lunes, 30 de diciembre de 2013

Todos por la roja (cuento)

Todos por la roja
Patricio Escobar


-Bueno. Ya estamos en el campo de juego con el análisis del director técnico de la selección nacional, Iván Zamora. Iván, cuéntanos, ¿que conclusiones se pueden hacer en este momento tan trágico?
-Eh, si. Trágico, ¿no? En un partido tan decisivo como éste en que necesitábamos ganar para clasificar al mundial, y más encima jugando de locales aquí en casa, teníamos todas las probabilidades de ganar. Pero nunca nadie espera que en el entretiempo haya un terremoto sísmico y que comiencen a correr ríos de lava por las calles, ¿no?.
-¿La muerte de don Elías, desde tu punto de vista, influyó en la moral del equipo?
-Eh, por supuesto. Don Elías ha sido sin dudamente por lejos el mejor jugador chileno de todos los tiempos y verlo morir cuando trataba de detener con un kamehameha el río de lava que se aproximaba en dirección a la gente del público asistente... para los chiquillos ha sido un golpe terrible que nos afectó a todos ¿no?
-¿Y qué te pareció la decisión de la FIFA de continuar con el segundo tiempo del partido a pesar de las terribles catástrofes que estaban sucediendo en el país?
-Eh, mal, ¿no? En lo personal no me parece una decisión muy acertera. En el camarín con los chiquillos pensamos en no salir para el segundo tiempo una vez que nos avisaron de la decisión de la FIFA, pero como nuestra selección ya había sido con anterioridadmente castigada por retirarse de un encuentro, preferimos volver y, bueno, fue desastroso.
-Desastroso sin duda, Iván. Bueno, ¿y ahora a hablar con el equipo?
-Eh, si. Voy a ir a hablar con los chiquillos para hacer un diálogo conversacional y analizar internamente lo sucedido ya que todos estamos muy tristes y con la moral baja.
-Muchas gracias Iván. Si, por supuesto, todo Chile se encuentra en estos momentos con la moral muy baja con el sin-duda desastroso resultado del encuentro. Volvemos contigo allá arriba, Felipe.
-Muchas gracias, Claudio. Claudio Salvatierra en el terreno de juego con la percepción del director técnico de la selección, Iván Zamora. Muy certero, por cierto, en catalogar de trágica la jornada de hoy, no solo por el resultado del encuentro sino que también por la muerte del icónico don Elías en la lava y por el fuerte terremoto que afectó el país ¿no, Pato?
-Claramente, Felipe. Un encuentro lleno de emociones. Todas tristes para el país, sin duda. Con este resultado la roja queda una vez más fuera de un mundial cuando, como ya lo habíamos dicho, se daban todas las condiciones para quedarnos con estos tres puntos fundamentales acá mismo en casa. Y sobretodo siendo éste el primer mundial del debutante equipo de Sierra Leona, una selección con mucha potencia de juego y buenos jugadores pero con la falta de experiencia necesaria en eventos internacionales. Lamentable resultado para el fútbol nacional. Felipe.
-No queda mucho que agregar, Pato, más que agradecer cordialmente su sintonía. Los invitamos a quedarse en nuestra señal. A continuación vienen las noticias con los eventos más importantes del acontecer nacional e internacional y en donde probablemente tendremos las primeras cifras de las consecuencias que ha dejado el terremoto y el surgimiento de lava en la capital y, además, en la sección de deportes haremos un resumen de este desastroso encuentro entre la roja y la selección de Sierra Leo.... momento... ¿es ese el De Lorean? Señoras y señores, en este momento puedo ver en la cancha al director técnico de la selección nacional, Iván Zamora, en el De Lorean, y va acompañado del Mago Vendimia y Alerzi Saint-Chess. Al parecer tienen pensado hacer algo... Si, están avanzando a gran velocidad por la pista atlética y ahora están ingresando al terreno de juego en línea recta hacia... Woooow... señoras y señores, el De Lorean conducido por Iván Zamora ha desaparecido cuando recorría la mitad del campo de juego y ha dejado dos líneas ardientes en el campo en dirección al arco norte de éste, el recinto deportivo de Macul.

         Un minuto antes en el camarín de la roja:
-Ya chiquillos, triste de verdad ¿no? Pero no sacamos nada con deshacernos llorando. Ya pasaron todas las cosas malas. Quedamos fuera del mundial, murió don Elías, terremoto en el país, lava en las calles de la capital. Pero igual quisiera destacar primeramente antes que todo el gran trabajo en equipo que han hecho en la selección y que me llena de or...
-Pero profe, no podemos que'arnos así, o sea, yo desde cabro shico que había quirido puro jugar en un mundial como usté y ahora... todo mal.
-Si, Alerzi, te entiendo, pero, ¿que te puedo decir? Hicieron un gran trabajo en equipo pero ya no hay mucho más que hacer.
-¿Y el De Lorean?
-¿Que pasa con el De Lorean, Vendimia?
-Todos sabemos que vocé se compró el De Lorean original con la plata que ahorró desde que se volvió economista. Podemos ocuparlo agora para ir al pasado y corregir todas las cosinhas malas que nos pasaron.
-¡Güena idea! El Mago tiene razón, profe, tenimo' que puro ir pa’l pasa'o.
-Mmm... pero tendríamos que ir así como ahora, porque con los años el De Lorean se ha echado a perder un poco y ahora solo viaja unas cuantas horas al pasado.
-Ya poh, ta diciendo. Vamo'.
-Yo también voy, profesao.
-Ya, bueno, vamos. Mago, Alerzi, síganme.
-¡Fuerza cabroh! Ahora si que la hacimo. ¡CE ACHE Í!
-¡CHI!
-¡ELE É!
-¡LÉ!
-¡CHI CHI CHI, LE LE LE, VIVA CHILE!
         Iván, el Mago y Alerzi caminan por los pasillos del estadio en dirección a los estacionamientos mientras el resto de los jugadores de la selección quedan dándoles vítores desde el camarín.
-Profe, ¿y tinimo algún plan?
-Así como plan, no sé, pero tengo una idea que es muy probablemente que resulte.
-Eu había pensado que vamos a tener que evitar que haya un terremoto.
-No, nada de trucos imposibles, Vendimia. El terremoto es algo que no vamos a poder detener, pero en cambio la lava podemos controlarla.
-Güena güena, profe.
-Ya, súbanse. Yo manejo y ustedes dos se acomodan como puedan en el asiento del copiloto. Ahí, van a tener que hacer un anticucho no más.
-Chaaa. Weno, será no ma'. Me senté primero así que tu te sentai aquí encima, Mago.
-Ya, estamos. Cinturón, motor en marcha, panel de controles temporales. Vamos a viajar a, no sé, unas cuatro de horas antes del partido, eso es seis horas atrás... o cuanto el De Lorean esté pudiendo viajar al pasado. Listo.
-¡Vamos pa' la cansha!

         Segundos después (que con el viaje del tiempo terminan siendo cuatro horas antes del partido), el De Lorean se detiene en el campo de juego, poco antes de entrar al arco norte.
-Uuuhhh. ¿Funcionó?
-Parece que si, profe. El estadio está vacío y está de día.
-Casha, ahí vienen unos guardias corriendo. Preguntémosles que onda.
-Estimados, ¿qué hora es?
-¡Don Iván! -responde extrañado uno de los tres guardias al ver hacia adentro del De Lorean por la ventana del conductor -¿Pero qué...? ¿pero cómo...? ¿Pero...?
-Pero responde rápido poh loco.
-Eh... son las cuatro de la tarde -dice el guarda de más atrás. -¿Este es el auto de Volver al Futuro?
-Sip, el mismo. Y, de hecho, traemos noticias del futuro. En cinco horas más, cuando estemos en el entretiempo del partido, habrá un terremoto y va a correr un río de lava por las calles en dirección al estadio. Necesitamos que nos ayuden a correr el avisamiento para que toda la gente que está esperando afuera del estadio nos ayude a excavar una gran fosa a lo largo de avenida Atenas y así desviar la lava caliente hirviendo. Amigo -dirigiéndose al primer guardia -¿Cuál es su nombre?
-Gonzalo, don Iván.
-Ok. Gonzalo, necesito que suba para arriba y le diga la gente de los parlantes que avisen lo que le acabo de contar. Mago, anda con él para que le crean.
-Toda la historia suena tan incongruente, pero si le creí a don Iván cuando promocionó el Transcapital ¿Cómo no le voy a creer ahora que salió del De Lorean? -le dijo el guardia al Mago mientras corrían en dirección a las escaleras. 
-Amigo -dijo Iván dirigiéndose ahora al segundo guardia -¿como se llama?
-Edmundo, don Iván.
-Edmundo, necesito que vaya corriendo alrededor del estadio y avise a todos los otros guardias y auxiliares, con altoparlantes si es que tienen, que corran la voz a la gente de afuera y les entreguen palas o cosas que sirvan para hacer un excavamiento. Alerzi, anda con él.
-Si profe. La ‘amo a ser se oro.
-Estimado -dirigiéndose al tercer guardia -¿cuál es su nombre?
-Dígame guardia número tres no más, don Iván. Total yo soy el que muero en este cuento pa’ demostrar que la cosa va en serio.
 -Don guardia número tres, necesito que esté atento a cuando aparezca don Elías. Sígalo, no se despegue de él y evite a toda costa de que muera en la lava.
-Si don Iván. Al menos ya sé como voy a morir. ¡Por favor, dígale a mi señora e hijos que morí como un héroe! -dijo el guardia alejándose.
-¿Como se llaman?
-¡Nah, si es mentira. Soy soltero!
-Ya Iván -dijo el D.T. hablándose a sí mismo -tu tienes ahora que hacer algo muy importante -y se fue corriendo al baño. Después hacer sus necesidades, miró su reloj de pulsera, corrió al teléfono público más cercano y llamó al Iván Zamora del pasado (que es el presente de este momento, pero que es el pasado del Iván Zamora que estamos siguiendo en este cuento [que es el que viajó en el De Lorean]). Tras una exhaustiva conversación, la que incluía muchas palabras mal ocupadas gramaticalmente y una serie de redundancias, el Iván del pasado entendió el plan de su contraparte del futuro y continuó con el plan ideado por éste último: la roja entraría al encuentro con mayor determinación que nunca, a pesar de las futuras desgracias que vendrían. Afuera del estadio, la gente liderada por el Mago, Alerzi y los guardas, comprendió las palabras de sus ídolos y trabajó arduamente en construir la fosa que salvaría al estadio de la gran catástrofe. Además, todas las compañías de bomberos de la capital habían enviado sus carros preparados para combatir con agua el calor de la lava. Por su parte, el guardia número tres ya había divisado a don Elías y lo seguía a todas partes tal como Kevin Costner a Whiney Houston en The Bodyguard, con la diferencia de que no llegó a tener un romance.
         Poco pasado las ocho de la noche se dio inicio al partido entre la roja y la selección nacional de Sierra Leona, bajo una atmósfera de nervios y emoción. La ansiedad se veía palpitar en cada uno de los asistentes al estadio, guardias, auxiliares, periodistas, técnicos y jugadores. Manos sudorosas, puños apretados, pupilas dilatadas, corazones bombeando a máxima caldera. Este sería el partido más importante de la historia del país. Los jugadores dan su mayor esfuerzo, pero cuarenta y cinco minutos después, ambos equipos se retiran a camarines con un marcador indicando cero a cero. Y tal como lo había vaticinado el Iván del futuro, exactamente durante el entretiempo, un gran terremoto afecta la mayoría del país y luego vetas subterráneas de magma rompen el suelo dejando fluir su hirviente contenido hacia la superficie en dirección al estadio. La gente mira desde los edificios colindantes al recinto deportivo y se sorprende de tal dantesco espectáculo. Don Elías, creyéndose capaz de realizar un kamehameha para congelar la lava, corre hacia el exterior del estadio, salta la fosa, se saca su camisa y realiza la acción de manera infructuosa.
-Maldito Gokú. Nunca explicaste bien como hacerlo.
         Entonces, el heroico guardia numero tres (que por esos azares de la vida resultó ser un excelente vaquero inmigrante directamente desde Texas, EE.UU.) arrojó por los aires un lazo, atrapó a don Elías y lo tiró hasta arrastrarlo al otro lado del foso, lejos de la abrasadora lava. La multitud testigo de tal hecho levantó por sobre sus cabezas al guardia número tres, pero éste se les resbaló y terminó golpeando el suelo con su cabeza. La últimas palabras que alcanzó a decir en vida las dirigió a don Elías.
-La roja necesita de su aliento.
         Dicho esto, el individuo feneció. Pero el estadio estaba a salvo, la lava había sido desviada por la gran fosa y don Elías corrió al camarín de la roja en donde lanzó un discurso tan emotivo e inspirador que los jugadores salieron al segundo tiempo convertidos en once fieras hambrientas de gol.
-Chiquillos. Dudo que alguno de ustedes no me conozca. Soy don Elías, considerado por muchos el mejor jugador de fútbol de nuestro país en toda su historia. Pero no digo esto por querer vanagloriarme de mi tradición, lo digo porque a pesar de todas las flores que me han echado a lo largo de los años, no me he quedado dormido en los laureles. Si no fuese por un guardia amante del fútbol, yo estaría consumido por la lava de allá afuera, pero hubiese caído con la camiseta puesta por la sencilla razón de que daría todo lo que tuviese por una nueva oportunidad de ver a mi país campeón del mundo. Si, gracias a él estoy aquí, frente a ustedes, justamente para decirles eso. Cuando yo jugaba, muchas veces corrí hasta que mis pulmones se sintieron como dos calderas y mis piernas como ruedas de acero hirviente de tren. Yo sabía que ése era mi límite, pero no quise creerlo y hace pocos minutos me arriesgué a más. Ahora, chiquillos, en que los ojos y la esperanza de los millones de compatriotas están puestos en estos once gladiadores, les pregunto, ¿se atreverán a dar más allá de lo que son sus límites en pro de darle a la historia del fútbol nacional un muy merecido título?
Pobres Sierra-Leoneses: solo tuvieron que conformarse con contar uno por uno los seis balones que entraron en su portería en esos cuarenta y cinco minutos finales.
         Al terminar el encuentro, todos los capitalinos salieron a las calles a festejar de una manera nunca antes vista, siendo lo más suave una mega orgía similar a la escena del libro El Perfume. Los jugadores de la selección se fueron a celebrar a camarín ésta nueva clasificación rompiendo todas las reglas: bebieron vodka con whiskey y jugo de coco, se tiraron rodajas de jamón y de queso por las cabezas, y bailaron Flamenco, Charleston y Dubstep entre otras cosas. Alerzi ya se había hecho muy amigo del Alerzi del pasado y jugaban pleisteichon juntos; el Mago se mostraba juegos de adivinación con cartas cuyo truco él ya conocía (de hecho, su apodo era justamente por ser adepto a la magia y no por sus habilidades en el fútbol) e Iván no podía dejar pasar el momento de pegarse un agarrón en el culo a si mismo y que no se viera raro. Pasadas las doce de la noche, los tres se subieron al De Lorean estacionado a un lado de la cancha y entre alabanzas de sus colegas del pasado volvieron a su tiempo original, donde los tragos, los jamones y el bailoteo se repitió.

Me parece que ésta podría ser considerada la más épica de las batallas que el país haya enfrentado de cara a un mundial, si no fuese porque meses después la roja cayó en cuartos de finales frente a Uruguay y todo se fue nuevamente a la chuña.


martes, 26 de noviembre de 2013

Tarjeta adicional (cuento)

Tarjeta adicional ofrecida por el banco y que le otorgaría el doble de puntos al titular siempre que éste y el destinatario de ella tuviesen una buena relación.
Patricio Escobar


-Muy buenas tardes, soy Marcela, ejecutiva del Banco Horizonte. ¿Tengo el gusto de hablar con el señor Gustavo Salvatierra?
-Sip, con él.
-Muy buenas tardes, don Gustavo. ¿Como se encuentra hoy?
-En perfectas condiciones, señorita Marcela, y espero que usted se encuentre igual.
-Muchas gracias, don Gustavo. Efectivamente me encuentro muy bien.
-Me alegra saberlo.
-Don Gustavo. Lo llamo para informarle que el Banco Horizonte le hará entrega de una tarjeta de crédito adicional a la que posee y que podrá dar a quien usted quiera de su familia o conocidos. Con ella podrá acumular el doble de puntos en supermercados, grandes tiendas y kilómetros aéreos. Le cuento además, don Gustavo, que esta tarjeta viene con la última tecnología en seguridad al poseer un chip integrado que almacenará toda la información de las compras que se realicen con ella. Don Gustavo, solo necesito entonces que a continuación me dé la dirección de dónde le gustaría que le vayamos a dejar la tarjeta, puede ser en una dirección particular como también una comercial.
-Eh... De verdad está muy atractiva la oferta, señorita Marcela, pero lamentablemente no tengo a nadie a quien entregarle esa tarjeta, por lo que no estoy interesado por ahora.
-Pero don Gustavo, ¿de verdad no tiene a un amigo o hermano a quien entregarle la tarjeta? ¿Una polola... o pololo?
-Nopes. Muchas gracias por considerar que puedo ser homosexual, pero no lo soy. Y no, no tengo polola.
-¿...y su papá o su mamá?
-Muchas gracias por recordarlos, pero mi padre falleció hace tres años y mi mamá hace dos semanas.
-Oh.
-Sip. Como verá, estoy solo contra el mundo. Y, ahora que lo pienso, igual no soy tan mal partido. Soltero, sin hijos, profesional, con casa y auto, sin padres (por lo tanto, sin suegros para una posible novia), no tengo amigotes con los que salir a carretear y curarme... y feo no soy. Creo.
-Y joven, según lo que veo en sus datos.
-¿Más que usted?
-No. Usted es un poco mayor que yo, don Gustavo.
-Mhm.
-...
-¿Tiene pololo, señorita Marcela?
-Eh... no. Estoy soltera.
-¿Hijos?
-Quiero, en algún futuro no muy lejano.
-¿A que hora termina su turno, señorita Marcela?
-Hoy, a las ocho de la noche.
-Si la paso a buscar, ¿le gustaría ir a tomar algo?
-Je. Bueno.
-Muy bien. ¿Donde está su call center?
-598 de la calle Torrealba, en el sector oriente de la capital.
-Perfecto. La llamaré cuando esté afuera del edificio. Iré en mi auto, que es un station negro.
-Ok.
-Entonces, nos vemos en unas horas más, señorita Marcela.
-Nos vemos, don Gustavo.

         Gustavo y Marcela se juntaron esa noche a la salida del call center y se fueron a tomar unos tragos a un pub cercano. Conversaron hasta altas horas de la madrugada. Hablaron de sus gustos, hobbies, libros preferidos y bandas favoritas. Cuando el reloj marcó las tres de la mañana, Gustavo fue a dejar a Marcela a su casa en auto. Fue una muy buena primera cita. Al mes siguiente, Gustavo llamó a Marcela por teléfono y le ofreció la tarjeta de crédito adicional que el banco le había entregado. Dos meses después, Marcela llamaba a sus amigas y se refería a Gustavo como “pololo”. Al sexto mes, Gustavo pidió por teléfono a Marcela que se fuera a vivir con él en su departamento. Al octavo mes, llamaron a una persona que había publicado un aviso en Internet y adoptaron un pastor alemán al que bautizaron como Bruno. Al décimo mes, Gustavo habló con su ejecutiva, pidió un crédito, y compró un auto nuevo a nombre de Marcela. Al año siguiente, Gustavo le pidió matrimonio a Marcela por teléfono. Dos años más tarde, Marcela leyó un mensaje de texto en el celular de Gustavo mientras él se estaba duchando y supo que él tenía una amante. Tres años más tarde, Marcela llamó a Gustavo:

-¿Gustavo?
-Marcela.
-Te llamaba para coordinar la firma de los papeles de divorcio.
-Bien. Estaba esperando tu llamada. Yo puedo cualquier día y mi abogado también.
-Perfecto. Dejémoslo para el próximo miércoles a las 11 am en la oficina de mi abogada de avenida Constitución, ¿te parece?
-Sip. Ningún problema.
-Bien. Ah, a todo esto, Gustavo...
-Dime, Marcela.
-Por correo te mandé tu tarjeta de crédito adicional. No pienso seguir acumulándote puntos en tu club.
-Gracias.
-Que estés bien, Gustavo.
-Tu igual, Marcela.


sábado, 9 de noviembre de 2013

Oda a la inexperiencia (cuento)

Oda a la inexperiencia
Patricio Escobar


         Creo que nunca me lo había preguntado, pero me parece que la amaba porque se lavaba los dientes en las mañanas y después de comer. También porque colocaba un cara de gusto cuando comía sus platos favoritos. Al peinarse, lo hacía de manera que su peineta recorría el largo de su cabello, desde su cabeza hasta la punta de sus mechones. Me gustaba mirar su pelo de cerca. Cada uno de ellos era tan similar a una hebra de hilo de coser. Y su caminar... era tan único, colocando un pie primero y luego el otro, antes de volver a repetir el ciclo. Y siempre lo hacíamos por veredas, parques y escaleras de la ciudad. Cuando me tomaba la mano derecha, lo hacía con su mano izquierda y sus dedos ocupaban exactamente los espacios entre los míos; éramos tan complementarios. Tenía las manos frías, y a veces cálidas, dependiendo de qué tan cerca las tenía de una estufa o del agua caliente. Su piel era tan especial pues olía a jabón después de bañarse o a crema después de echarse. Sus ojos me miraban paralelos cuando estábamos de frente, y solo dejaban de mirar cuando pestañeaba o dormía. Cuando dormía, yo lograba escuchar su respiración... y todo su cuerpo se relajaba de manera horizontal, aunque a veces también sentada cuando se dormía en el sillón. Sus hombros eran únicos. Partían desde su cuello y caían como una delicada ladera hasta que comenzaban sus brazos. Ambos. Su sonrisa... casi siempre dejaba ver sus dientes al interior de su boca cuando sonreía, aunque otras veces sus labios solo hacían una curva hacia arriba en dirección a sus mejillas. Y cuando estaba triste, se le notaba en los ojos: usualmente miraba hacia abajo, o caían gotas que emanaban de sus lagrimales si la tristeza era mucha. También era misteriosa, porque lágrimas parecidas caían también cuando estaba muy alegre. Era tan especial. Hasta que me dí cuenta que todas las mujeres hacían exactamente lo mismo... y así sin más, la dejé de amar. O quizá nunca la amé. Ahora vivo con temor de no saber si lo que pueda sentir es amor, o simple inexperiencia. 


jueves, 10 de octubre de 2013

La chica de sus sueños (cuento)

La chica de sus sueños
Patricio Escobar


-No Mingo, tu papá no va a poder irte a buscar hoy porque está acompañando a tu tío en el médico.
-Mmm.
-Porque también podrías esperar hasta que se desocupara y de ahí te va a buscar.
-Ya mamá, no importa. Me voy en metro y en la plaza tomo un colectivo a la casa.
-Bueno hijo, pero se cuida harto.
-Si, no te preocupes. Chao.
-Chao Mingo. Anda con cuidado.
         Para Domingo no era muy cómodo moverse en el transporte público, especialmente por el problema en sus caderas que no le permitía caminar con normalidad. Sin embargo, ocasiones como ésta en que ni la colega que usualmente lo pasaba a dejar y buscar ni su papá estuvieran disponibles no pasaban siempre.
-Además, un cambio de rutina de vez en cuando no me vendrá mal.
         Se puso de pie. Se colocó la chaqueta de cotelé negra y la mochila con su tablet en la espalda. Caminó con su bastón por entre los pasillos del instituto en dirección a la salida que da al estacionamiento del mall, se despidió de las secretarias que a esa hora estaban de turno y de algunos alumnos que aun daban vueltas por el primer piso, atravesó lentamente las mamparas de vidrio y su cuerpo dio un repentino escalofrío por lo fresco de la tarde. Se detuvo un momento, se subió el cuello de la chaqueta y siguió caminando con los hombros algo levantados. Lamentó no tener un cigarrillo para palear un poco el frío mientras caminaba a la estación, pero solo hace poco se había puesto en campaña para dejar de fumar en pro de su salud y también de su bolsillo. Cruzó con lentitud los espacios libres entre los autos estacionados en el mall, siempre prestando atención al suelo donde se apoyaría a continuación para evitar pisar alguna piedra o basura y perder el equilibro.
-Ojalá no aparezca por aquí la Carla -pensó. -Estudia por aquí cerca, y no tengo ganas de sonreír hipócritamente ni aparentar querer saber de alguien que en realidad no me interesa. Si, podrá ser simpática y todo, pero no me gusta. Lo nuestro fue cosa de curaos no más. Esas cosas que te pasan en un carrete y que al otro día lamentas haber hecho cuando te despiertas.
         Unos minutos más tarde, llegó a la entrada de la estación de metro. Bajó por las escaleras mecánicas y cruzó entre los locales de wraps, revistas, fotos y estampados. Se detuvo unos segundos frente a la tabaquería, pero en ésta ocasión su fuerza de voluntad fue más fuerte y siguió caminando en dirección a las boleterías de la estación.
-¿Tendré carga en mi pase? -se preguntó. -Hace bastante tiempo que no la ocupo.
         Caminando entre un río de personas que, cuales autómatas, se movían sin prestar atención a su alrededor, se dirigió hasta los torniquetes de la entrada y acercó su tarjeta a un validador. Un único piteo del aparato indicó que tenía dinero suficiente para pagar el pasaje, así que avanzó por entre los brazos metálicos giratorios y después hacia el ascensor. Entró junto a un anciano y una mujer embarazada y bajaron hasta el andén del metro. Un minuto más tarde, luego de que una estudiante le diera el asiento preferencial en el carro al que se había subido, Domingo pensó en sacar de su mochila su libro de Bukowski para aprovechar el tiempo en leer hasta llegar a la estación en donde iba a bajarse. Un milímetro de mal cálculo espacial con el borde de la mochila y el libro terminó cayendo al piso del vagón, cerca de los pies de la persona sentada en frente. No alcanzó siquiera a mover a mochila que tenía en sus rodillas para agacharse, cuando vio que una delicada mano levantaba su libro y se lo entregaba de frente. Era la persona sentada frente a él: una muchacha joven de una abundante melena crespa, ojos oscuros y algo caídos, pero de una sonrisa amplia y sincera que dejaba ver en plenitud sus blancos dientes.
-Esa sonrisa -pensó Domingo. -¿Dónde la he visto antes? Una sonrisa así no se ve muy seguido. De hecho, en este carro (y me atrevería a decir que en todo el tren) no hay nadie que pueda estar sonriendo como ella. Sin duda es muy bonita.
-Toma, se te cayó el libro -dijo ella. -Bukowski... lo último que leí de él fue Escritos de un viejo indecente.
-Bonita... y además conoce a Bukowski. -pensó Domingo. Se tomó unos segundos para reaccionar y le dijo -Ah, si, muchas gracias. ¿No has leído Se busca una mujer?
-No, aún no. No me lo he conseguido.
-Yo lo tengo. Te lo recomiendo totalmente. De hecho, si lo anduviese trayendo ahora te lo daría porque es algo que no se debería tener simplemente guardado después de leer. Hay que compartirlo.
-Jajaj. Muchas gracias. Me llamo Marcela.
-Un gusto, Marcela. Yo soy Domingo. ¿Vivirás cerca mío como para pasarte el libro? Yo soy de Lo Prado.
-No poh Domingo. Vengo a ver a unos amigos de por acá. Yo vivo para el otro lado, en Las Condes.
-Ah. Que mal. Bueno, voy a andar trayendo el libro en mi mochila por si en algún momento de vuelvo a encontrar en el metro.
-Jajaja. Que erís buena onda.
-¿Trabajas en algo relativo a libros, o lees por gusto?
-No, yo estudio enfermería, pero me gusta leer en mi tiempo libre. Siempre ando con algo para leer de poesía o narrativa. Ahora ando con uno de Benedetti.
-Déjame adivinar... La Tregua.
-Siiii, es mi uno de mis favoritos. Ya lo he leído varias veces y no me canso. ¿Tu trabajas con libros?
-Se podría decir que si. Soy profe de literatura en la Universidad de las Antillas.
-Oh, que buena. ¿Y sólo lees o también escribes?
-Ehh, si, por ahí debo tener algunas cosas que escribí hace algún tiempo, pero nunca las publiqué. Ahora estoy más metido en pintar.
-Ya... ¿pintai?
-Estoy aprendiendo. Una vecina que es profe me está enseñando. Va una vez a la semana y me está enseñando distintas técnicas.
-Que entrete. Y dibujos ¿has intentado?.
-Si, de hecho ahora último ando pegado con unos dibujos en blanco y negro que son como ambiguos, con unas perspectivas súper raras o a veces imposibles de entender físicamente en la realidad. Me regalaron hace poco un libro con los dibujos y estampas de M.C...
-...Escher.
-¡Exacto!
-Siii, son muy raros sus dibujos. Me gustan harto. Que buena que conozcas los trabajos de Escher. Pocos de mis amigos lo han escuchado.
-Mis amigos tampoco lo conocen, salvo uno que otro. Oye y ¿son de por acá tus amigos? A lo mejor los conozco.
-Viven en Quinta Normal. Ahora voy a la casa de uno de ellos a un asado.
-Ah...
-¿Por qué la cara? ¿No te gustan los asados?
-No. De hecho, soy vegano.
-¿Pero lo hacís por que te hace mal o por los animales?
-Las dos cosas.
-Ahp. Pucha, yo respeto caleta a la gente que no come carne, pero me gusta tanto y con mis amigos siempre hacemos asados. Oye, y a parte de leer y pintar ¿Qué más haces en tu tiempo libre?
-Me gusta la música. Tengo algunos instrumentos en mi casa.
-Oh, que genial ¿Y qué música te gusta?
-Metal, Grunge, Rock en general para tocar. Un tiempo toqué hasta metal sinfónico.
-¿Onda Nightwish?
-Claaaro. Pero si me quiero relajar me pongo a escuchar Jazz y un vaso de Whisky con hielo.
-Pucha Mingo que tenís buen gusto. A mi me gusta harto la música, pero no toco ningún instrumento. Lo mío es la fotografía.
-Ah, ¿y tenís cámara?.
-Siii, me fascina mirar el mundo a través del lente.
-¿Y publicas tus fotos?
-Las subo a mi face, o las mando a concursos. Hace poco salió una mía en el diario en la noticia de unos ciclos de lectura gratuitos en los que estoy participando y que, a todo esto, te podrían interesar.
-¿Ciclos de lectura? Me interesa.
-Genial. De hecho la próxima lectura va a ser éste sábado en el parque Valdivia. Puedes buscarlos en face como Lectura Gratis. O también puedes agregarme y ahí te doy el link.
-Ya poh. Gracias. ¿Como te busco?
-Búscame por Marcy Spielmann.
-Spielmann. ¿Apellido alemán?
-Sip, descendiente. ¿Oye, y tu hacís clases por allá cerca del mall?
-Si, justamente.
-¿Y te mueves siempre por el metro? Lo digo por tu bastón.
-Ah, no. Hoy es un caso especial. Normalmente una amiga me lleva en auto.
-¿Amiga... amiga?
-Jajajja. Amiga no más. Estoy soltero de hace rato. ¿Y tu?
-¿Yo? Si. O sea, tengo pololo, pero...
-Ah... tiene pololo -pensó Mingo. -Todo lo maravilloso de esta chiquilla no podía ser perfecto así sin ninguna traba para mi. Me gusta, si, y es ultra simpática y bonita y sabe de hartas cosas que yo también y saca fotos.... pero tiene pololo. Y uno de mis principios es nunca fijarme en minas con pololo. Aunque... ¡momento! Dijo Pero al final. Ese Pero indica algo. Me parece que no está feliz. -Y mirando de frente le preguntó -¿Pero...?
-¿Pero qué? No, no sé. O sea, es que tengo pololo pero, no sé, nos vemos re poco. Y además como que no le gusta mucho carretear.
-¿O sea que no va a estar en el asado al que vai ahora?
-No, no le gusta mucho salir. Así como a hacer trekking, que me gusta harto, si me ha acompañado. O a andar en bici algunas veces. Pero así como cosas sociales es medio... ¿como decirlo?
-...¿fome?.
-Exacto.
-Pero lo importante es que tu estís feliz con él.
-Ehmm... Si... Lo que pasa es que estoy tan acostumbrada a como están las cosas ahora.
-Ahh -pensó Domingo mirando a Marcela mientras ésta observaba las luces azules del túnel pasar rápidamente afuera de la ventana. -Pucha, esta mina está aceptando su mala situación. Que mala onda. Sabe que no está completamente feliz con su pololo actual, pero no quiere hacer nada para cambiar las cosas. Se está conformando con lo que tiene, cuando podría tener mucho más. Yo le podría dar mucho más de lo que tiene, más carretes, más reuniones con amigos, más arte y literatura, más conversaciones profundas o ligeras según cómo se sienta, más... bueno, por mi cadera obviamente no le podría acompañar en trekkings o en cicletadas, pero hay tantas otras cosas que estoy seguro podrían hacerla más feliz.
         Continuó mirándola unos segundos, hasta que le dijo:
-Siempre se puede estar mejor. Es cosa de reírse más. Y tu tienes bonita sonrisa.
         Marcela sonrió, se sonrojó un poco y miró a Domingo.
-Me caíste súper bien, Mingo. Gracias. Erís súper simpático. Mucho más simpático que... ¡todos los pololos que ha tenido mi hermana! jajaja.
-Parece que igual le gusto, un poco que sea -pensó Domingo. -Al menos me dijo que le caía bien. Pucha. ¿Y si le gusto tanto como ella a mi? Sería ultra mala onda de su parte que le guste y me friendzonee. El problema es... ella no se va a atrever a hacer nada para cambiar su situación actual. O al menos no lo va a hacer sin saber que lo que va a ganar es mejor que lo que va a perder antes. Pero yo tampoco voy a hacer nada, porque ella está pololeando y nunca armaría problemas entre una pareja. ¿Qué me queda? ¿Esperar que los planetas se alineen y el loco termine con la Marce? Tendría que ser muy tonto pa’ terminar con ella, si es casi perfecta. Si no fuera por él... Ya, y poniéndonos en el caso de que yo me atreviera a decirle algo a ella... a lo mejor es todo rollo mío y ni siquiera le gusto y echaría a perder una posible bonita amistad. Porque por mucho que uno sea adulto, esas cosas pasan. Y puede que hasta nunca más me vuelva a hablar. Se sentiría rara siendo mi amiga después de haberle dicho que me gustaba. No podría seguir siendo mi amiga. Yo, su amigo, sí. ...aunque no es sólo amistad lo que me gustaría de ella.
         Y en ese momento pasó algo mágico.
-¿Mingo? -dijo Marcela.
-¿Si?
-Si yo te dijera que lo que estoy pensando en este momento es una situación en la que nunca pasaría nada porque ninguna de las dos partes se atrevería a algo ¿entenderías a lo que me refiero?
-Si. Y si yo te dijera que una muy buena solución, aunque arriesgada, podría ser que ambas partes dijeran al mismo tiempo lo que quieren decir. ¿Qué te parecería?
-Me parecería una excelente idea.
.
..
...
-ME GUSTAS me gustas PERO TENDRÍA PRIMERO pero no te puedo decir nada QUE TERMINAR CON MI porque estás pololeando POLOLEO FOME ACTUAL aunque tu PARA INTENTAR sabes que ALGO NUEVO no eres feliz con él CONTIGO Y PARA ESO pero yo pondría NECESITO SABER SI todo mi esfuerzo TE ESFORZARÍAS EN HACERME en hacerte MUCHO MAS FELIZ mucho más feliz.

-¿Hola? ¿Hooola? ¿Estai bien? Toma, se te cayó el libro -dijo la chica del asiento del frente mientras le estiraba el brazo entregándole su Bukowski.
-Ah, vale, gracias -le respondió al mismo tiempo que lo recibía con su mano izquierda y luego abrió el libro en donde estaba el separador de hojas con imágenes egipcias para comenzar a leer.
         Segundos más tarde, entrando a la siguiente estación, la muchacha se puso de pie, caminó hacia la puerta del vagón que estaba detrás de Domingo, le tocó su hombro derecho y dijo:
-Cuídate Mingo. Nos vemos el sábado.



lunes, 7 de octubre de 2013

La caída (cuento)

La caída
Patricio Escobar

- Yo estuve ahí.
- ¿En serio, tatita?
- Si, mijita. Estaba sentado aquí mismo cuando el pantalón cayó desde esa cuerda de allí arriba.
- ¿Y no vio quién lo botó?
- No, mi niño. No lo botó nadie. Se cayó solito.
- Pero tata. ¿cómo se va a caer solo?
    Los tres hermanos miraban asombrados a su abuelo, quien inesperadamente revelaba este gran secreto. El anciano, de casi ochenta años de edad, había llegado al país cuando aun era adolescente directo desde el otro lado del mundo. Su cara, llena de surcos pero siempre sonriente, demostraba que estaba feliz con lo logrado en su vida. Sus ojos de color celeste brillaban cada vez que compartía un momento con sus tres nietos. Llevaba una camisa celeste a cuadros y mangas cortas, un pantalón de tela color claro y su característico jockey beige. Estaba sentado a la sombra en su banquito de madera sobre el que colocaba un par de diarios doblados y un delgado cojincito de esponja para hacerlo un poco más blando. Frente a sus cortas y arqueadas piernas, en el suelo, el regordete nieto con corte de pelela y uniforme escolar lo miraba con los puños en el mentón. De pie, apoyada en uno de los pilares de metal negro que afirmaba pequeño techo de plástico amarillo semi-transparente, la quinceañera y vanidosa nieta mayor de pelo muy crespo y ojos gruesamente delineados. Sentado en su rodilla izquierda y abrazado a su cuello, el pequeño y delgadísimo nieto menor, cuya frente mostraba un gran chichón que su madre había cubierto horas antes con pasta de dientes para que se sintiese más fresco.
- Se cayó solito, Pipe. Me acuerdo clarito que su tía lo había colgado junto con unas camisas afirmado con unos perros de madera -dijo apuntando con su mano derecha al cordel que iba de un extremo a otro del jardín, bajo el parrón del frente de la casa.
- Yo estaba aquí leyendo el diario y aplastando una que otra mosca con un matamoscas de plástico. De pronto sentí un pequeño ruido y vi así como en cámara lenta que el pantalón se arrugaba al chocar contra el suelo.
         Al decir esto, con su mano abierta hizo el gesto del pantalón cayendo al suelo. El movimiento hizo que unos pocos pelos cortitos de su barba rozaran la mejilla del nieto que tenía en su rodilla y éste se rascó.
- Pero tatita, si usted era de esa época y otra gente también ¿por qué nadie hizo nada para evitarlo?
- La verdad, Carlita, no había manera de saber que algo así iba a pasar. Yo siempre leía los diarios y tu tía veía las noticias en la tele a la hora de almuerzo, pero decían que todo estaba bien.
- La caída del pantalón es algo de lo que todavía se habla en el colegio. Si hasta parece que el próximo semestre vamos a verlo.
- Si poh, si yo me acuerdo que lo vi en mi curso con el profe Luciano.
- Jejeje. ¿Y se imaginaron que su tata estuvo justo en ese momento?
- Para nada.
- ¿Y qué pasó después, tatita?
- Bueno, como yo era el único que había notado la caída en el instante, me puse de pie, dejé el matamoscas en el banquito, me acerqué al pantalón y lo vi. Ahí estaba, arrugado en el suelo. Oscuro por la humedad en la parte de arriba, pero por las orillas ya se dejaba ver que por abajo estaba empolvado. Incluso noté que aún estaban puesto los perros de madera a la altura de las caderas.
- ¿Los perros quedaron puestos en el pantalón?
- Sip. Los dos, cerraditos, en el lugar original. -Los tres chiquillos seguían con la vista los movimientos de las añosas manos del anciano. -Miré alrededor y, como seguía siendo el único, me agaché y tomé el pantalón con mis propias manos.
- ¿Y como estaba? -preguntó Pipe, intrigadísimo.
- Mojado. Y embarrado por abajo.
     Hubo, entonces, una pequeña pausa silenciosa por la emoción y el asombro. Luego, el abuelo continuó:
- Fue entonces cuando apareció su tía, su mamá y unas vecinas y se llevaron el pantalón para adentro.
- Tatita... ¡y más encima usted fue el primero en tomar el pantalón después de caído!
- Sip. Pero es mejor así, que no se supiera. No me hubiesen dejado estar tranquilo en todo este tiempo.
- Oiga tata. Y ahora que nos contó, ¿puedo decirlo en el colegio cuando nos toque pasar la caída del pantalón?
- Jejeje. Pero claro, mijito. Aunque de todas maneras no le van a creer.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Separadores (cuento - falso texto informativo)

Separadores
Patricio Escobar


Muertos y heridos por los “Separadores”.

Santiago, 21 de Agosto de 2013. 108 muertos y más de 2300 heridos deja como saldo el primer día de los “separadores” del transcapital: barras de acero que se dejan caer desde el techo hasta la división de los asientos en los buses. La medida, impuesta por el ministerio de transportes e implementada ayer en 2 de las 5 líneas de buses de la ciudad, busca reducir el contacto físico entre los pasajeros del sistema de transporte público y así apoyar al nuevo programa gubernamental “Solito, más rico”. Los principales afectados por los “separadores” corresponden a guatones, viejas con guaguas, Hagrid, vaqueros y gángsters de terno a rayas. Autoridades se encuentran en estos momentos evaluando la continuidad de los “separadores” además de la futura puesta en marcha de los “decapitadores”: cuchillas que cortan las cabezas de los señores flaytes que escuchen música con sus celulares y no usen audífonos.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Mascota medicinal (cuento)


Mascota Medicinal
Patricio Escobar
A Natalia Tranchino, amiga y autora contemporánea.

          Hoy, una muy buena amiga esta de cumpleaños. Facebook me lo había recordado (siempre he sido malo para las fechas) así que me propuse buscarle algún regalo que le gustara (siempre he sido malo para escoger regalos). Como primera opción pensé en ir al mall. Recorrí muchas tiendas, pero no pude encontrar nada que mi mente conectara de manera automática a la imagen de mi colega. Los supermercados también son buena opción, así que fui al que tiene nombre de santa para ver si encontraba algún disco de Los Huasos Pepepatos, pero nada. Como mi polola también se llama Natalia, se me ocurrió pedirle un consejo en caso que sus nombres iguales no hayan sido una simple coincidencia y se haya producido por un alineamiento interestelar de manera que sus gustos y pensamientos tuviesen una conección mística, pero no se le ocurrió nada. Pensé en algo italiano por su apellido o algo de ropa que no sea producido en masa, pero no pude. Un libro, si, era buena idea, pero no conocía su colección para ver qué es lo que le hacía falta. La fecha ya estaba cerca y yo entraba lentamente en desgracia cuando por chances de la vida pasé en micro frente a la veterinaria Medical Pet en avenida Atenas, camino a la universidad en donde habíamos estudiado. Medical Pet. “Linda la cuestión” pensé. “Siempre me he imaginado algún tipo de animal que cura enfermedades y malestares cuando, no sé, te lo frotas por la zona afectada de tu cuerpo o, peor, le sacas un poco de su pelaje y te haces un mate con él. Ni hablar de la crema que te podrías hacer con sus secreciones”. Entonces se me ocurrió: me bajé en el paradero siguiente, caminé de regreso hacia la veterinaria y le tomé una foto al cartel con el nombre agramatical con intenciones de hacerlo póster, completamente seguro que mi ex-compañera de estudios gozaría de la “absurdidez” del nombre tanto como yo. Pero nunca sospeché que lo verdaderamente absurdo me esperaba a continuación. Desde el exterior de la veterinaria divisé, hacia su interior, una serie de personas vestidas con ropas púrpura y que movían sus brazos en el aire de manera alocada. Pensé que alguien podría estar en problemas y, como la curiosidad siempre me ha caracterizado, entré por la puerta y dije “¿que sucede?”. El grupo de personas con túnicas moradas se giró hacia mí y me dijeron a coro “It's the final countdown!”. Quise rascarme la cabeza para demostrar físicamente mi incomprensión de la situación, pero en vez de cabeza encontré mi rodilla. De todas maneras me rasqué pues sentía picazón en la pierna completa y, mientras lo hacía, desde el centro del grupo apareció una pequeña ardilla que caminó hacia mí y me dijo “Abachooo”. Tan pronto abracé a la mascota, la picazón de mi pierna desapareció, la uña encarnada de mi pie derecho hizo retiro del espacio de carne que ocupaba y el cáncer que me produjo Gary Medel con su video de reggetón fue milagrosamente erradicado de mi cuerpo. Luego del shock que me produjo la sanación instantánea, miré la etiqueta que se arrastraba desde la pata izquierda de la ardilla y noté su precio. Antes de cruzar la mampara de vidrio para salir a la calle, las personas con túnicas me dijeron “arrivederci signore Peppino!” hasta que senti la luz del sol en mi cara.
        Si, un pequeño cuento que mezcle lugarescomunes y elementos absurdos será buen saludo en su cumpleaños.