jueves, 10 de octubre de 2013

La chica de sus sueños (cuento)

La chica de sus sueños
Patricio Escobar


-No Mingo, tu papá no va a poder irte a buscar hoy porque está acompañando a tu tío en el médico.
-Mmm.
-Porque también podrías esperar hasta que se desocupara y de ahí te va a buscar.
-Ya mamá, no importa. Me voy en metro y en la plaza tomo un colectivo a la casa.
-Bueno hijo, pero se cuida harto.
-Si, no te preocupes. Chao.
-Chao Mingo. Anda con cuidado.
         Para Domingo no era muy cómodo moverse en el transporte público, especialmente por el problema en sus caderas que no le permitía caminar con normalidad. Sin embargo, ocasiones como ésta en que ni la colega que usualmente lo pasaba a dejar y buscar ni su papá estuvieran disponibles no pasaban siempre.
-Además, un cambio de rutina de vez en cuando no me vendrá mal.
         Se puso de pie. Se colocó la chaqueta de cotelé negra y la mochila con su tablet en la espalda. Caminó con su bastón por entre los pasillos del instituto en dirección a la salida que da al estacionamiento del mall, se despidió de las secretarias que a esa hora estaban de turno y de algunos alumnos que aun daban vueltas por el primer piso, atravesó lentamente las mamparas de vidrio y su cuerpo dio un repentino escalofrío por lo fresco de la tarde. Se detuvo un momento, se subió el cuello de la chaqueta y siguió caminando con los hombros algo levantados. Lamentó no tener un cigarrillo para palear un poco el frío mientras caminaba a la estación, pero solo hace poco se había puesto en campaña para dejar de fumar en pro de su salud y también de su bolsillo. Cruzó con lentitud los espacios libres entre los autos estacionados en el mall, siempre prestando atención al suelo donde se apoyaría a continuación para evitar pisar alguna piedra o basura y perder el equilibro.
-Ojalá no aparezca por aquí la Carla -pensó. -Estudia por aquí cerca, y no tengo ganas de sonreír hipócritamente ni aparentar querer saber de alguien que en realidad no me interesa. Si, podrá ser simpática y todo, pero no me gusta. Lo nuestro fue cosa de curaos no más. Esas cosas que te pasan en un carrete y que al otro día lamentas haber hecho cuando te despiertas.
         Unos minutos más tarde, llegó a la entrada de la estación de metro. Bajó por las escaleras mecánicas y cruzó entre los locales de wraps, revistas, fotos y estampados. Se detuvo unos segundos frente a la tabaquería, pero en ésta ocasión su fuerza de voluntad fue más fuerte y siguió caminando en dirección a las boleterías de la estación.
-¿Tendré carga en mi pase? -se preguntó. -Hace bastante tiempo que no la ocupo.
         Caminando entre un río de personas que, cuales autómatas, se movían sin prestar atención a su alrededor, se dirigió hasta los torniquetes de la entrada y acercó su tarjeta a un validador. Un único piteo del aparato indicó que tenía dinero suficiente para pagar el pasaje, así que avanzó por entre los brazos metálicos giratorios y después hacia el ascensor. Entró junto a un anciano y una mujer embarazada y bajaron hasta el andén del metro. Un minuto más tarde, luego de que una estudiante le diera el asiento preferencial en el carro al que se había subido, Domingo pensó en sacar de su mochila su libro de Bukowski para aprovechar el tiempo en leer hasta llegar a la estación en donde iba a bajarse. Un milímetro de mal cálculo espacial con el borde de la mochila y el libro terminó cayendo al piso del vagón, cerca de los pies de la persona sentada en frente. No alcanzó siquiera a mover a mochila que tenía en sus rodillas para agacharse, cuando vio que una delicada mano levantaba su libro y se lo entregaba de frente. Era la persona sentada frente a él: una muchacha joven de una abundante melena crespa, ojos oscuros y algo caídos, pero de una sonrisa amplia y sincera que dejaba ver en plenitud sus blancos dientes.
-Esa sonrisa -pensó Domingo. -¿Dónde la he visto antes? Una sonrisa así no se ve muy seguido. De hecho, en este carro (y me atrevería a decir que en todo el tren) no hay nadie que pueda estar sonriendo como ella. Sin duda es muy bonita.
-Toma, se te cayó el libro -dijo ella. -Bukowski... lo último que leí de él fue Escritos de un viejo indecente.
-Bonita... y además conoce a Bukowski. -pensó Domingo. Se tomó unos segundos para reaccionar y le dijo -Ah, si, muchas gracias. ¿No has leído Se busca una mujer?
-No, aún no. No me lo he conseguido.
-Yo lo tengo. Te lo recomiendo totalmente. De hecho, si lo anduviese trayendo ahora te lo daría porque es algo que no se debería tener simplemente guardado después de leer. Hay que compartirlo.
-Jajaj. Muchas gracias. Me llamo Marcela.
-Un gusto, Marcela. Yo soy Domingo. ¿Vivirás cerca mío como para pasarte el libro? Yo soy de Lo Prado.
-No poh Domingo. Vengo a ver a unos amigos de por acá. Yo vivo para el otro lado, en Las Condes.
-Ah. Que mal. Bueno, voy a andar trayendo el libro en mi mochila por si en algún momento de vuelvo a encontrar en el metro.
-Jajaja. Que erís buena onda.
-¿Trabajas en algo relativo a libros, o lees por gusto?
-No, yo estudio enfermería, pero me gusta leer en mi tiempo libre. Siempre ando con algo para leer de poesía o narrativa. Ahora ando con uno de Benedetti.
-Déjame adivinar... La Tregua.
-Siiii, es mi uno de mis favoritos. Ya lo he leído varias veces y no me canso. ¿Tu trabajas con libros?
-Se podría decir que si. Soy profe de literatura en la Universidad de las Antillas.
-Oh, que buena. ¿Y sólo lees o también escribes?
-Ehh, si, por ahí debo tener algunas cosas que escribí hace algún tiempo, pero nunca las publiqué. Ahora estoy más metido en pintar.
-Ya... ¿pintai?
-Estoy aprendiendo. Una vecina que es profe me está enseñando. Va una vez a la semana y me está enseñando distintas técnicas.
-Que entrete. Y dibujos ¿has intentado?.
-Si, de hecho ahora último ando pegado con unos dibujos en blanco y negro que son como ambiguos, con unas perspectivas súper raras o a veces imposibles de entender físicamente en la realidad. Me regalaron hace poco un libro con los dibujos y estampas de M.C...
-...Escher.
-¡Exacto!
-Siii, son muy raros sus dibujos. Me gustan harto. Que buena que conozcas los trabajos de Escher. Pocos de mis amigos lo han escuchado.
-Mis amigos tampoco lo conocen, salvo uno que otro. Oye y ¿son de por acá tus amigos? A lo mejor los conozco.
-Viven en Quinta Normal. Ahora voy a la casa de uno de ellos a un asado.
-Ah...
-¿Por qué la cara? ¿No te gustan los asados?
-No. De hecho, soy vegano.
-¿Pero lo hacís por que te hace mal o por los animales?
-Las dos cosas.
-Ahp. Pucha, yo respeto caleta a la gente que no come carne, pero me gusta tanto y con mis amigos siempre hacemos asados. Oye, y a parte de leer y pintar ¿Qué más haces en tu tiempo libre?
-Me gusta la música. Tengo algunos instrumentos en mi casa.
-Oh, que genial ¿Y qué música te gusta?
-Metal, Grunge, Rock en general para tocar. Un tiempo toqué hasta metal sinfónico.
-¿Onda Nightwish?
-Claaaro. Pero si me quiero relajar me pongo a escuchar Jazz y un vaso de Whisky con hielo.
-Pucha Mingo que tenís buen gusto. A mi me gusta harto la música, pero no toco ningún instrumento. Lo mío es la fotografía.
-Ah, ¿y tenís cámara?.
-Siii, me fascina mirar el mundo a través del lente.
-¿Y publicas tus fotos?
-Las subo a mi face, o las mando a concursos. Hace poco salió una mía en el diario en la noticia de unos ciclos de lectura gratuitos en los que estoy participando y que, a todo esto, te podrían interesar.
-¿Ciclos de lectura? Me interesa.
-Genial. De hecho la próxima lectura va a ser éste sábado en el parque Valdivia. Puedes buscarlos en face como Lectura Gratis. O también puedes agregarme y ahí te doy el link.
-Ya poh. Gracias. ¿Como te busco?
-Búscame por Marcy Spielmann.
-Spielmann. ¿Apellido alemán?
-Sip, descendiente. ¿Oye, y tu hacís clases por allá cerca del mall?
-Si, justamente.
-¿Y te mueves siempre por el metro? Lo digo por tu bastón.
-Ah, no. Hoy es un caso especial. Normalmente una amiga me lleva en auto.
-¿Amiga... amiga?
-Jajajja. Amiga no más. Estoy soltero de hace rato. ¿Y tu?
-¿Yo? Si. O sea, tengo pololo, pero...
-Ah... tiene pololo -pensó Mingo. -Todo lo maravilloso de esta chiquilla no podía ser perfecto así sin ninguna traba para mi. Me gusta, si, y es ultra simpática y bonita y sabe de hartas cosas que yo también y saca fotos.... pero tiene pololo. Y uno de mis principios es nunca fijarme en minas con pololo. Aunque... ¡momento! Dijo Pero al final. Ese Pero indica algo. Me parece que no está feliz. -Y mirando de frente le preguntó -¿Pero...?
-¿Pero qué? No, no sé. O sea, es que tengo pololo pero, no sé, nos vemos re poco. Y además como que no le gusta mucho carretear.
-¿O sea que no va a estar en el asado al que vai ahora?
-No, no le gusta mucho salir. Así como a hacer trekking, que me gusta harto, si me ha acompañado. O a andar en bici algunas veces. Pero así como cosas sociales es medio... ¿como decirlo?
-...¿fome?.
-Exacto.
-Pero lo importante es que tu estís feliz con él.
-Ehmm... Si... Lo que pasa es que estoy tan acostumbrada a como están las cosas ahora.
-Ahh -pensó Domingo mirando a Marcela mientras ésta observaba las luces azules del túnel pasar rápidamente afuera de la ventana. -Pucha, esta mina está aceptando su mala situación. Que mala onda. Sabe que no está completamente feliz con su pololo actual, pero no quiere hacer nada para cambiar las cosas. Se está conformando con lo que tiene, cuando podría tener mucho más. Yo le podría dar mucho más de lo que tiene, más carretes, más reuniones con amigos, más arte y literatura, más conversaciones profundas o ligeras según cómo se sienta, más... bueno, por mi cadera obviamente no le podría acompañar en trekkings o en cicletadas, pero hay tantas otras cosas que estoy seguro podrían hacerla más feliz.
         Continuó mirándola unos segundos, hasta que le dijo:
-Siempre se puede estar mejor. Es cosa de reírse más. Y tu tienes bonita sonrisa.
         Marcela sonrió, se sonrojó un poco y miró a Domingo.
-Me caíste súper bien, Mingo. Gracias. Erís súper simpático. Mucho más simpático que... ¡todos los pololos que ha tenido mi hermana! jajaja.
-Parece que igual le gusto, un poco que sea -pensó Domingo. -Al menos me dijo que le caía bien. Pucha. ¿Y si le gusto tanto como ella a mi? Sería ultra mala onda de su parte que le guste y me friendzonee. El problema es... ella no se va a atrever a hacer nada para cambiar su situación actual. O al menos no lo va a hacer sin saber que lo que va a ganar es mejor que lo que va a perder antes. Pero yo tampoco voy a hacer nada, porque ella está pololeando y nunca armaría problemas entre una pareja. ¿Qué me queda? ¿Esperar que los planetas se alineen y el loco termine con la Marce? Tendría que ser muy tonto pa’ terminar con ella, si es casi perfecta. Si no fuera por él... Ya, y poniéndonos en el caso de que yo me atreviera a decirle algo a ella... a lo mejor es todo rollo mío y ni siquiera le gusto y echaría a perder una posible bonita amistad. Porque por mucho que uno sea adulto, esas cosas pasan. Y puede que hasta nunca más me vuelva a hablar. Se sentiría rara siendo mi amiga después de haberle dicho que me gustaba. No podría seguir siendo mi amiga. Yo, su amigo, sí. ...aunque no es sólo amistad lo que me gustaría de ella.
         Y en ese momento pasó algo mágico.
-¿Mingo? -dijo Marcela.
-¿Si?
-Si yo te dijera que lo que estoy pensando en este momento es una situación en la que nunca pasaría nada porque ninguna de las dos partes se atrevería a algo ¿entenderías a lo que me refiero?
-Si. Y si yo te dijera que una muy buena solución, aunque arriesgada, podría ser que ambas partes dijeran al mismo tiempo lo que quieren decir. ¿Qué te parecería?
-Me parecería una excelente idea.
.
..
...
-ME GUSTAS me gustas PERO TENDRÍA PRIMERO pero no te puedo decir nada QUE TERMINAR CON MI porque estás pololeando POLOLEO FOME ACTUAL aunque tu PARA INTENTAR sabes que ALGO NUEVO no eres feliz con él CONTIGO Y PARA ESO pero yo pondría NECESITO SABER SI todo mi esfuerzo TE ESFORZARÍAS EN HACERME en hacerte MUCHO MAS FELIZ mucho más feliz.

-¿Hola? ¿Hooola? ¿Estai bien? Toma, se te cayó el libro -dijo la chica del asiento del frente mientras le estiraba el brazo entregándole su Bukowski.
-Ah, vale, gracias -le respondió al mismo tiempo que lo recibía con su mano izquierda y luego abrió el libro en donde estaba el separador de hojas con imágenes egipcias para comenzar a leer.
         Segundos más tarde, entrando a la siguiente estación, la muchacha se puso de pie, caminó hacia la puerta del vagón que estaba detrás de Domingo, le tocó su hombro derecho y dijo:
-Cuídate Mingo. Nos vemos el sábado.



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