arriba!
         Cuatro oficiales de policía los apuntaban desde la izquierda. Mario y Julio levantan los brazos y dos de los oficiales se acercan hasta quitarles las pistolas que cada uno lleva en sus diestras.
-Sip, son ellos -dice el joven.
-El alto es el que hizo de mozo. El otro estaba en la cocina.
         Los oficiales esposan a los ladrones y los otros dos entran al restaurant, en donde encuentran al dueño y la mesera detrás del mesón.
-¿Cómo supieron que eran ladrones? -pregunta uno de los policías a los jóvenes.
-Fueron varios factores -dijo el joven. -Primero, el mesero no tenía cara de ruso.
-Cuando entramos, el tipo se sacó unos guantes de cuero, se puso el delantal y no tenía taco ni lápiz para anotar el pedido. Un mesero no usa esos guantes y siempre anda con delantal y taco.
-Cuando le preguntamos por los platos, el miraba hacia arriba y a la derecha, gesto que se hace cuando se miente y no cuando se recuerda.
-El menú estaba en ruso por delante y en español por detrás, cosa que noté cuando miré la carta que tenía mi polola que estaba sentada frente a mi. Entonces, me di cuenta que la descripción del primer plato que me dio el mozo no era lo que decía en la carta, así que pregunté por un segundo plato, el que tampoco coincidió.
-Cuando pregunté por el tercer plato, cuya descripción tampoco resultó ser lo que decía en la carta, vi que el supuesto mesero miró hacia la cocina y el supuesto cocinero (que tampoco lucía como ruso) hizo el gesto de tijera con la mano que significa “cortar” y después ondeó ambas manos como diciendo “que se vayan”.
-Cuando pregunté por un cuarto plato, Unespetzinov, que no estaba en la carta y que de hecho ni siquiera es el nombre de un plato sino que es un tipo de tumor que leímos en un libro hace algún tiempo, ya comprobamos que ellos no eran realmente dependientes del restaurant.
-Cuando nos retiramos del local, el mesero mostró una sonrisa verdadera, diferente a la que nos dio al principio, como si estuviese feliz de que nos fuéramos aún cuando no habíamos consumido nada.
-Y finalmente, cuando salimos del local, el mesero cerró la puerta con seguro y puso el cartel de Cerrado aún cuando comenzaba a ser la hora de almuerzo y los clientes deberían haber empezado a llegar en masa.
-Yu pípol -dijo el policía después de una pausa, -yu pípol rul.

domingo, 9 de marzo de 2014

La fonda humilde de Cachilupi (cuento)

La fonda humilde de Cachilupi
Patricio Escobar


         Cachilupi era una banda nacional. ¿Su estilo? Una mezcla de música pachanguera, cumbiona, ska lleno de bronces y ritmos ágiles. Tenían unos pocos años sobre los escenarios, los suficientes como para haberse formado un grupo de fanáticos que los seguían a sus conciertos cual barra de fútbol, con banderas, camisetas, papeles picados y globos. Johanna era una de ellas. Había conocido sus canciones hace un par de años cuando una amiga se las hizo escuchar en su celular, y le gustaron.
         Ése año, Cachilupi hizo una serie de eventos junto a otras bandas locales en un conocido antro de la capital, pachanguero como ellos, denominado La Fonda Humilde de Cachilupi, y en ésta ocasión Johanna fue acompañada de su nuevo pololo, Gustavo. Una de esas otras bandas era Barrio Amor, otra banda favorita de ella. Gustavo no conocía las canciones de esos grupos pero, como sabía un poco de música, igual le gustaba conocer otros sonidos, y además le fascinaba que Johanna le enseñara cosas nuevas. Las entradas las había comprado ella por internet unos días antes, por lo que ése día llegaron relajados pasado las nueve de la noche. El lugar estaba con mucho público por entre el cual lograron caminar juntos hasta llegar a la caja y comprarse un par de cervezas. Luego de pagar, pasaron a la barra en donde les acercaron las latas y unos vasos plásticos.
-Que inútil esos vasos -pensó Johanna. -¿Quién podría ser tan delicado de servirse la chela en el vaso? Voy a meter la lata en el vaso para que no moleste.
-Pásame el vaso -dijo su pololo, quien los aplastó y se los guardó en el bolsillo de sus jeans.
Siguieron avanzando y se ubicaron en el centro de la pista. Hacia el lado derecho, otra pareja miraba al escenario disfrutando de la música en vivo. El muchacho tendía a moverse más que ella. Hacia la izquierda, mucha gente sin mucha distinción se movía emitiendo calor corporal. Hacia atrás, cuatro mujeres jóvenes de ropa muy ajustada bailaban en circulo como sin preocuparse del resto. Un poco más adelante, un cabro muy ebrio comenzó a mirar con ojos entrecerrados hacia atrás.
-Si se pone a mirar a la Johanna, le meto pelea -pensó Gustavo. Pero a los pocos segundos dicho cabro caminó en dirección a los baños.
Sobre el escenario, una banda desconocida para ambos lucía sus camisas amarillas uniformes y lograba convencer con sus canciones a los asistentes más prendidos.
-¡Ahora entiendo lo que me decías de la definición de los instrumentos -le gritó Johanna a Gustavo, ambos ubicados en medio de la pista (gritarse era la única manera de comunicarse cuando casi todos los parlantes estaban dirigidos a ellos). -¡Sus canciones suenan todas achoclonadas y no logro identificar, por ejemplo, la guitarra o el bajo!
-¡Exacto. Igual tienen buen ritmo, pero se nota que les falta cancha!
-¡Cachilupi es mejor según mi opinión porque ya tienen sus años de experiencia! ¡Mira como se mueve el del teclado, pareciera que estuviese en trance! Jajajaj.
-¡O con ganas de hacer pichí!
Una banda y dos cervezas más tarde, la chiquilla tuvo ganas de ir al baño y Gustavo la acompañó entre la multitud. A mitad de camino, un tipo le regaló algo a Johanna (quien de inmediato lo reconoció como el bajista de Cachilupi) y siguió caminando hacia la pista. Parecían dos cajetillas de cigarrillos, solo que más delgados y pesados.
-Mira. ¿Son cigarros? -dijo ella y se los pasó a Gustavo.
-No creo. Parecen mazos de cartas.
-Revísalos mientras. Vuelvo en... unos minutos.
         La fila del baño de mujeres era larguísima, en cambio la de hombres literalmente no existía.
-¡Qué ventaja ser hombre! -pensaba siempre él en momentos como éste.
         Los minutos pasaban y Gustavo se entretenía mirando las personas que no paraban de entrar al local: cabros tambaleantes y con la vista algo perdida, grupos de chiquillas arriba de la pelota, parejas tomadas de la mano, una mina de pelo rojo sangre.
-Ya, vamos -dijo Johanna cuando regresó del baño. -Escuché algo que dio mucha risa.
-¿En el baño?
-Si. Una cabra que salió un poco antes que yo le dijo a otra que estaba en la fila “No había papel. Tuve que hacer un Shakira” jajajaj.
         Gustavo se quedó un par de segundos con la mirada perdida en el fondo del local intentando imaginarse qué podría significar “hacer un Shakira”, hasta que el famosísimo movimiento de caderas de la cantante relampagueó en su mente.
-¡Un Shakira! Jajajajaj. Qué ingenioso.
-Estaba la pura embarrá en el baño. Algunas locas se metieron caradura al de hombres. Deben haber estado desesperadas. Al principio los guardias les permitieron, pero después las echaron.
         Mientras caminaban se dieron cuenta que su sitio anterior estaba completamente repleto, así que tuvieron que ubicarse en otro lugar, hacia la izquierda del escenario. Se ubicaron cerca de la muralla, sin darse cuenta que estaban en medio del recorrido que hacían los tramoyas y sonidistas hacia el escenario. Lo notaron después, al ser constantemente interrumpidos en sus bailes.
-¿Al final eran cartas las cajas? -preguntó Johanna.
-Si, eran cartas, como lo había pensado.
-El que me las dio era el bajista de Cachilupi.
-Ah, ¿si? Mira tu. ¿Y por qué te las dio? ¿Te conoce? Cuidado, que vienen unos tipos con trombones.
-Jajajja, nah. Le iba entregando a varios mientras avanzaba.
-Ah. Demás.
         Se pusieron a bailar y ella notó que el piso estaba lleno de vasos plásticos aplastados.
-Ahí están los vasos inútiles... y latas -pensó, y mirando a Gustavo le dijo -Los vasos, ¿todavía los tienes en el bolsillo?
-Nah. Los boté cuando íbamos camino al baño.
-¿En el suelo?
-Pero si está lleno... y me pinchaban el culo. Además bien poco inteligentes los organizadores con entregar vasos plásticos habiendo tan poco espacio.
Un par de canciones más tarde, un grupo de cabros a su derecha se pusieron a saltar. Gustavo rodeó a su polola con su brazo derecho, tratando de protegerla de los empujones, mientras pensaba -si llegan a pegarle un manotazo, les saco la cresta a los cuatro. Johanna, por su lado, pensaba -por favor, ¡que no se ponga a pelear! -pero segundos más tarde los desordenados se calmaron y se fueron en dirección a la barra.
-Gustavo, me dio sed.
-Pucha, vamos a perder el puesto si vamos a juntos a comprar.
-Pero anda tu. Yo guardo el lugar.
-Mmm... ya, bueno.
         Gustavo miró a la muralla para buscar algún punto de referencia y notó que estaban exactamente debajo del menú que el local utiliza cuando de día funciona como restaurante. Camino a la barra, se colocó detrás de un tipo gordo que iba en la misma dirección y que funcionó como proa de un barco rompehielos, abriendo los témpanos despejando el camino a medida que avanzaba.
-Es como manejar detrás de una ambulancia -pensó.
         Llegó a su destino, pagó dos cervezas en la caja y la bar tender le pasó las latas junto con los vasos plásticos.
-No, sin los vasos.
-¡Nadie quiere los vasos! -dijo la chiquilla.
Johanna, por su lado, veía a una banda con ropas negras que mezclaban de manera curiosa la cumbia y el rock. Le pareció nunca haber escuchado una combinación de esa manera. Le gustó el estilo, pero Cachilupi seguía siendo su banda favorita. Hacia su derecha, una pareja se puso a besar apasionadamente. La niña tenía el pelo teñido muy rojo y el cabro era extremadamente flaco y con cara de niño chico.
-¡Tengo que quererte mucho! -dijo Gustavo al regresar. -Es horrible caminar entre tanta gente y con dos chelas.
-Gracias chochito -dijo Johanna y abrió su lata.
-Oye, esta buena esta banda. Tienen todo el estilo. El guitarra es como Slash así con la cara oculta.
-Si, está buena.
-Y Cachilupi ¿cuándo?
-Ahora debería salir.
-Oye, que rojo el pelo de ella.
         Johanna pensó que Gustavo siempre comentaba lo rojo del pelo de alguna chiquilla cuando las veía. Era como un imán de su vista. Se notaba que le llamaba la atención el pelo colorín, pero ella de ninguna manera se lo teñiría así. Era demasiado rebelde para su gusto.
-Yaaa, get a room. -dijo Gustavo.
-¿Qué?
-Es como Váyanse a una pieza. Se dice en inglés cuando hay una pareja demasiado ardiente, como esa colorina con el flaco que están tan cachondos que llegan a incomodar.
         Una canción más tarde, la banda cumbiera-rock cantó su última canción y dejó el escenario a los técnicos que instalarían los instrumentos de Cachilupi. Mientras, el DJ animó el ambiente con clásicos pachangueros, así que Johanna y Gustavo se pusieron a bailar, siempre moviéndose hacia un lado cuando pasaban técnicos y tramoyas con instrumentos en dirección al escenario. Minutos más tarde, los integrantes de la banda tomaban sus posiciones en el escenario. El grupo de fanáticos comenzó a gritar y agitar sus banderas como si estuviesen en el estadio y, en cosa de segundos, una docena de globos con los colores de la banda aparecieron inflados por el público. Tan pronto como Cachilupi comenzó a tocar la primera canción, todo el público comenzó a saltar y bailar de forma caótica, demasiado para el gusto de Gustavo, según lo normal para Johanna, quien coreaba vivazmente todos los temas. Incluso ella se molestó un poco cuando notó que el vocalista equivocó la letra de una de sus canciones.
-Bueno, igual deben estar cansados de cantar cuatro días seguidos -pensó. -Y a parte deben haberse tomado sus copetes igual.
-Ésta es la canción que me hiciste escuchar una vez, ¿cierto?
-Siii, te acordaste.
         Cada ciertos minutos, Johanna giraba su cara y notaba que se había alejado unos pasos de Gustavo al saltar y bailar, entonces regresaba a su posición original. Gustavo en un principio intentó bailar siguiendo el ritmo de las canciones de Cachilupi, pero a la cuarta canción se dio por vencido. Simplemente no eran de su gusto musical.
-Igual me gusta que Johanna tenga su grupo favorito y que no sea el mismo mío. Eso demuestra que cada uno conserva su individualidad y no nos estamos volviendo esas molestosas parejas simbióticas que terminan pareciendo hermanos gemelos más que pololos.
         Quince canciones después, Johanna regresó los últimos tres pasos que se había distanciado de Gustavo, el que estaba apoyado contra la muralla bajo la pizarra de precios y lo abrazó.
-Pobrecito, que me acompaña a algo que no le gusta.
-Nah. Si lo pasaste bien, entonces no hay problema. Además, prefiero ver yo mismo que estás bien.
-Ya estoy lista para acompañarte al recital de Hell Dragon -la banda de Rock Industrial favorita de Gustavo.
-No, ¿como se te ocurre? No saldrías viva de algo así. Lo que sí vamos a tener que sobrevivir a Fuzzy -banda brit pop a la que ya habían comprado entradas -en diciembre, mira que vamos a cancha.
-Oh, verdad. Ahí si que va a ser complicado. Oye, tengo que ir al baño otra vez -dijo Johanna.
-Pucha, ¿muy urgente?
-No. Puedo esperar.
         Gustavo vio que unos tramoyas pasaron desde el escenario hacia la salida llevando algunos instrumentos.
-Hace mal aguantarse. Mira, anda detrás de ellos. Te van a ir abriendo el paso entre la gente. Yo te espero aquí para no perder el puesto.
-Ya, bueno. Oye, si la próxima banda no es Barrio Amor, nos vamos no más -dijo Johanna y se fue siguiendo a los tramoyas.
         Al llegar a los baños, la fila estaba tres veces más larga, por lo que el tiempo de espera fue mucho más que la vez anterior. Para aprovechar el tiempo comenzó a leer las pizarras con los precios del local y a recordar las canciones de Cachilupi. Los minutos pasaban y la fila avanzaba poco.
-¿Y si cuando vuelva no encuentro a Gustavo? -pensó. -Puede que se estuviese comprando una cerveza. ¿Y si se pone a pinchar con la que atiende en la barra?
-¿Por qué se demorará tanto la Johanna? -pensó Gustavo por su lado apoyado en la muralla. -¿Y si se encontró con una amiga y se pusieron a conversar? ¿Y si le metió conversa algún loco curao?
-¿Y si le mete conversa alguna mina y se ponen a pinchar? ¿Y si esa mina sea pelirroja, la pelirroja que estaba al lado y que el pololo haya ido al baño y quedó sola igual que él? (Johanna llega al principio de la fila)
-¿Y si en el camino al baño se encontró con el baterista de Cachilupi? ¿Y si en realidad la conoce porque... porque... antes había salido con él y ésa es la historia de porqué conoce la banda y no me lo había contado? (Gustavo sigue esperando)
-¿Y si cuando vuelva lo encuentro tirando con la pelirroja? O peor... ¿si lo encuentro tirando con un loco? (Johanna entra a un baño)
-¿Y si en realidad se encontró con una mina en el baño, y le metió conversa, y se dio cuenta que le gustó y que es lesbiana y terminan tirando? (Sonora Placeres sube al escenario. Gustavo se come las uñas)
-¿Y si algún loco se pone a saltar y lo pasa a llevar y se ponen a pelear y cuando vuelva encuentro a los guardias sacándolo del local todo machucado? (Shakira Shakira)
-¿Y si no me escuchó bien y pensó que la iba a seguir hasta el baño y esperar afuera a que saliera, y como no me vio y se acordó que me había dicho que si seguía otra banda que no fuera Barrio Amor nos íbamos y entonces pensó que yo había salido y salió del local y ahora no la dejan entrar y no tiene como llamarme porque yo tengo los dos celulares? (le pica la cabeza)
-¿Y si vuelvo y no lo encuentro y voy a la barra y tampoco está ahí, y lo voy a esperar afuera del baño y no sale y pienso que salió del local porque se acordó que le había dicho que si la siguiente banda no era Barrio Amor nos íbamos así que salgo del local y me doy cuenta que tampoco está afuera entonces pienso que nunca salió del local y estaba entre toda la gente y no lo vi y ahora está esperándome afuera del baño pensando que aun no salgo? -Johanna camina entre la gente en dirección a donde estaba Gustavo y éste efectivamente está allí; respiro profundo.
-Ya. -dice Johanna; respiro profundo de Gustavo.
-¿Todo bien?
-Si. ¿Vámonos?
-¿Pero y Barrio Amor?
-No, vamos no más. Me duelen las piernas. Y además en vivo parece que no son muy buenos.
-Bueno, vamos. Igual estaba buena la música de Sonora Placeres.
-Pucha, entonces quedémonos.

-Jajaja. No, si estoy cansado también. Vámonos o más.


lunes, 30 de diciembre de 2013

Todos por la roja (cuento)

Todos por la roja
Patricio Escobar


-Bueno. Ya estamos en el campo de juego con el análisis del director técnico de la selección nacional, Iván Zamora. Iván, cuéntanos, ¿que conclusiones se pueden hacer en este momento tan trágico?
-Eh, si. Trágico, ¿no? En un partido tan decisivo como éste en que necesitábamos ganar para clasificar al mundial, y más encima jugando de locales aquí en casa, teníamos todas las probabilidades de ganar. Pero nunca nadie espera que en el entretiempo haya un terremoto sísmico y que comiencen a correr ríos de lava por las calles, ¿no?.
-¿La muerte de don Elías, desde tu punto de vista, influyó en la moral del equipo?
-Eh, por supuesto. Don Elías ha sido sin dudamente por lejos el mejor jugador chileno de todos los tiempos y verlo morir cuando trataba de detener con un kamehameha el río de lava que se aproximaba en dirección a la gente del público asistente... para los chiquillos ha sido un golpe terrible que nos afectó a todos ¿no?
-¿Y qué te pareció la decisión de la FIFA de continuar con el segundo tiempo del partido a pesar de las terribles catástrofes que estaban sucediendo en el país?
-Eh, mal, ¿no? En lo personal no me parece una decisión muy acertera. En el camarín con los chiquillos pensamos en no salir para el segundo tiempo una vez que nos avisaron de la decisión de la FIFA, pero como nuestra selección ya había sido con anterioridadmente castigada por retirarse de un encuentro, preferimos volver y, bueno, fue desastroso.
-Desastroso sin duda, Iván. Bueno, ¿y ahora a hablar con el equipo?
-Eh, si. Voy a ir a hablar con los chiquillos para hacer un diálogo conversacional y analizar internamente lo sucedido ya que todos estamos muy tristes y con la moral baja.
-Muchas gracias Iván. Si, por supuesto, todo Chile se encuentra en estos momentos con la moral muy baja con el sin-duda desastroso resultado del encuentro. Volvemos contigo allá arriba, Felipe.
-Muchas gracias, Claudio. Claudio Salvatierra en el terreno de juego con la percepción del director técnico de la selección, Iván Zamora. Muy certero, por cierto, en catalogar de trágica la jornada de hoy, no solo por el resultado del encuentro sino que también por la muerte del icónico don Elías en la lava y por el fuerte terremoto que afectó el país ¿no, Pato?
-Claramente, Felipe. Un encuentro lleno de emociones. Todas tristes para el país, sin duda. Con este resultado la roja queda una vez más fuera de un mundial cuando, como ya lo habíamos dicho, se daban todas las condiciones para quedarnos con estos tres puntos fundamentales acá mismo en casa. Y sobretodo siendo éste el primer mundial del debutante equipo de Sierra Leona, una selección con mucha potencia de juego y buenos jugadores pero con la falta de experiencia necesaria en eventos internacionales. Lamentable resultado para el fútbol nacional. Felipe.
-No queda mucho que agregar, Pato, más que agradecer cordialmente su sintonía. Los invitamos a quedarse en nuestra señal. A continuación vienen las noticias con los eventos más importantes del acontecer nacional e internacional y en donde probablemente tendremos las primeras cifras de las consecuencias que ha dejado el terremoto y el surgimiento de lava en la capital y, además, en la sección de deportes haremos un resumen de este desastroso encuentro entre la roja y la selección de Sierra Leo.... momento... ¿es ese el De Lorean? Señoras y señores, en este momento puedo ver en la cancha al director técnico de la selección nacional, Iván Zamora, en el De Lorean, y va acompañado del Mago Vendimia y Alerzi Saint-Chess. Al parecer tienen pensado hacer algo... Si, están avanzando a gran velocidad por la pista atlética y ahora están ingresando al terreno de juego en línea recta hacia... Woooow... señoras y señores, el De Lorean conducido por Iván Zamora ha desaparecido cuando recorría la mitad del campo de juego y ha dejado dos líneas ardientes en el campo en dirección al arco norte de éste, el recinto deportivo de Macul.

         Un minuto antes en el camarín de la roja:
-Ya chiquillos, triste de verdad ¿no? Pero no sacamos nada con deshacernos llorando. Ya pasaron todas las cosas malas. Quedamos fuera del mundial, murió don Elías, terremoto en el país, lava en las calles de la capital. Pero igual quisiera destacar primeramente antes que todo el gran trabajo en equipo que han hecho en la selección y que me llena de or...
-Pero profe, no podemos que'arnos así, o sea, yo desde cabro shico que había quirido puro jugar en un mundial como usté y ahora... todo mal.
-Si, Alerzi, te entiendo, pero, ¿que te puedo decir? Hicieron un gran trabajo en equipo pero ya no hay mucho más que hacer.
-¿Y el De Lorean?
-¿Que pasa con el De Lorean, Vendimia?
-Todos sabemos que vocé se compró el De Lorean original con la plata que ahorró desde que se volvió economista. Podemos ocuparlo agora para ir al pasado y corregir todas las cosinhas malas que nos pasaron.
-¡Güena idea! El Mago tiene razón, profe, tenimo' que puro ir pa’l pasa'o.
-Mmm... pero tendríamos que ir así como ahora, porque con los años el De Lorean se ha echado a perder un poco y ahora solo viaja unas cuantas horas al pasado.
-Ya poh, ta diciendo. Vamo'.
-Yo también voy, profesao.
-Ya, bueno, vamos. Mago, Alerzi, síganme.
-¡Fuerza cabroh! Ahora si que la hacimo. ¡CE ACHE Í!
-¡CHI!
-¡ELE É!
-¡LÉ!
-¡CHI CHI CHI, LE LE LE, VIVA CHILE!
         Iván, el Mago y Alerzi caminan por los pasillos del estadio en dirección a los estacionamientos mientras el resto de los jugadores de la selección quedan dándoles vítores desde el camarín.
-Profe, ¿y tinimo algún plan?
-Así como plan, no sé, pero tengo una idea que es muy probablemente que resulte.
-Eu había pensado que vamos a tener que evitar que haya un terremoto.
-No, nada de trucos imposibles, Vendimia. El terremoto es algo que no vamos a poder detener, pero en cambio la lava podemos controlarla.
-Güena güena, profe.
-Ya, súbanse. Yo manejo y ustedes dos se acomodan como puedan en el asiento del copiloto. Ahí, van a tener que hacer un anticucho no más.
-Chaaa. Weno, será no ma'. Me senté primero así que tu te sentai aquí encima, Mago.
-Ya, estamos. Cinturón, motor en marcha, panel de controles temporales. Vamos a viajar a, no sé, unas cuatro de horas antes del partido, eso es seis horas atrás... o cuanto el De Lorean esté pudiendo viajar al pasado. Listo.
-¡Vamos pa' la cansha!

         Segundos después (que con el viaje del tiempo terminan siendo cuatro horas antes del partido), el De Lorean se detiene en el campo de juego, poco antes de entrar al arco norte.
-Uuuhhh. ¿Funcionó?
-Parece que si, profe. El estadio está vacío y está de día.
-Casha, ahí vienen unos guardias corriendo. Preguntémosles que onda.
-Estimados, ¿qué hora es?
-¡Don Iván! -responde extrañado uno de los tres guardias al ver hacia adentro del De Lorean por la ventana del conductor -¿Pero qué...? ¿pero cómo...? ¿Pero...?
-Pero responde rápido poh loco.
-Eh... son las cuatro de la tarde -dice el guarda de más atrás. -¿Este es el auto de Volver al Futuro?
-Sip, el mismo. Y, de hecho, traemos noticias del futuro. En cinco horas más, cuando estemos en el entretiempo del partido, habrá un terremoto y va a correr un río de lava por las calles en dirección al estadio. Necesitamos que nos ayuden a correr el avisamiento para que toda la gente que está esperando afuera del estadio nos ayude a excavar una gran fosa a lo largo de avenida Atenas y así desviar la lava caliente hirviendo. Amigo -dirigiéndose al primer guardia -¿Cuál es su nombre?
-Gonzalo, don Iván.
-Ok. Gonzalo, necesito que suba para arriba y le diga la gente de los parlantes que avisen lo que le acabo de contar. Mago, anda con él para que le crean.
-Toda la historia suena tan incongruente, pero si le creí a don Iván cuando promocionó el Transcapital ¿Cómo no le voy a creer ahora que salió del De Lorean? -le dijo el guardia al Mago mientras corrían en dirección a las escaleras. 
-Amigo -dijo Iván dirigiéndose ahora al segundo guardia -¿como se llama?
-Edmundo, don Iván.
-Edmundo, necesito que vaya corriendo alrededor del estadio y avise a todos los otros guardias y auxiliares, con altoparlantes si es que tienen, que corran la voz a la gente de afuera y les entreguen palas o cosas que sirvan para hacer un excavamiento. Alerzi, anda con él.
-Si profe. La ‘amo a ser se oro.
-Estimado -dirigiéndose al tercer guardia -¿cuál es su nombre?
-Dígame guardia número tres no más, don Iván. Total yo soy el que muero en este cuento pa’ demostrar que la cosa va en serio.
 -Don guardia número tres, necesito que esté atento a cuando aparezca don Elías. Sígalo, no se despegue de él y evite a toda costa de que muera en la lava.
-Si don Iván. Al menos ya sé como voy a morir. ¡Por favor, dígale a mi señora e hijos que morí como un héroe! -dijo el guardia alejándose.
-¿Como se llaman?
-¡Nah, si es mentira. Soy soltero!
-Ya Iván -dijo el D.T. hablándose a sí mismo -tu tienes ahora que hacer algo muy importante -y se fue corriendo al baño. Después hacer sus necesidades, miró su reloj de pulsera, corrió al teléfono público más cercano y llamó al Iván Zamora del pasado (que es el presente de este momento, pero que es el pasado del Iván Zamora que estamos siguiendo en este cuento [que es el que viajó en el De Lorean]). Tras una exhaustiva conversación, la que incluía muchas palabras mal ocupadas gramaticalmente y una serie de redundancias, el Iván del pasado entendió el plan de su contraparte del futuro y continuó con el plan ideado por éste último: la roja entraría al encuentro con mayor determinación que nunca, a pesar de las futuras desgracias que vendrían. Afuera del estadio, la gente liderada por el Mago, Alerzi y los guardas, comprendió las palabras de sus ídolos y trabajó arduamente en construir la fosa que salvaría al estadio de la gran catástrofe. Además, todas las compañías de bomberos de la capital habían enviado sus carros preparados para combatir con agua el calor de la lava. Por su parte, el guardia número tres ya había divisado a don Elías y lo seguía a todas partes tal como Kevin Costner a Whiney Houston en The Bodyguard, con la diferencia de que no llegó a tener un romance.
         Poco pasado las ocho de la noche se dio inicio al partido entre la roja y la selección nacional de Sierra Leona, bajo una atmósfera de nervios y emoción. La ansiedad se veía palpitar en cada uno de los asistentes al estadio, guardias, auxiliares, periodistas, técnicos y jugadores. Manos sudorosas, puños apretados, pupilas dilatadas, corazones bombeando a máxima caldera. Este sería el partido más importante de la historia del país. Los jugadores dan su mayor esfuerzo, pero cuarenta y cinco minutos después, ambos equipos se retiran a camarines con un marcador indicando cero a cero. Y tal como lo había vaticinado el Iván del futuro, exactamente durante el entretiempo, un gran terremoto afecta la mayoría del país y luego vetas subterráneas de magma rompen el suelo dejando fluir su hirviente contenido hacia la superficie en dirección al estadio. La gente mira desde los edificios colindantes al recinto deportivo y se sorprende de tal dantesco espectáculo. Don Elías, creyéndose capaz de realizar un kamehameha para congelar la lava, corre hacia el exterior del estadio, salta la fosa, se saca su camisa y realiza la acción de manera infructuosa.
-Maldito Gokú. Nunca explicaste bien como hacerlo.
         Entonces, el heroico guardia numero tres (que por esos azares de la vida resultó ser un excelente vaquero inmigrante directamente desde Texas, EE.UU.) arrojó por los aires un lazo, atrapó a don Elías y lo tiró hasta arrastrarlo al otro lado del foso, lejos de la abrasadora lava. La multitud testigo de tal hecho levantó por sobre sus cabezas al guardia número tres, pero éste se les resbaló y terminó golpeando el suelo con su cabeza. La últimas palabras que alcanzó a decir en vida las dirigió a don Elías.
-La roja necesita de su aliento.
         Dicho esto, el individuo feneció. Pero el estadio estaba a salvo, la lava había sido desviada por la gran fosa y don Elías corrió al camarín de la roja en donde lanzó un discurso tan emotivo e inspirador que los jugadores salieron al segundo tiempo convertidos en once fieras hambrientas de gol.
-Chiquillos. Dudo que alguno de ustedes no me conozca. Soy don Elías, considerado por muchos el mejor jugador de fútbol de nuestro país en toda su historia. Pero no digo esto por querer vanagloriarme de mi tradición, lo digo porque a pesar de todas las flores que me han echado a lo largo de los años, no me he quedado dormido en los laureles. Si no fuese por un guardia amante del fútbol, yo estaría consumido por la lava de allá afuera, pero hubiese caído con la camiseta puesta por la sencilla razón de que daría todo lo que tuviese por una nueva oportunidad de ver a mi país campeón del mundo. Si, gracias a él estoy aquí, frente a ustedes, justamente para decirles eso. Cuando yo jugaba, muchas veces corrí hasta que mis pulmones se sintieron como dos calderas y mis piernas como ruedas de acero hirviente de tren. Yo sabía que ése era mi límite, pero no quise creerlo y hace pocos minutos me arriesgué a más. Ahora, chiquillos, en que los ojos y la esperanza de los millones de compatriotas están puestos en estos once gladiadores, les pregunto, ¿se atreverán a dar más allá de lo que son sus límites en pro de darle a la historia del fútbol nacional un muy merecido título?
Pobres Sierra-Leoneses: solo tuvieron que conformarse con contar uno por uno los seis balones que entraron en su portería en esos cuarenta y cinco minutos finales.
         Al terminar el encuentro, todos los capitalinos salieron a las calles a festejar de una manera nunca antes vista, siendo lo más suave una mega orgía similar a la escena del libro El Perfume. Los jugadores de la selección se fueron a celebrar a camarín ésta nueva clasificación rompiendo todas las reglas: bebieron vodka con whiskey y jugo de coco, se tiraron rodajas de jamón y de queso por las cabezas, y bailaron Flamenco, Charleston y Dubstep entre otras cosas. Alerzi ya se había hecho muy amigo del Alerzi del pasado y jugaban pleisteichon juntos; el Mago se mostraba juegos de adivinación con cartas cuyo truco él ya conocía (de hecho, su apodo era justamente por ser adepto a la magia y no por sus habilidades en el fútbol) e Iván no podía dejar pasar el momento de pegarse un agarrón en el culo a si mismo y que no se viera raro. Pasadas las doce de la noche, los tres se subieron al De Lorean estacionado a un lado de la cancha y entre alabanzas de sus colegas del pasado volvieron a su tiempo original, donde los tragos, los jamones y el bailoteo se repitió.

Me parece que ésta podría ser considerada la más épica de las batallas que el país haya enfrentado de cara a un mundial, si no fuese porque meses después la roja cayó en cuartos de finales frente a Uruguay y todo se fue nuevamente a la chuña.