martes, 4 de noviembre de 2014

El primer crononauta (cuento)

El primer crononauta
Patricio Escobar


- Lo primero que me hizo pensar en lo malo que iba la humanidad, fue cuando me abrieron el vehículo y me robaron lo que había en el interior. Eso fue en el verano del 2031. Había salido a comer con mi pareja y, mientras estábamos en el restaurant, alguien desactivó la alarma, voló la chapa de la puerta trasera, la abrió y se llevó lo que ahí estaba. Claro, habían cosas materiales que eran fáciles de recuperar, pero también habían pertenencias y recuerdos cuyo valor comercial no era tanto, pero su simbolismo familiar las hacía imposibles de restablecer.
- ¿Y dónde habías dejado estacionado el vehículo?
- En la calle, a pocos metros del restaurant. Pero ese es justamente el punto. En ese momento pensé que no debería haber existido diferencia entre estacionar en la calle o en un lugar cerrado, simplemente no deberían haber existido personas que intentaran abrir los vehículos ajenos para robar. Eso es algo que la sociedad no estaba considerando y, muy por el contrario, estaba ya tomando por defecto. Mis padres, por ejemplo, no tendrían que haber colocado rejas y vidrios blindados en su negocio para defenderse de los delincuentes, porque simplemente ¡no deberían haber existido delincuentes!
- Cierto. Por favor, continúa.
- Fue en esa época, más o menos, cuando supe de la Organización por la Paz Mundial, la semilla de lo que actualmente es nuestra Sociedad Pacifista Universal, y me uní junto a mi pareja como voluntarios para sus investigaciones en sicología y expansión del mensaje de paz global. Sin embargo, y a pesar de todos nuestros esfuerzos, la humanidad avanzaba a pasos gigantescos a la perdición. Era cosa de ver diariamente los reportes noticiosos sobre los hechos de violencia ocurridos para darse cuenta que nuestros esfuerzos estaban siendo insuficientes. Entonces, con mi novia, tomamos una decisión que si bien nos causó mucho dolor, fue algo que nos hizo tranquilizar y enfocarnos ciento por ciento a la causa de la OPM: decidimos que sería muy cruel de nuestra parte traer al mundo una nueva vida, hacer que una nueva criatura en su estado más puro se enfrentara a esta desastrosa realidad, así que no tendríamos hijos.
- Conociendo a ustedes dos, debió ser una decisión difícil.
- Muy, muy difícil. Ustedes, que nos conocen desde que nos unimos a la OPM, recordarán cuando ansiábamos tener un niño o niña. Fue un acuerdo al que nos tomó meses en llegar, pero concluimos que era lo más sano. Esta “humanidad” estaba siendo cada vez más “deshumana”.
- ¿Qué pasó después?
- Dedicados por completo al programa pacifista, intentamos mejorar la situación mundial, pero al parecer las cosas estaban destinadas a continuar empeorando. Fue en abril del 2036 cuando estalló una nueva guerra en el oriente medio. Pero esta guerra, como ustedes saben, sería algo diferente a las anteriores. Los hechos de violencia se expandieron desde esa región y los países orientales y occidentales comenzaron a tener participación directa. En julio de ese mismo año, ya no cabía duda que nos enfrentábamos a una nueva guerra mundial. La cantidad de destrucción de los meses siguientes fue horrible. El número de muertos y heridos producidos por las nuevas armas de destrucción masiva de las potencias mundiales resultó ser abominable. Nuestro programa pacifista nunca se vio más aminorado ante esas dantescas cifras. Y lo peor vino a ser la reacción de las personas en nuestras ciudades: los enfrentamientos bélicos se concentraban en Europa y el medio oriente, pero acá la anarquía comenzó a tomarse nuestras calles. Muertes y saqueos totalmente innecesarios dejaron a la luz el lado más oscuro del corazón humano. Ese rincón de miedo y maldad que habita en lo más profundo del ser salió a apoderarse de nuestra sociedad. 
- Todos en este consejo hemos sufrido esa violencia. A unos nos han asesinado parientes, a otros nos han atacado al punto de casi darnos muerte. Ustedes mismos fueron víctimas de esa violencia.
- Así es. Una tarde de enero del año siguiente, el 2037, llegando a casa desde el instituto central de la OPM, un grupo de anarquistas me tomó por sorpresa al intentar entrar mi vehículo al garage. Me lanzaron una molotov, la que entró por la ventana del copiloto, y explotó a mi lado. De inmediato me vi envuelto en llamas. Abrí como pude mi puerta y me arrojé al suelo para rodar y tratar de apagar el fuego. Sentí como mi cara y manos ardían, y mi ropa cada vez más se deshacía en cenizas. Segundos después, el grupo de delincuentes apagó con arena el fuego que me envolvía, me levantó de los brazos y me introdujo a la casa. La piel se salía de mi cuerpo acompañada de un dolor intenso. A pesar de que mi rostro estaba monstruosamente quemado, al igual que toda la piel de mi cuerpo, pude ver desde el piso, con dificultad y con espanto, lo que estos individuos hicieron dentro de mi hogar. Destruyeron todo lo material, orinaron y defecaron en el sector del living y pintaron consignas en las murallas. Pero lo peor vino al final: un par de ellos subió al segundo piso, encontraron a mi novia que se encontraba en la habitación, la bajaron al living, le rompieron su ropa, frente a mis ojos la violaron y la golpearon una gran cantidad de veces, con un cuchillo le sacaron todo el cuero cabelludo de su cabeza dejando al descubierto un ensangrentado cráneo, la patearon en el suelo, y finalmente le abrieron el abdomen con una navaja y la dejaron desangrarse sobre la alfombra. Después de eso, uno de los individuos se me acercó mientras yo sollozaba del dolor y la angustia y con un trozo de madera me golpeó fuertemente en brazos y piernas hasta quebrármelas y finalmente me dio un duro golpe en la cabeza con lo que perdí el conocimiento. Solo tiempo después de mi recuperación vine a saber lo que la autopsia reveló: mi mujer tenía 2 meses de embarazo cuando la asesinaron. Sobreviví gracias al avance médico y al personal del hospital que puso todo su esfuerzo en salvarme. En esos largos meses de recuperación, recordando el infame suceso que había vivido y viendo las espantosas imágenes de la guerra y la violencia desatada alrededor del mundo transmitidas por los noticieros, no dejé de pensar cómo la humanidad había llegado a tal punto de maldad. Violencia, saqueos, golpizas, asesinatos, violaciones, actos sin motivo aparente. ¿Es que absolutamente nadie en toda la historia había dado a los hombres un mensaje de paz al ver el mal camino que estaba tomando la sociedad?
- Entonces tuviste la idea.
- Exacto. No teníamos la tecnología en ese entonces, pero ésta se fue desarrollando con los años a la par con mi recuperación física. La medicina me salvó, recuperé mi piel y mis extremidades volvieron a funcionar sin problemas. Incluso se desarrollaron medicamentos para mejorar enfermedades que hasta ese entonces no tenían cura. Por otra parte, la ciencia logró fabricar objetos y máquinas que en generaciones pasadas sólo hubiesen sido parte de textos de ciencia ficción. Desde ese entonces hasta ahora, desarrollé el proyecto que ustedes, el consejo de representantes de la Sociedad Pacifista Universal, tienen en sus manos.
- Para que quede en los registros, explícanos brevemente en qué consiste este proyecto, por favor.
- Considerando que la sociedad ha llegado a lo que se cree un “punto de no retorno” respecto a su violencia y deshumanización (los expertos de nuestra organización aseguran que nos encontramos a un paso del auto-exterminio), y que además los avances científicos y tecnológicos han logrado desarrollar una máquina que logra desplazarse a través del espacio temporal, he concluido que la única manera de salvar a la humanidad es enviar a alguien al pasado que lleve un mensaje de paz y que logre dirigir a los hombres por un buen camino, diferente al de la violencia y destrucción actual.
- Supongo que entiendes que el hecho de influir en una realidad pasada podría afectar a la realidad actual, incluso modificarla a extremos tales que, literalmente todo lo que tu vez ahora, no exista.
- Es una de las posibilidades, y es por eso que lo mejor es que la decisión final de este proyecto sea tomada por ustedes, el consejo en pleno de representantes de la SPU.
- Y es por lo mismo que nosotros hemos deliberado cerca de dos años esa decisión. La conclusión es que, si la humanidad ya se encuentra en el peor punto al que podría llegar, cercana a la aniquilación, tu propuesta significa una nueva esperanza para ella con implicancias que podrían mejorar la realidad humana actual, por lo que fue aceptada y nosotros, el consejo de representantes de la SPU, tomaremos cualquier responsabilidad que este proyecto signifique a la historia del hombre.
- Muchas gracias.
- Hemos decidido, además, que tu mismo seas quien tenga la obligación de llevar al pasado el mensaje de paz que signifique este gran quiebre en la historia.
- Recibo y acepto esa tarea con gusto y mucha seriedad. He estudiado a fondo las circunstancias de este viaje al punto de concluir tiempo y lugar ideal al cual viajar. Todo lo que se refiere a idiomas, costumbres y vestimentas de la época ya está preparado, así como también el mensaje a entregar, los discursos y otros factores para tal propósito.
- ¿Cuál será, entonces, el destino de este viaje?
- Lo ideal es un país del oriente medio, muy cercano al origen mismo de la última guerra mundial. De esa manera en el pasado lograríamos expandir al mundo el mensaje de paz desde el mismo punto en que en nuestra realidad se expandió la violencia que llevó a su destrucción.
- ¿Y cuál será la época?
- En una primera instancia pensé en unos pocos años antes del estallido de la guerra pero, considerando que la violencia en ese tiempo ya estaba arraigada en la sociedad y que la cercanía tecnológica de ésa época podría producir recelo y dudas ante la tecnología que yo desplegaría, dicha época fue descartada. Consideré también que un tiempo muy antiguo sería demasiado arriesgado para viajar; la falta de conocimiento actual que tenemos de esas épocas podría ponerme en dificultades. Concluí entonces que la mejor época es una lo suficientemente antigua como para no encontrar tanta violencia en la sociedad, de la que efectivamente tengamos conocimiento y registros históricos como para saber de su cultura, y cuyo desarrollo tecnológico no sea avanzado como para llegar a conocer la ciencia que yo transportaría.
- ¿Cómo darás a conocer el mensaje de paz?
- De la manera tradicional. Hablando públicamente. Me haré pasar por un individuo de la época, de edad adulta y apariencia regular, y comenzaré a explicar el mensaje a la gente que desee escuchar en las calles.
- Las personas de esa era quizá no comprendan el lenguaje avanzado que llevarás.
- Hablaré con palabras simples y daré a entender el mensaje de paz con ejemplos cotidianos de su época y cultura.
- ¿Y el resto del mundo?
- Seleccionaré y me rodearé un grupo de personas que aprendan el mensaje y lo expandan a otras regiones del globo después de mi.
- ¿Cómo llamarás la atención de la gente para que te escuche?
- Con nuestra ciencia. La tecnología y la medicina me han dado herramientas suficientes para provocar efectos desconocidos en ésa época. Podré sanar enfermedades consideradas mortales en esos años, curar enfermedades a la piel, huesos y órganos internos, problemas visuales y auditivos, epilepsias y hasta incluso catalepsias. Al ver esos resultados, escucharán y creerán en el mensaje de paz. Sanación y paz van de la mano. Después de todo, quienes han desarrollado esa ciencia son principalmente personas pacíficas de nuestra época. Los convenceré que la salvación de la humanidad depende de seguir el camino de la paz.
- Creerán que eres una deidad.
- Me preocuparé de dejar en claro que soy un hijo de la vida, tal y como todos los demás, solo que tendré conocimientos y habilidades más avanzadas, pero que a fin de cuentas la humanidad logrará alcanzar si llegan a tomar el camino de la paz.
- De todas maneras habrá violencia en esa época. Puede que algunos estén en contra de tu mensaje y te persigan, o que algunas autoridades consideren como amenaza tus habilidades y conocimiento. ¿Cómo los enfrentarás?
- Si llego a ser perseguido y atacado, me sacrificaré. Situación que incluso resultaría muy a nuestro favor. Utilizando la ciencia les haré creer que me han matado con su fuerza, pero al “revivir” les demostraré que su violencia es estéril ante el poder de la paz que habré promulgado. Mientras más violencia ocupen contra mí, más inútil quedará demostrada que es. Luego, volveré a nuestro tiempo.
- Te recuerdo que, al volver, puede que no encuentres nada de lo que ahora ves. Que todo lo que hagas en el pasado repercuta modificando nuestro presente.
- Lo tengo claro. Pero es un precio que tanto yo, y al parecer todos ustedes, estamos dispuestos a pagar. De verdad, os digo, existiendo la más mínima posibilidad que la humanidad resultante sea mucho más pacífica y bondadosa que la que tenemos ahora, nuestro sacrificio será retribuido.
- Muy bien. Nos parece que ya está todo dicho.
- Me despido entonces de ustedes. Me demuestro además muy agradecido por la confianza que han depositado en mi.

- Te agradecemos también por todo el trabajo realizado. Los registros escritos y de audio ya han sido archivados. Tienes el permiso definitivo de poner en marcha el proyecto antes explicado. Esta asamblea pública del consejo pleno de representantes de la SPU con fecha 04 de noviembre de 2041 se da por finalizada. Mucha suerte en tu viaje, Jesús.


miércoles, 7 de mayo de 2014

Y una manzanilla brotó en la vereda (microcuento)

Y una manzanilla brotó en la vereda.
Patricio Escobar


En medio de las obras de restauración del casco antiguo de la capital, un añoso edificio colapsó y se desplomó. Lo poco estético del muro que separaba al edificio caído con el colindante hizo que tanto la opinión pública como las autoridades municipales decidieran demoler este segundo y luego, por el mismo motivo, un tercero, un cuarto, un quinto, y así sucesivamente. Fue así como un día, finalmente, los capitalinos volvieron a ver la luz del sol.


miércoles, 30 de abril de 2014

Kalinka (cuento)

Kalinka
Patricio Escobar

-Mira, un nuevo restaurant. ¡Y dice que es de comida rusa!
-Que entrete. ¿Vamos a conocerlo?
-Ya poh. Aprovechemos que es casi la hora de almorzar. Ojalá no haya mucha gente.
         Ambos pololos, profesionales jóvenes y curiosos caminando de la mano por el centro de la capital, deciden entrar en el local de comida rusa que estaba a un par de cuadras del edificio donde ella estaba arrendando. Al empujar la mampara, el joven nota que un hombre detrás del mostrador se saca rápidamente unos guantes, se coloca un delantal blanco y comienza a caminar hacia ellos. No habían más comensales, así la pareja tuvo la libertad de escoger la mesa que más les agradaba respecto a luz y distancia con los ventiladores: a ella siempre le había gustado sentarse más cerca de la salida para obtener la luz y calor del sol y a él siempre le había gustado sentarse lejos de los ventiladores de techo pues se imaginaba que podrían caer sobre él.
-Buenas tardes. ¿Qué se quieren servir? -pregunta el mozo, un hombre que no luce ruso en absoluto. Es de unos cuarenta años de edad, alto, pelo oscuro y un rostro cuya piel se ve gruesa y curtida por el sol.
-Qué raro él... y qué forzada su sonrisa -piensa la muchacha.
-Veamos -dice el joven, mientras ambos toman las cartas que estaban paradas en medio de la mesa y comienzan a revisar los platos. Al notar que todo estaba en ruso, el muchacho agrega:
-Chuta, no entiendo nada. ¿Qué es Troikalomanova?
         El mozo sube su rostro y mira unos Shapkas que estaban colgando en lo alto de la muralla hacia su derecha.
-Eso es... carne, papas fritas y huevo.
-Entonces ¿es como un bistec a lo pobre, pero sin cebolla?
-Eh... claro.
-Mira tu -dice el joven a su polola, quien estaba sentada al frente suyo, también estaba mirando una carta. -¿Y qué es Karasputnik?
-Eso es... un sándwich de jamón, lechuga y... tomate -respondió el mozo después de realizar la misma maniobra.
-Mmm... no es muy novedoso -dice la muchacha -¿Y qué es este Romanikoff?
-Eso es... como un puré con carne al... carne frita.
         El mesero mira en dirección al mostrador, la joven ve que alguien desde dentro de la cocina hace unos gestos con las manos y entonces el mesero agrega:
-Pero en este momento no nos queda.
-Ah OK... ¿Y entonces Unespetzinov? -pregunta el joven.
-Eso es... arroz con huevo y.... pollo.
-¡Pero que platos más simples! Yo pensé que la comida rusa iba a ser algo más exótico -dice el muchacho, cerrando la carta y dejándola sobre la mesa. Mira al mozo como esperando una reacción y éste solo sonríe y se encoge de hombros como queriendo decir es lo que hay.
-¿Vamos a comer algo a la casa mejor? -pregunta la chiquilla.
-Si, vamos. Muchas gracias de todos modos.
-No hay problema -responde el mozo, ahora si con una sonrisa que a la muchacha le pareció verdadera.
         Ambos jóvenes se ponen de pie, corren las sillas hacia debajo de la mesa y caminan en dirección a la salida del local. Una vez en la vereda, ven que el mozo cierra la mampara con seguro y gira el cartel de Abierto a Cerrado.


-Uff.... casi nos pillan.
-¡Uta, Julio, ¿No cerraste la puerta?! -grita el hombre desde la cocina.
-¡Se me había olvidado! Pero ahora la cerré.
-Ya, filo. Terminemos y vámonos al toque.
         El dueño y la mesera del restaurant están en ese momento en el suelo detrás del mesón, boca abajo, amordazados y atados de pies y manos.
-Que’ate cuidándolos, saca la plata de la caja y yo voy a revisar si es que tienen más atrás.
-Dale. Rápido si po’ -dice Julio a la vez que se saca el delantal blanco y lo deja sobre el mesón y se vuelve a colocar los guantes.
         Camina hacia la caja, abre la registradora y comienza a contar los billetes.
-Mario, aquí hay como veinte no más. ¡El resto son puras mone’as!
-Piola. Acá encontré calugas grandes. Pásame la mochila.


-Hola, buenas. Quisiera dar aviso de un delito que está pasando en este mismo momento -dice el muchacho.
-¿Y qué delito sería? -pregunta el oficial a la entrada de la estación de policías.
-Un asalto a un restaurant de comida rusa que está a dos cuadras de aquí -responde la joven.
-¿Y me dice que lo están asaltando ahora?
-Así es. Con mi polola acabamos de entrar al local y uno de los ladrones quiso hacerse pasar por mesero. Al menos son dos los asaltantes.
-¿Y los dependientes del local?
-No los vimos. Tampoco sabemos si los delincuentes están armados o no, aunque es muy probable.


-Ya, tamo’ listo’. ¿Revisaste bien si no habían cámaras?
-Si, no hay na’. Vamo’ no ma’.
-Yo llevo la mochila. Viremo’
         Julio mira hacia la calle a través de la mampara, abre el seguro y ambos salen caminando normalmente hacia la derecha.
-¡Alto ahí! ¡Las manos arriba!
         Cuatro oficiales de policía los apuntaban desde la izquierda. Mario y Julio levantan los brazos y dos de los oficiales se acercan hasta quitarles las pistolas que cada uno lleva en sus diestras.
-Sip, son ellos -dice el joven.
-El alto es el que hizo de mozo. El otro estaba en la cocina.
         Los oficiales esposan a los ladrones y los otros dos entran al restaurant, en donde encuentran al dueño y la mesera detrás del mesón.
-¿Cómo supieron que eran ladrones? -pregunta uno de los policías a los jóvenes.
-Fueron varios factores -dijo el joven. -Primero, el mesero no tenía cara de ruso.
-Cuando entramos, el tipo se sacó unos guantes de cuero, se puso el delantal y no tenía taco ni lápiz para anotar el pedido. Un mesero no usa esos guantes y siempre anda con delantal y taco.
-Cuando le preguntamos por los platos, el miraba hacia arriba y a la derecha, gesto que se hace cuando se miente y no cuando se recuerda.
-El menú estaba en ruso por delante y en español por detrás, cosa que noté cuando miré la carta que tenía mi polola que estaba sentada frente a mi. Entonces, me di cuenta que la descripción del primer plato que me dio el mozo no era lo que decía en la carta, así que pregunté por un segundo plato, el que tampoco coincidió.
-Cuando pregunté por el tercer plato, cuya descripción tampoco resultó ser lo que decía en la carta, vi que el supuesto mesero miró hacia la cocina y el supuesto cocinero (que tampoco lucía como ruso) hizo el gesto de tijera con la mano que significa “cortar” y después ondeó ambas manos como diciendo “que se vayan”.
-Cuando pregunté por un cuarto plato, Unespetzinov, que no estaba en la carta y que de hecho ni siquiera es el nombre de un plato sino que es un tipo de tumor que leímos en un libro hace algún tiempo, ya comprobamos que ellos no eran realmente dependientes del restaurant.
-Cuando nos retiramos del local, el mesero mostró una sonrisa verdadera, diferente a la que nos dio al principio, como si estuviese feliz de que nos fuéramos aún cuando no habíamos consumido nada.
-Y finalmente, cuando salimos del local, el mesero cerró la puerta con seguro y puso el cartel de Cerrado aún cuando comenzaba a ser la hora de almuerzo y los clientes deberían haber empezado a llegar en masa.
-Yu pípol -dijo el policía después de una pausa, -yu pípol rul.

domingo, 9 de marzo de 2014

La fonda humilde de Cachilupi (cuento)

La fonda humilde de Cachilupi
Patricio Escobar


         Cachilupi era una banda nacional. ¿Su estilo? Una mezcla de música pachanguera, cumbiona, ska lleno de bronces y ritmos ágiles. Tenían unos pocos años sobre los escenarios, los suficientes como para haberse formado un grupo de fanáticos que los seguían a sus conciertos cual barra de fútbol, con banderas, camisetas, papeles picados y globos. Johanna era una de ellas. Había conocido sus canciones hace un par de años cuando una amiga se las hizo escuchar en su celular, y le gustaron.
         Ése año, Cachilupi hizo una serie de eventos junto a otras bandas locales en un conocido antro de la capital, pachanguero como ellos, denominado La Fonda Humilde de Cachilupi, y en ésta ocasión Johanna fue acompañada de su nuevo pololo, Gustavo. Una de esas otras bandas era Barrio Amor, otra banda favorita de ella. Gustavo no conocía las canciones de esos grupos pero, como sabía un poco de música, igual le gustaba conocer otros sonidos, y además le fascinaba que Johanna le enseñara cosas nuevas. Las entradas las había comprado ella por internet unos días antes, por lo que ése día llegaron relajados pasado las nueve de la noche. El lugar estaba con mucho público por entre el cual lograron caminar juntos hasta llegar a la caja y comprarse un par de cervezas. Luego de pagar, pasaron a la barra en donde les acercaron las latas y unos vasos plásticos.
-Que inútil esos vasos -pensó Johanna. -¿Quién podría ser tan delicado de servirse la chela en el vaso? Voy a meter la lata en el vaso para que no moleste.
-Pásame el vaso -dijo su pololo, quien los aplastó y se los guardó en el bolsillo de sus jeans.
Siguieron avanzando y se ubicaron en el centro de la pista. Hacia el lado derecho, otra pareja miraba al escenario disfrutando de la música en vivo. El muchacho tendía a moverse más que ella. Hacia la izquierda, mucha gente sin mucha distinción se movía emitiendo calor corporal. Hacia atrás, cuatro mujeres jóvenes de ropa muy ajustada bailaban en circulo como sin preocuparse del resto. Un poco más adelante, un cabro muy ebrio comenzó a mirar con ojos entrecerrados hacia atrás.
-Si se pone a mirar a la Johanna, le meto pelea -pensó Gustavo. Pero a los pocos segundos dicho cabro caminó en dirección a los baños.
Sobre el escenario, una banda desconocida para ambos lucía sus camisas amarillas uniformes y lograba convencer con sus canciones a los asistentes más prendidos.
-¡Ahora entiendo lo que me decías de la definición de los instrumentos -le gritó Johanna a Gustavo, ambos ubicados en medio de la pista (gritarse era la única manera de comunicarse cuando casi todos los parlantes estaban dirigidos a ellos). -¡Sus canciones suenan todas achoclonadas y no logro identificar, por ejemplo, la guitarra o el bajo!
-¡Exacto. Igual tienen buen ritmo, pero se nota que les falta cancha!
-¡Cachilupi es mejor según mi opinión porque ya tienen sus años de experiencia! ¡Mira como se mueve el del teclado, pareciera que estuviese en trance! Jajajaj.
-¡O con ganas de hacer pichí!
Una banda y dos cervezas más tarde, la chiquilla tuvo ganas de ir al baño y Gustavo la acompañó entre la multitud. A mitad de camino, un tipo le regaló algo a Johanna (quien de inmediato lo reconoció como el bajista de Cachilupi) y siguió caminando hacia la pista. Parecían dos cajetillas de cigarrillos, solo que más delgados y pesados.
-Mira. ¿Son cigarros? -dijo ella y se los pasó a Gustavo.
-No creo. Parecen mazos de cartas.
-Revísalos mientras. Vuelvo en... unos minutos.
         La fila del baño de mujeres era larguísima, en cambio la de hombres literalmente no existía.
-¡Qué ventaja ser hombre! -pensaba siempre él en momentos como éste.
         Los minutos pasaban y Gustavo se entretenía mirando las personas que no paraban de entrar al local: cabros tambaleantes y con la vista algo perdida, grupos de chiquillas arriba de la pelota, parejas tomadas de la mano, una mina de pelo rojo sangre.
-Ya, vamos -dijo Johanna cuando regresó del baño. -Escuché algo que dio mucha risa.
-¿En el baño?
-Si. Una cabra que salió un poco antes que yo le dijo a otra que estaba en la fila “No había papel. Tuve que hacer un Shakira” jajajaj.
         Gustavo se quedó un par de segundos con la mirada perdida en el fondo del local intentando imaginarse qué podría significar “hacer un Shakira”, hasta que el famosísimo movimiento de caderas de la cantante relampagueó en su mente.
-¡Un Shakira! Jajajajaj. Qué ingenioso.
-Estaba la pura embarrá en el baño. Algunas locas se metieron caradura al de hombres. Deben haber estado desesperadas. Al principio los guardias les permitieron, pero después las echaron.
         Mientras caminaban se dieron cuenta que su sitio anterior estaba completamente repleto, así que tuvieron que ubicarse en otro lugar, hacia la izquierda del escenario. Se ubicaron cerca de la muralla, sin darse cuenta que estaban en medio del recorrido que hacían los tramoyas y sonidistas hacia el escenario. Lo notaron después, al ser constantemente interrumpidos en sus bailes.
-¿Al final eran cartas las cajas? -preguntó Johanna.
-Si, eran cartas, como lo había pensado.
-El que me las dio era el bajista de Cachilupi.
-Ah, ¿si? Mira tu. ¿Y por qué te las dio? ¿Te conoce? Cuidado, que vienen unos tipos con trombones.
-Jajajja, nah. Le iba entregando a varios mientras avanzaba.
-Ah. Demás.
         Se pusieron a bailar y ella notó que el piso estaba lleno de vasos plásticos aplastados.
-Ahí están los vasos inútiles... y latas -pensó, y mirando a Gustavo le dijo -Los vasos, ¿todavía los tienes en el bolsillo?
-Nah. Los boté cuando íbamos camino al baño.
-¿En el suelo?
-Pero si está lleno... y me pinchaban el culo. Además bien poco inteligentes los organizadores con entregar vasos plásticos habiendo tan poco espacio.
Un par de canciones más tarde, un grupo de cabros a su derecha se pusieron a saltar. Gustavo rodeó a su polola con su brazo derecho, tratando de protegerla de los empujones, mientras pensaba -si llegan a pegarle un manotazo, les saco la cresta a los cuatro. Johanna, por su lado, pensaba -por favor, ¡que no se ponga a pelear! -pero segundos más tarde los desordenados se calmaron y se fueron en dirección a la barra.
-Gustavo, me dio sed.
-Pucha, vamos a perder el puesto si vamos a juntos a comprar.
-Pero anda tu. Yo guardo el lugar.
-Mmm... ya, bueno.
         Gustavo miró a la muralla para buscar algún punto de referencia y notó que estaban exactamente debajo del menú que el local utiliza cuando de día funciona como restaurante. Camino a la barra, se colocó detrás de un tipo gordo que iba en la misma dirección y que funcionó como proa de un barco rompehielos, abriendo los témpanos despejando el camino a medida que avanzaba.
-Es como manejar detrás de una ambulancia -pensó.
         Llegó a su destino, pagó dos cervezas en la caja y la bar tender le pasó las latas junto con los vasos plásticos.
-No, sin los vasos.
-¡Nadie quiere los vasos! -dijo la chiquilla.
Johanna, por su lado, veía a una banda con ropas negras que mezclaban de manera curiosa la cumbia y el rock. Le pareció nunca haber escuchado una combinación de esa manera. Le gustó el estilo, pero Cachilupi seguía siendo su banda favorita. Hacia su derecha, una pareja se puso a besar apasionadamente. La niña tenía el pelo teñido muy rojo y el cabro era extremadamente flaco y con cara de niño chico.
-¡Tengo que quererte mucho! -dijo Gustavo al regresar. -Es horrible caminar entre tanta gente y con dos chelas.
-Gracias chochito -dijo Johanna y abrió su lata.
-Oye, esta buena esta banda. Tienen todo el estilo. El guitarra es como Slash así con la cara oculta.
-Si, está buena.
-Y Cachilupi ¿cuándo?
-Ahora debería salir.
-Oye, que rojo el pelo de ella.
         Johanna pensó que Gustavo siempre comentaba lo rojo del pelo de alguna chiquilla cuando las veía. Era como un imán de su vista. Se notaba que le llamaba la atención el pelo colorín, pero ella de ninguna manera se lo teñiría así. Era demasiado rebelde para su gusto.
-Yaaa, get a room. -dijo Gustavo.
-¿Qué?
-Es como Váyanse a una pieza. Se dice en inglés cuando hay una pareja demasiado ardiente, como esa colorina con el flaco que están tan cachondos que llegan a incomodar.
         Una canción más tarde, la banda cumbiera-rock cantó su última canción y dejó el escenario a los técnicos que instalarían los instrumentos de Cachilupi. Mientras, el DJ animó el ambiente con clásicos pachangueros, así que Johanna y Gustavo se pusieron a bailar, siempre moviéndose hacia un lado cuando pasaban técnicos y tramoyas con instrumentos en dirección al escenario. Minutos más tarde, los integrantes de la banda tomaban sus posiciones en el escenario. El grupo de fanáticos comenzó a gritar y agitar sus banderas como si estuviesen en el estadio y, en cosa de segundos, una docena de globos con los colores de la banda aparecieron inflados por el público. Tan pronto como Cachilupi comenzó a tocar la primera canción, todo el público comenzó a saltar y bailar de forma caótica, demasiado para el gusto de Gustavo, según lo normal para Johanna, quien coreaba vivazmente todos los temas. Incluso ella se molestó un poco cuando notó que el vocalista equivocó la letra de una de sus canciones.
-Bueno, igual deben estar cansados de cantar cuatro días seguidos -pensó. -Y a parte deben haberse tomado sus copetes igual.
-Ésta es la canción que me hiciste escuchar una vez, ¿cierto?
-Siii, te acordaste.
         Cada ciertos minutos, Johanna giraba su cara y notaba que se había alejado unos pasos de Gustavo al saltar y bailar, entonces regresaba a su posición original. Gustavo en un principio intentó bailar siguiendo el ritmo de las canciones de Cachilupi, pero a la cuarta canción se dio por vencido. Simplemente no eran de su gusto musical.
-Igual me gusta que Johanna tenga su grupo favorito y que no sea el mismo mío. Eso demuestra que cada uno conserva su individualidad y no nos estamos volviendo esas molestosas parejas simbióticas que terminan pareciendo hermanos gemelos más que pololos.
         Quince canciones después, Johanna regresó los últimos tres pasos que se había distanciado de Gustavo, el que estaba apoyado contra la muralla bajo la pizarra de precios y lo abrazó.
-Pobrecito, que me acompaña a algo que no le gusta.
-Nah. Si lo pasaste bien, entonces no hay problema. Además, prefiero ver yo mismo que estás bien.
-Ya estoy lista para acompañarte al recital de Hell Dragon -la banda de Rock Industrial favorita de Gustavo.
-No, ¿como se te ocurre? No saldrías viva de algo así. Lo que sí vamos a tener que sobrevivir a Fuzzy -banda brit pop a la que ya habían comprado entradas -en diciembre, mira que vamos a cancha.
-Oh, verdad. Ahí si que va a ser complicado. Oye, tengo que ir al baño otra vez -dijo Johanna.
-Pucha, ¿muy urgente?
-No. Puedo esperar.
         Gustavo vio que unos tramoyas pasaron desde el escenario hacia la salida llevando algunos instrumentos.
-Hace mal aguantarse. Mira, anda detrás de ellos. Te van a ir abriendo el paso entre la gente. Yo te espero aquí para no perder el puesto.
-Ya, bueno. Oye, si la próxima banda no es Barrio Amor, nos vamos no más -dijo Johanna y se fue siguiendo a los tramoyas.
         Al llegar a los baños, la fila estaba tres veces más larga, por lo que el tiempo de espera fue mucho más que la vez anterior. Para aprovechar el tiempo comenzó a leer las pizarras con los precios del local y a recordar las canciones de Cachilupi. Los minutos pasaban y la fila avanzaba poco.
-¿Y si cuando vuelva no encuentro a Gustavo? -pensó. -Puede que se estuviese comprando una cerveza. ¿Y si se pone a pinchar con la que atiende en la barra?
-¿Por qué se demorará tanto la Johanna? -pensó Gustavo por su lado apoyado en la muralla. -¿Y si se encontró con una amiga y se pusieron a conversar? ¿Y si le metió conversa algún loco curao?
-¿Y si le mete conversa alguna mina y se ponen a pinchar? ¿Y si esa mina sea pelirroja, la pelirroja que estaba al lado y que el pololo haya ido al baño y quedó sola igual que él? (Johanna llega al principio de la fila)
-¿Y si en el camino al baño se encontró con el baterista de Cachilupi? ¿Y si en realidad la conoce porque... porque... antes había salido con él y ésa es la historia de porqué conoce la banda y no me lo había contado? (Gustavo sigue esperando)
-¿Y si cuando vuelva lo encuentro tirando con la pelirroja? O peor... ¿si lo encuentro tirando con un loco? (Johanna entra a un baño)
-¿Y si en realidad se encontró con una mina en el baño, y le metió conversa, y se dio cuenta que le gustó y que es lesbiana y terminan tirando? (Sonora Placeres sube al escenario. Gustavo se come las uñas)
-¿Y si algún loco se pone a saltar y lo pasa a llevar y se ponen a pelear y cuando vuelva encuentro a los guardias sacándolo del local todo machucado? (Shakira Shakira)
-¿Y si no me escuchó bien y pensó que la iba a seguir hasta el baño y esperar afuera a que saliera, y como no me vio y se acordó que me había dicho que si seguía otra banda que no fuera Barrio Amor nos íbamos y entonces pensó que yo había salido y salió del local y ahora no la dejan entrar y no tiene como llamarme porque yo tengo los dos celulares? (le pica la cabeza)
-¿Y si vuelvo y no lo encuentro y voy a la barra y tampoco está ahí, y lo voy a esperar afuera del baño y no sale y pienso que salió del local porque se acordó que le había dicho que si la siguiente banda no era Barrio Amor nos íbamos así que salgo del local y me doy cuenta que tampoco está afuera entonces pienso que nunca salió del local y estaba entre toda la gente y no lo vi y ahora está esperándome afuera del baño pensando que aun no salgo? -Johanna camina entre la gente en dirección a donde estaba Gustavo y éste efectivamente está allí; respiro profundo.
-Ya. -dice Johanna; respiro profundo de Gustavo.
-¿Todo bien?
-Si. ¿Vámonos?
-¿Pero y Barrio Amor?
-No, vamos no más. Me duelen las piernas. Y además en vivo parece que no son muy buenos.
-Bueno, vamos. Igual estaba buena la música de Sonora Placeres.
-Pucha, entonces quedémonos.

-Jajaja. No, si estoy cansado también. Vámonos o más.